En pantalla
La sutileza nunca ha sido uno de los fuertes del director Mel Gibson, que en el filme procede a caracterizar a Doss como un mártir
“Hasta el Último Hombre”
(Hacksaw Ridge)
Dirección: Mel Gibson
Duración: 2 horas, 19 minutos
Clasificación: * * (Regular)
Mel Gibson es el hijo pródigo que regresa a casa. Pasó 10 años sin dirigir un filme, alienado por abuso de sustancias, anti-semitismo y denuncias de violencia casera. Ahora, con “Hacksaw Ridge” (Hasta el Último Hombre), se redime con la venia de la Academia. Ha conquistado seis nominaciones al Óscar, incluyendo Mejor Película. El filme combina sus obsesiones favoritas – el cristianismo y la violencia –, pero es difícil no dejar que oscuros de su vida privada contaminen la experiencia.
Desmond Doss (Andrew Garfield) es un joven adventista del séptimo día, en un idílico pueblo de Virginia. Su padre (Hugo Weaving) es un veterano de la I Guerra Mundial aquejado por los traumas del campo de batalla. Su madre (Rachel Griffths), tolera sus despliegues de violencia. Pero Desmond vive en una especie de estado de gracia. Un buen día, conoce a Dorothy (Theresa Palmer), una bella enfermera, y la corteja con vistas a un matrimonio certero. Pero las cosas cambian cuando EE.UU. interviene en la II Guerra Mundial. El joven se enlista como voluntario. Que su fe le impida empuñar un rifle no lo detiene. Pero esa convicción será un problema en las barracas de la base militar donde entrena.
La película está basada en una historia de la vida real, pero se pliega limpiamente a las convenciones de los viejos melodramas de guerra. Es un pequeño milagro que no haya llegado a la pantalla en la época en que Hollywood asumió la misión de elevar la moral de los aliados ante la amenaza fascista. Los ecos de “Sargeant York” no son accidentales. Vince Vaughn y Sam Worthington interpretan a los superiores, rudos pero con un corazón de oro. La barraca está llena de soldados fácilmente tipificados: el “italiano”, el “irlandés”, etc. No hay que definirlos como personajes distintivos, la mayoría es carne de cañón. El único con alguna consecuencia dramática es Smitty (Luke Bracey), el antagonista que martiriza a Doss.
El giro crucial de la trama es revelado en las escenas promocionales del filme, así que no crea que le estoy arruinando la sorpresa: Doss consigue que lo manden al campo de batalla sin armas, dedicándose a ser médico. En la brutal batalla de Okinawa, logra rescatar a decenas de camaradas heridos en el fragor del combate. El cobarde del regimiento resulta ser el más valiente de todos.
Gibson aprovecha la fe del protagonista para evangelizar con el fervor de un predicador. Para suerte suya, Andrew Garfield proyecta una convicción desarmante, evitando que el personaje se convierta en el hermano piadoso de Forrest Gump. La sutileza nunca ha sido uno de los fuertes del director, que procede a caracterizar a Doss como un mártir. Su escapada del campo de batalla, suspendido en una camilla colgante de una polea, parece iconografía religiosa. Parece un Cristo, suspendido a medio camino entre el cielo y el infierno terrenal. Es curioso que los distribuidores locales no mercadearan la película de manera más agresiva hacia el público que favorece la nueva ola de filmes piadosos, como “Dios No Está Muerto” y sus pares. “Hasta el Último Hombre” sería la joya de ese grupo, apoyada en mejores actuaciones y superiores valores de producción.
Los peores instintos de Gibson quedan patentes. La guerra nunca es bonita, pero abruma la cantidad de tomas que incluyen miembros cercenados, entrañas desparramadas de estómagos cortados, hombres corriendo en llamas, cuerpos calcinados, jirones de carne colgado donde antes habían extremidades… La insistencia es casi celebratoria. Como en “La Pasión de Cristo” (2004), uno creería que no estaría tan interesado en estas historias espirituales si no incluyeran tanta violencia.
Como Woody Allen, Gibson se ha convertido en un cineasta cuyos filmes ya no puede divorciarse completamente de su personalidad pública. Vemos sus trabajos a través del prisma de los escándalos que cosechan. En este caso, las escenas de violencia doméstica entre los padres de Doss son particularmente incómodas, a la luz de la turbulenta disolución de su relación con la modelo rusa Oksana Grigorieva en el año 2010, ampliamente documentada por la prensa amarilla. Los chistes misóginos y racistas de un jefe militar puede ser apropiados para el perfil del personaje y la época, pero el gusto con que los dispensa es puro Gibson. Me temo que estos ecos, que en teoría no tienen nada que ver con “Hacksaw Ridge”, son la cruz que el artista tendrá que cargar de por vida.