En el cuento de «Las mil y una noches», Schahriar es el rey al que Sherezade se dispuso enfrentar a su manera, para detener su opresión y violencia contra las mujeres, buscando así emanciparlas a todas.
Resulta que el rey había concluido que ninguna mujer valía la pena, todas eras esclavas de la pasión y ninguna era capaz de guardar fidelidad. Su propia esposa le traicionaba con un esclavo negro. Los asesinó a ambos.
Y el rey, para evitar en el futuro esas traiciones (inevitables en su raciocinio) decidió que la única manera de asegurar el control total sobre el comportamiento de las mujeres, era disfrutar una noche de sus placeres y al alba siguiente, asesinarlas. Así se aseguraba ser el último hombre de esa mujer y “problema” resuelto.
Por lo que desposaba, hacía el amor, cada noche a una joven distinta y en la mañana, la degollaba. Pasó haciendo eso durante tres años; al fin y al cabo, era el rey y nadie podría impedírselo, nadie podía detenerlo. Y la nación entera miraba y sufría esa violencia desenfrenada y solamente se quejaban en voz baja de esa epidemia de opresión, abuso, violencia y crimen contra las mujeres.
Pero Sherezade, en esa situación, estaba decidida a correr el riesgo y lograr emancipar a las mujeres de ese poder masculino opresor y agresor. Su ventaja era ser una mujer muy culta, “muy leída” y manejaba el arte de los relatos. Esa era su arma, y lo que hacía era dejar el relato sin final cuando llega el alba, obligando al rey a concederle un día más de vida, para conocer su desenlace la noche siguiente.
Sherezade invierte 1001 noches en esa estrategia, logrando salvar su propia vida y la de 1000 mujeres más, hasta que el rey se olvida de su obsesión, su misoginia y se da cuenta que, en ese periodo, Sherezade le ha dado dos hijos.
Bien, es un camino costoso y algo extraño el de Sherezade, pero de alguna manera, ella se sacrifica y logra, como sea, su objetivo de emancipar a su género de la opresión, la violencia y la muerte. Y el arma ha sido la cultura, la educación, la literatura.
La palabra, la denuncia, el no al silencio, la reiteración, el lograr las próximas 1001 noches sin opresión, sin violencia y sin muerte de mujeres, son armas y logros necesarios en este rumbo.
(De una corta conversa con Alberto Sánchez Argüello)
Más del autor en su blog