A Nohelia Pavón, de 23 años, le entregaron las cintas y pañuelos que Luis Manuel Ortiz vendía. En el hospital, desesperada, ella le reclamó: «Le dije que qué fue a hacer ahí, sabiendo que estaba mala la venta nos hubiéramos regresado ¡Él estuviera con su niña! Hubiese querido que él me hablara, pero ya no podía contestarme».
Querían conseguir al menos 500 córdobas. Eso cuesta el tarro de leche para su hija de un año. Esa mañana, Luis Manuel sacó su carretón para recoger basura y ganó lo suficiente para el transporte de él, su pareja y su suegra a la Marcha de las Flores. Había gastado mil córdobas en productos y se afligió cuando se canceló la actividad el 23 de junio. El sábado 30 esperaba recuperar su inversión.
Desde que empezaron las manifestaciones en abril, la joven pareja iba a las protestas a vender distintos artículos. En la Marcha de las Flores se dividieron para abarcar más espacio y así ganar más dinero. Nohelia encontró a Luis Manuel al menos tres veces en el trayecto de la caminata. «Ese día nos fue mal en la venta, apenas yo había vendido 90 pesos cuando lo miré por última vez», recuerda. En la rotonda Jean Paul Genie la pareja se separó. Poco después comenzaron los disparos.
Nohelia corrió y encontró a su madre. Juntas esperaron a Luis Manuel por dos horas. A la gente le preguntaban si habían visto a un vendedor. «Yo creyendo que él ya estaba afuera, pero no. Nunca me imaginé que él iba a ir hasta ahí (en la balacera) tal vez él se fue a querer seguir la marcha para querer vender más y sacar lo de la leche de su niña«, lamenta la joven. Al no hallarlo, regresaron a casa. Luego lo reconocerían en una foto en la que aparece con el bluyín ensangrentado, una mochila en la espalda y los ojos cerrados. Varios muchachos lo cargan en una moto rumbo al hospital. Tenía 23 años y dos disparos en la cabeza.
«A veces nos iba malo, nos quedaban ventas, buscábamos nuestra vida. Él era mi ayuda, él era mi segunda mano, el que me ayudaba con la niña y ahora no está. Yo no pienso volver a vender, ya a las marchas ya no», asegura Nohelia. Antes de la rebelión de abril, Luis Manuel botaba basura en el Mercado Oriental y ella vendía verduras y frutas. Lo que podían. «Era una persona cariñosa, obligado, responsable, muy trabajador. Las cositas yo las tengo guardaditas», dice. Son las cintas y pañuelos que él ya no pudo vender.
Así como ellos, al menos mil trabajadores informales en Managua encontraron una oportunidad de subsistencia en las protestas. La venta de banderas y artículos patrióticos en plantones o marchas fue la salida para familias como la de Nohelia y Luis Manuel que quedaron desempleados. «Ellos compran de mil a cinco mil córdobas en productos, andan banderas, andan pitos, andan pañoletas, cintillos, máscaras. En un día excelente los que invirtieron mil córdobas le queda de ganancia 500 córdobas«, explica Irlanda Jerez, odontóloga y comerciante del Mercado Oriental. Aquí algunas historias: