«Ahí dejá a la gente en paz, que crean lo que quieren creer» Generalmente se usa esa frase para evitar que las personas cuestionen o critiquen las creencias de otros. Es una forma de dejar claro que si no estás de acuerdo con las creencias ajenas y no te incumbe ni te afecta, entonces deberías simplemente de cerrar la boca y dejarlos en paz.
Y eso es total, completa y absolutamente cierto. Hasta que sí te afectan.
Aclaro, cada quien tiene derecho a tener sus creencias, su posición política y su opinión. Pero comparemos.
Si tu papá lee el horóscopo y cree que Capricornio debe jugar la lotería en la terminación 56, pues es su dinero y es su vida, ¿no?
Si tu abuela cree que si mirás una vez la olla de atol con leche mientras se cocina se va a dañar, pues es cosa de ella, igual siempre le queda rico.
PERO. Si tu pareja cree que no se debe vacunar a los niños porque supuestamente las vacunas generan autismo, no podés simplemente decir que vas a respetar su opinión. Tus hijos NECESITAN esas vacunas y la ciencia ha demostrado a todas luces que las vacunas le ahorrarán a tus hijos muchos problemas más adelante.
Basarse en creencias tiene límite
Para muestra un botón, aún no hay vacuna para el covid-19. Imaginemos cómo sería un mundo lleno de pandemias de Influenza Estacional, Rubeola, Tuberculosis, infecciones por Neumococo, Influenza Tipo B, entre muchos otros padecimientos si no estuviésemos ya vacunados contra ellos. No es nada complicado, a la hora de tomar decisiones serias sobre salud, uno confía en la experiencia de la ciencia y la medicina.
Para saber si tenés diabetes no usás tu opinión, sino que te hacés un examen de azúcar. Para medirte la presión no te basás en tus creencias, te la tomás con un tensiómetro. Para saber si hacerte o no una operación, escuchás a un médico o a dos. No lo hacés basado en tu opinión o creencia.
Pero esos son casos bastante obvios. Imaginate que tu vecino de al lado realmente cree que la pandemia no llegará a Nicaragua. Tal vez es porque cree que la pandemia es puro cuento para meternos en miedo y controlarnos, o tal vez está seguro que Nicaragua es un pueblo privilegiado y simplemente no nos afectará. Tal vez cree en el discurso del orteguismo y que hasta la fecha, todos los contagios son importados y que no hay contagio comunitario.
Si es así, tu vecino irá tranquilo a la playa en el plan de verano promovido por el Gobierno y correrá el riesgo de contagiarse junto a muchísimas otras personas. Ese contagio, por estadística y probabilidad, podría llegar de vuelta a vos. Ya sea por él mismo, o porque tocó un vaso que luego tocó alguien más, que luego estornudó en su mano y tocó una silla, en la que luego se apoyó alguien más. Y así sucesivamente. Entonces las creencias de tu vecino pueden no solamente afectarte a vos, sino a cientos o miles de personas.
Para quedar más claro sobre el Efecto Mariposa que hay con esto, recordemos que esta pandemia comenzó con una persona. UNA. Si esa persona hubiese sabido que había un virus en su organismo se hubiese apartado de todos. Si la gente a la que contagió se hubiese quedado en casa, nadie estaría hablando del covid-19, 70 000 personas más estarían vivas en el mundo y no habría cientos de miles de millones de dólares en pérdidas por paralizar la economía. Esa información no la teníamos antes pero sí la tenemos ahora.
En las opiniones diferentes está la riqueza
Las personas que tienen el poder de ayudar, de hacer una diferencia, ya sea a nivel mundial o local, ya sea el presidente o tu vecino, pueden tener creencias que tarde o temprano podrían afectarte. Y toda creencia parece ser inofensiva hasta que deja de serlo. Por eso debemos siempre promover la crítica constructiva a cualquier creencia, a cualquier planteamiento, a cualquier posición política, religiosa, económica o social.
Enseñarles a nuestros hijos a cuestionar ideas, a saber que cada planteamiento tiene diferentes puntos de vista y que no todos te llevarán a la verdad. Que a veces para llegar a tener la razón, es necesario equivocarse y admitir que te has equivocado. La búsqueda de la verdad es un camino lleno de prueba y error. Cada avance significativo de la humanidad, cada descubrimiento llega después de comprobar que algo en lo que se creía no era completamente correcto.
Tu opinión, tu creencia, por muy tuya que sea, por muy consagrada que esté, no te garantiza que sea correcta. No tengás miedo de cuestionar a tu vecino, de cuestionar su opinión, sus creencias. Entre dos afirmaciones, siempre habrá una más cercana a la realidad que otra. ¡Pero eso es bueno! En las opiniones diferentes está la riqueza. Tener criterios distintos es más una oportunidad que un problema. Porque en todas las opiniones, por muy contrarias que sean, se puede encontrar algo útil, algo que pueda contribuir a la solución de un problema, a entender mejor la realidad.
Creencias deben ser reflejo de conocimiento
Y el momento que estamos viviendo (y sufriendo) es perfecto para reconocer y valorar el papel que tiene la ciencia en esa búsqueda de la realidad. ¿No les resulta interesante que hoy, en plena pandemia, haya aumentado la confianza en los médicos y en la ciencia para diagnosticar el covid-19 y desarrollar una cura, pero aún existen personas que no creen en las vacunas en general? ¿O que aún con lo evidente que es la importancia del método científico, aún hay personas que no quieren creerle a quienes llevan años advirtiendo sobre el cambio climático?
Todos pensamos diferente. Hagamos que esta, más que una lucha de ideologías, sea una colaboración de ideas. Que nuestras creencias sean un reflejo de nuestro conocimiento y no de nuestras opiniones. Que nuestra fe sea un reflejo de nuestra espiritualidad y no de nuestros prejuicios. Que nuestra verdad se acerque más a la realidad y no una verdad personal.
En este mundo vivimos todos, compartiendo casa, barrio, ciudad, país o región y cada cual tiene creencias diferentes. Mientras más acerquemos esas creencias a la realidad, estaremos mejor informados a la hora de tomar las decisiones importantes. Y cada quien será libre de creer lo que quiera sin que esto afecte a nadie más.