En pantalla
Su salida marca el fin de una era. O más bien, debería hacerlo.
Logan, la última incursión de Hugh Jackman en el personaje emblemático de los “X-Men”, se despide con una orgía de sangre y violencia, que pone a prueba el carácter infantil asociado con los filmes de superhéroes. Esto es Marvel, tratando de construir entretenimiento para adultos.
A estas alturas del partido, la franquicia lleva diez películas, incluyendo dos filmes individuales para el personaje titular (este es el tercero), apariciones en aventuras colectivas, e incluso en otras centradas en otros héroes (su cameo “sorpresa” en en “Deadpool” fue filtrado como efectiva herramienta promocional). Existen además dos bandas narrativas, una en el pasado, otra en el presente. Jackman ocupa un lugar especial en este particular universo narrativo, por lo consistente de su presencia. Hay dos Charles Xavier (Patrick Stewart y James McAvoy), pero solo un Wolverine.
Su salida marca el fin de una era. O más bien, debería hacerlo.
“Logan” impone su propio arco narrativo: los días de gloria de los mutantes han terminado. Son vistos como un peligro. Los que no viven de incógnito, están muertos. Charles menciona que no han nacido mutantes en décadas. Están, simplemente, en vías de extinción.
Cansado de la vida, Logan trabaja como chófer de limusinas en Texas. Cuida de su viejo mentor, y ahorra para comprar un bote que les permita retirse en el mar. Por supuesto que nada de eso va a pasar. Sus planes se terminan el día que Gabriela (Elizabeth Rodríguez), una enfermera latina, le pide desesperada que lleve a Laura (Dafne Keen) a un punto específico en la frontera de EE.UU. con Canadá. No es tan fácil, considerando que un escuadrón de paramilitares, encabezado por el mercenario Pierce (Boyd Holbrook) la persiguen. “Se parece a ti… Es muy parecida a ti”, dice el Profesor Xavier. Gracias a su expresiva elocución shakespeareana, en ese puñado de palabras hay tanto drama como en toda la película. No revelaré los giros de la trama, porque este tipo de película se hace o deshace sobre el efecto de las sorpresas.
El kitsch comúnmente asociado al género se disminuye al mínimo. No hay trajes especiales, capas ondeantes al viento, o alivio cómico – los exoesqueletos de los villanos vienen de la ciencia ficción -. Cuando Logan desdeña un cómic que recuenta historias de sus hazañas, está proyectando la actitud de la película entera. Pero Marvel tiene una idea adolescente de lo que los adultos quieren: violencia extrema, presentada de la manera más gráfica posible. Los peores efectos de las garras de Wolverine, que antes se disimulaban con cortes y posicionamientos de cámara, ahora se presentan con gusto. Laura se convierte, ella misma, en un agente de violencia, capaz de destazar a un hombre adulto en un abrir y cerrar de ojos.
Las acciones tienen sentido en el contexto de la historia, pero hay algo grotesco en la avidez del director James Mangold por mostrar la matanza de la cual Laura es capaz. La escena que introduce sus poderes es una cita de la culminación de “Let the Right One In” (Tomas Alfredson, 2008), pero no se denota ninguna preocupación ética a la hora de retratar la combustión entre la inocencia de la juventud y lo mortal de la violencia que se dispensa. Cada cráneo perforado por cuchillas, cada miembro cercenado, es celebrado como un triunfo.
Por lo demás, Mangold ofrece un sólido ejercicio de género, inspirado en la dinámica dramática y la estética de viejas películas del oeste. No es una casualidad que en pequeño respiro, el trío vea “Shane” (George Stevens, 1953) en televisión. Es solo uno de los filmes clásicos que el director cita y emula. Toda la película está bañada en una especie de luz cenital que conecta con el fatalismo que inunda a Logan. Las locaciones desérticas son aprovechadas al máximo. Espacios banales como cementerios, hoteles de carretera, tiendas de conveniencia y casinos, anclan los fantásticos acontecimientos en un mundo real y reconocible. De toda la serie, esta tiene la puesta en escena más solida.
La mejor parte de “Logan” tiene lugar durante un engañoso interludio de descanso, cuando el trío perseguido es invitado a pernoctar en la granja de una familia ordinaria –El padre es interpretado por Eriq Lasalle, veterano de la serie de TV “E.R.” –. La digresión condensa toda la dimensión trágica del arco narrativo del personaje, y casi convierte en obsoleto e innecesario el tercio final del filme. Pero Marvel necesita cerrar el capítulo, solo para abrirlo nuevamente. La puerta queda abierta para una nueva reinvención. Aunque Logan quiera quitarse las garras, en el universo de los superhéroes, la muerte nunca es definitiva.
“Logan”
Dirección: James Mangold
Duración: 2 horas, 17 minutos
Clasificación: * * * (Buena, recomendada con ciertas reservas)