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Si las paredes pudieran hablar, ¿qué contarían? Las pintas recogen el sentir de una época y miden el pulso de una crisis. En Nicaragua no es la excepción.
Simplemente aparecen. Pocas veces se observa quién las hace. No tienen firmas. Nadie reclama su autoría. Podría ser un peligro ponerle nombre a lo que reta y se burla del poder. Cuando el transeúnte pasa en frente de ellas, las lee, las observa e incluso, las siente. Se quedan en la memoria, en formas de ecos que piden justicia, democracia y «una Nicaragua libre».
Son las 03:00 de la tarde del lunes 23 de julio. Una manifestación masiva pasa por la carretera a Masaya mientras algunos jóvenes aprovechan el momento de euforia para hacer pintas en las paredes. Las denuncias se han materializado en garabatos y frases escritas con aerosoles. La ciudad se ha llenado nuevamente de pintas, como hace 40 años.
Para muchas personas que vivieron la Revolución Popular Sandinista, como la periodista Sofía Montenegro, las pintas de esta nueva rebelión cívica guardan similitudes con las del siglo pasado que fueron escritas contra la dictadura somocista. Esto es debido a que el fenómeno social es, en esencia, «el mismo»: «Estás ante un régimen dictatorial autoritario y asesino», explica Montenegro.
Una de las tantas que han surgido en los muros de Managua dice: “Daniel, que se rinda tu madre”. Es el simbólico grito del poeta y luchador sandinista Leonel Rugama, minutos antes que un general de la Guardia Nacional somocista lo asesinara. Muchas décadas después, aquel grito alzado se le devuelve al presidente Daniel Ortega, el “máximo líder” del Frente Sandinista de Revolución Nacional (FSLN) en la actualidad.
El mensaje aparece escrito una y otra vez en muros y monumentos de la ciudad. A este le siguen muchos otros que a medida que la crisis se agudiza, sube el tono de las frases: “Asesino”, “Violador”, “Genocida”, “¡Que se vayan!”; otras exclaman: “¡Vivan los estudiantes!”, “Nos faltan 300+”.
Gracias a la viralidad de las redes sociales, algunas de estas declaratorias de rechazo quedarán para la posteridad, incluso si alguien intentara borrarlas. Una de las que ha causado más impacto en internet fue escrita desde el inicio de las protestas, en Masaya, cuando la ciudad entero empezó a llenarse de barricadas. En la Alcaldía Municipal se leía: “No hay repliegue”.
Y de hecho, así fue. Lo que hubo, semanas después de la fecha oficial, fue una caravana que se dirigió al cuartel de la Policía Nacional en dicha ciudad. Daniel Ortega fue recibido por el comisionado general Ramón Avellán y varios encapuchados de la Policía Nacional. Lo que encontró fue una ciudad con las calles vacías y las puertas de las casas cerradas, como una gran muestra de desdén para el régimen.
Los testigos de la historia
Si las paredes pudieran hablar, ¿qué contarían? Managua se ha llenado de pintas que exigen la salida de Ortega, pero ¿cómo nacen? Es una pregunta difícil de responder. En los tiempos de la dictadura somocista, la periodista Sofía Montenegro cuenta que ella junto a un grupo de jóvenes salían por la madrugada a garabatear las paredes con mensajes de repudio dirigidos a la Guardia Nacional, esa fuerza armada controlada por la dinastía somocista que secuestraba, torturaba y mataba a jóvenes y opositores, pero ahora se realizan a plena luz del día y cada vez que hay manifestaciones masivas en la ciudad.
Cada vez que hay una manifestación multitudinaria en Managua y en otras ciudades del país, los jóvenes aprovechan el momento para garabatear los espacios públicos. También porque después de las 06:00 de la tarde, las ciudades lucen desoladas; las tiendas cierran, la vida nocturna es casi inexistente y pocos caminan a esa hora por las aceras.
De esta manera, las pintas se convierten en una forma de comunicación pública, «utilizada cuando los sistemas de comunicación están plagados de ruido», opina Montenegro.
“Recogen el sentir de una época. Esa es un poco la diferencia en términos de que no es una publicidad o una propaganda normal, que digamos”, agrega la periodista, quien en su juventud también realizó sinnúmero de pintas contra la dictadura somocista.
También “miden el pulso” de la población, sube la categoría del conflicto y es el termómetro del sentir del pueblo. A veces son declaratorias públicas sobre una situación en específico. Por ejemplo, las realizadas en Masaya, para la historiadora Sofía Montenegro, son un mensaje “categórico”, es decir, que no admite réplicas. “Es una sentencia admitida”, comenta. «Las pintas animan, movilizan dominan, pasan por todos los estadios».
La guerra de las pintas
Días después de una protesta, un grupo de trabajadores de la Alcaldía de Managua taparon con una capa de pintura blanca las pintas realizadas por manifestantes en la rotonda Rubén Darío. Pero al día siguiente, inevitablemente volvieron a aparecer.
Las paredes también son una pugna, un terreno a disputar. Para muestra, el deseo incontenible por parte del Gobierno de borrarlas, pero también el ímpetu de los manifestantes de escribirlas las veces que sean necesarias.
Hace algunas semanas atrás, los simpatizantes de Daniel Ortega escribieron “Daniel se queda” en uno de los muros de la carretera a Masaya, pero con el tiempo, este mensaje fue modificado por los «autoconvocados». La batalla de las paredes entre manifestantes y simpatizantes reside en quién escriba la última palabra.
“Aquello que no se nombra no existe. Entonces para que exista y se reconozca la realidad, es que los muros nombran una realidad. La nombran diciendo ‘aquí hay masacre, u Ortega Murillo asesinos’”, sintetiza la periodista Sofía Montenegro.
En algunos departamentos del país, grupos afines al Gobierno señalan con pintas las casas de las personas que han participado o apoyado las manifestaciones. También las iglesias se han convertido en un blanco para los simpatizantes del Gobierno. En ellas, estos grupos han escrito «plomo», «golpistas», en represalia a los sacerdotes que han abierto las puertas de sus templos para recibir heridos.
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Mientras otro día amanece en Managua, los trabajadores de la Alcaldía Municipal se dan al fin por vencidos. Ya no se molestan en volver a aplicar pintura blanca a las paredes. La pugna esta vez la han ganado los “autoconvocados”.
A más de 100 días de manifestaciones que exigen la salida definitiva de Daniel Ortega, los mensajes se han elevado de tono: “Daniel, o te vas o te matamos”, dice una pared garabateada en el paso desnivel de la Colonia Centroamérica. Si en verdad las pintas “miden el pulso” de una rebelión, esta en particular demuestra que el país entero está en medio de una taquicardia.