En uno de los combates, a los “contras” los tenían rodeados por aire y tierra. Antonia y su hermana de 22 años aprovecharon para escapar. Caminaron entre la montaña, llegaron a una casa y pidieron ayuda. Las trasladaron a Bocana de Paiwas. “Yo ya no pasé por mi casa jamás, mi familia empezó a venir poco a poco, dejando abandonado todo, de no sacar nada, solo la vida”, cuenta.
Perdieron 85 manzanas de tierra, 35 reses, cultivos de arroz, frijoles, maíz, cacao, plátanos, quequisque, yuca… Cuando llegó a Bocana estaba grave. A ella y a su hermana las habían violado. “Me hicieron cuatro operaciones vaginales, por las violaciones que me habían hecho, dilaté nueve meses en ese hospital para recuperarme, lo que me decían los médicos es que no iba a poder tener un hijo”, lamenta.
Durante 10 años recibió tratamiento psicológico “para poder recuperar un poco mi identidad como mujer, olvidar lo pasado, yo me sentía destruida, que no valía, que mi vida se había terminado”.
En Bocana empezó de cero. En Bocana conoció a Santana Díaz, padre de su hija. En Bocana encontró a su agresor.