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La brutal masacre a los atrincherados de la UNAN contada en Twitter
Carlos Herrera | Niú

Un universitario atrincherado en la UNAN-Managua narra, un año después, las más de 17 horas en que fueron atacados por paramilitares y policías enviados por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo

     

**Hace un año, decenas de jóvenes que permanecían atrincherados en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua) demandando la renuncia del presidente Daniel Ortega y autonomía universitaria fueron brutalmente atacados por fuerzas combinadas (policias y paramilitares). Dos jóvenes fueron asesinados: Gerald Vásquez y Francisco Flores. Uno de los universitarios que vivió las más de 17 horas de balas de las fuerzas represivas narró en un hilo de Twitter y en una carta cómo fue vivir esa pesadilla. A continuación reproducimos la historia** 

Todo comenzó un 20 de abril de 2018 que salí de mi casa por sentirme impotente al ver como estaban matando a los chavalos en las calles. Tiempo después se dio la toma de la UNAN-Managua y me propuse a querer entrar, sentí que era la mejor manera de ayudar aunque expusiera mi vida.

Logré entrar un 17 de mayo, diez días después que la toma se había llevado a cabo, había asistido a todas las marchas y plantones. Pude entrar luego que en un plantón se tirará una alerta de ataque y que debíamos irnos pero nos dijeron que si algunos se querían quedar a ayudar podían hacerlo. Vi a un amigo y nos quedamos. Esa noche llamé a mi madre y le dije que me quedaría. Así comenzó mi historia dentro de la UNAN como atrincherado, luego forme parte del puesto médico.

Ser atrincherado fue una experiencia totalmente ajena, era algo que nunca había vivido en mi vida y que me marcó de una manera enorme, aún recuerdo los gritos de “médico, médico” en cada ataque. Cada sonido de un disparo, yo sé que pude haber hecho más, mucho más y hoy en día aún me reprocho eso. Estando dentro de la UNAN el ambiente siempre fue muy ameno, convivimos entre familia todos hermanos de una misma causa.  Terminó siendo nuestra segunda casa.  Tuvimos cuatro hermanos caídos durante un poco más de dos meses. Es nostálgico recordar lo que se vivió, pero es una historia que llevaremos el resto de nuestras vidas.

Un grupo de estudiantes atrincherados en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN) en el portón 5 del recinto «Rubén Darío». Carlos Herrera | Niú

El ataque del 13 de julio

En la UNAN tuvimos cuatro ataques. El último, el que marcó a todos fue el del 13 y 14 de julio.

13 de julio. Despertamos como cualquier día sin imaginar lo que ese día viviríamos, lo que el régimen denominaba “Operación Limpieza”.  En el recinto se llevaba a cabo una reunión donde se redactaba una carta para negociar la entrega pacífica del recinto.

Alrededor de las once de la mañana nos dieron la primer alerta de ataque, ya parte de nuestro puesto médico andaba fuera en las barricadas. Un grupo salió a la rotonda, minutos después comenzaron a gritar «médico, médico». Decidimos salir la otra parte del puesto médico, pensamos que era un herido pero fue que a un muchacho se le había bajado la presión.

Carlos Herrera | Niú

Estábamos esperando lo peor, y llegó una señora buscando a su hijo. Se puso muy mal y decidí entrar con una enfermera al puesto dentro del recinto para calmarla y darle una pastilla que la doctora nos habia dado para ella.

Le dije a la enfermera: quédate aquí para que a cualquier herido le des atención. Tomé una docena de morteros, los metí en mi mochila y me dispuse a salir cuando comenzaron las ráfagas. No logré salir y tocó resistir desde adentro en la primer barricada que estaba ubicado en el porton del Arlen Siu, una parte nos movimos a la parte de atrás y nos quedamos resguardando esa zona detrás de los arboles.

No pararon de disparar

Las ráfagas no cesaban. Yo me encontraba adentro en la primer barricada del Arlen Siu. No nos podíamos mover, teníamos que esperar a los que estaban en la rotonda, un grupo nos dirigimos a la parte de atrás para cubrir más perímetro, las balas entraban y nos tuvimos que cubrir con los árboles.

Otro grupo salió por la malla para apoyar a los que se encontraban en la rotonda. Un muchacho tomo el fuzo (un camión que nosotros usábamos para la basura) y se fue de retroceso a sacar a los que estaban en la rotonda, todos lograron salir. Unos con heridas, pero vivos…

El llanto de mi madre

Poco después nos fuimos caminando y llegamos a la Divina Misericordia. Ya eran como las 5:20 de la tarde. Teníamos la esperanza de salir y que ahí acabaría todo. Llamé a mi madre y me respondió llorando. Le dije que estaba bien, que me cuidaría y que no se preocupara porque ya iba gente a ayudarnos.

Pero pasó lo peor. Los paramilitares salieron por el otro lado, y  ya nos habian rodeado. Comenzaron a disparar del lado de la Divina Misericordia. Me despedí de mi madre y entramos a la casa cural. Otros se quedaron a fuera, estuvimos acostados en el suelo por unas horas.

Carlos Herrera | Niú

Hasta que nos dijeron que iban a dejar entrar a las ambulancias para llevarse a los heridos, no habían terminado de salir las ambulancias cuando nos volvieron a disparar. No quería estar adentro y salí con un hermano de lucha, pasamos toda la noche jodiendo a los paramilitares. Les gritamos consignas, quemamos una bandera del FSLN, los vulgareamos, nos reímos de ellos, les contábamos los disparos y cantábamos el Himno. Era lo que más les dolía.

El terrible amanecer

La noche estaba más pesada, pero no estábamos solos. Toda Nicaragua estaba con nosotros, así pasaron las horas mientras más se acercaba el amanecer las ráfagas eran más largas ya no venían de una sola dirección, también de la parte de atrás de la Divina Misericordia.

Eran alrededor de las cinco de la mañana cuando mi cuerpo ya no daba para más. Entré a la casa cural por última vez me acosté en el suelo, no habían pasado dos minutos cuando entraron corriendo con el grito de: «le dieron».

Todos comenzaron a preguntar a quién y dijeron: fue al Chino.

Era Gerald “El Chino” Vázquez. Todos comenzaron a llorar no podían creer que era él. Hasta el más rudo estaba llorando.  Mi cuerpo me traicionó y acostado en el suelo mientras las ráfagas nos cesaban cerré los ojos y menos de una hora después me despertó un amigo: “Ryuk ya está aquí la Conferencia Episcopal”.

Lloré sin parar

Salimos todos de la casa cural y ahí lo vi, en una mesa de madera estaba Francisco “El Oso” Flores sin vida. Se me llenaron de lágrimas los ojos al saber que habíamos tenido dos bajas.

El sacerdote dio unas palabras y luego cantamos el Himno Nacional con lágrimas en los ojos para despedirlos, luego nos dijeron que íbamos a poder salir, nos separaron en grupos: hombres a un lado y mujeres en otro.

Carlos Herrera | Niú

Nos fuimos en una ambulancia, teníamos miedo de ser interceptados ya que en la ambulancia que íbamos era la que cerraba el cordón de vehículos, pero llegamos a la Catedral de Managua. La gente nos recibió con aplausos y gritos, entramos a uno de los auditorios y ahí nos reencontrarnos todos, nos abrazamos, lloramos porque no creíamos que íbamos a sobrevivir. Era algo irreal lo que habíamos vivido, ya que en nuestra mente siempre rondó la idea de «vamos a morir todos» porque esa era la misión de los paramilitares. Querían sacarnos vivos o muertos.

Se me acercó un hermano de lucha que no había estado con nosotros ese día y me dijo: «ñoco perdón por no haber estado con ustedes». Solo le respondí: «loco no te preocupes mejor así lo vimos super mal».

Me encontré con mi madre, la abracé, pero me tenía que ir y así fue. Lo que ese día vivimos en la UNAN y en la Divina Misericordia fue tan fuerte que, un año después, sigo llorando.