En pantalla
Estamos ante una densa narrativa episódica que ofrece un retrato fiel del ejercicio de la profesión del derecho penal.
El crimen siempre paga en televisión. Tome nota de la popularidad de las franquicias de “Law & Order” y “C.S.I.” en el plano ficticio, o las serie que reconstruyen “crímenes verdaderos” con presupuestos y estrellas menores. El género está tan afianzado en el imaginario popular, que ya se han producido sátiras, como “American Vandal” (2017), dedicada a descubrir quien manchó con grafiti pornográficos 27 vehículos pertenecientes a los profesores de una escuela secundaria. Esa serie es una producción original de Netflix. El servicio de streaming está tan comprometido con el género, que ahora ofrece una compilación dinámica de un caso real que no termina de dar sorpresas.
La noche del 9 de diciembre del 2001, el escritor Michael Peterson llamó a una ambulancia. Su esposa, Kathleen, había sufrido una aparatosa caída por unas escaleras, y agonizaba en un charco de su propia sangre. Al menos, eso fue lo que él dijo. Las autoridades no creyeron su historia, y pronto se vio en el banquillo de los acusados. La sospecha destrozó su núcleo familiar, mezcla de hijos biológicos y adoptivos, que la pareja y sus relaciones previas habían abrigado en el transcurso de sus vidas. El abogado David Rudolf asumió la defensa de un caso que se juega a dos bandas, en una corte de Carolina del Sur, pero también en la corte de la opinión pública, vía la prensa amarillista. Peterson es una celebridad en su comunidad, y las revelaciones que se acumulan abonan el morbo: ¡Bisexualidad! ¡Un arma perdida! ¡Toda esa sangre en los escalones!
Pero el tratamiento que prodiga el director Jean Xavier Lestrade es lo opuesto al sensacionalismo. El director consiguió acceso incondicional por parte de Peterson y su equipo legal, y lo aprovecha para retratar el proceso con lujo de detalles. Las sorpresas son pequeños destellos de adrenalina. Estamos ante una densa narrativa episódica que ofrece un retrato fiel del ejercicio de la profesión del derecho penal. La cámara nos sitúa en largas sesiones preparatorias, grupos focales, ensayos de interrogatorios y el juicio público. Los procedimientos son apegados a la práctica de la profesión según las leyes de Estados Unidos, pero el carácter de la labor es el mismo en cualquier país. La amplitud y variedad del material recopilado quita el aliento, y permite desviarse por tangentes inusitadas. El guion, también asumido por Lestrade, tiene una sensibilidad humanista y novelesca, introduciéndose por temas universales, que trascienden a los detalles superficiales de la intriga del caso.
Si busca una narrativa de suspenso que le acelere el pulso, tendrá que ir a otra parte. La belleza de “La Escalera”, si podemos llamarla de esa manera, está en lo cavilante de su paso, mientras más lento mejor. Tome nota de un capítulo dedicado a la exhumación de los restos de la madre de las hijas adoptivas de Peterson. El shock emocional del trámite queda patente en la atención a detalle con que se registra. La indeleble imagen del ataúd se complementa con los periodistas de una televisora local que se preparan para registrar el momento, o los policías que escoltan el féretro a través de fronteras interestatales, sin dormir. Más que el recuento de un crimen verdadero, estamos ante un fascinante registro del trabajo como vida. Las largas discusiones de los abogados con su equipo de apoyo y los peritos que cooperan con ellos no son una distracción del evento principal. Son el evento principal.
Este nivel de detalle y ritmo solo puede ser posible con bastante tiempo disponible. Sería imposible crear este efecto en una película. “La Escalera” es un fuerte alegato a favor del serial audiovisual como formato narrativo. Con inusual flexibilidad ante los astringentes formatos comerciales, Lestrade ha podido seguir el desarrollo del caso a través de más de una década. Los primeros ocho episodios fueron estrenados como una miniserie en el año 2004, y cierran con el veredicto. Una apelación produjo material para una secuela de dos capítulos estrenados en 2013, es decir, nueve años más tarde. Este año, Netflix reunió todas las entregas y añadió tres más. Lestrade, que ganó el Óscar a Mejor Largometraje Documental por “Murder on a Sunday Morning” (2001), ha sacado el mayor provecho del medio televisivo.
“La Escalera» (The Staircase)
Dirección: Jean-Xavier de Lestrade
Duración: 13 episodios: 10 horas, 28 minutos aprox.
Clasificación: **** Muy buena
NOTA: esta crítica está basada en los primeros ocho capítulos de la serie.