En pantalla

“El Planeta de los Simios: La Guerra” es la mejor película taquillera del año
El Planeta de los Simios: La Guerra

El hombre es su propio peor enemigo. Los simios solo tienen que apartarse, y dejar que nosotros hagamos el trabajo sucio de extinguirnos.

Debo confesar que la reiniciación de “El Planeta de los Simios”, inaugurada con “Rise of the Planet of the Apes” (Rupert Wyatt, 2011) me pareció otro oportunista intento de Hollywood por reempaquetar un producto viejo para una nueva generación. La segunda película, “Dawn of the Planet of the Apes” (Matt Reeves, 2014) supuso una mejoría. Sin embargo, nada podía prepararme para la sorpresa de esta tercera parte. El director Matt Reeves regresa detrás de la cámara en “El Planeta de los Simios: La Guerra”, y con su cinefilia desbocada eleva el proyecto a un plano superior.

César (Andy Serkis), el líder de la tribu más avanzada de simios, sigue luchando por la sobrevivencia de los suyos frente a la resistencia humana. La convivencia pacífica no es una opción para el coronel (Woody Harrelson), militar que lidera un pequeño pero letal ejército. Por razones, personales, quiere extinguir a los monos, no importa cuan avanzados sean. Héroe y villano tienen más cosas en común de lo que creen.

“…La Guerra”, arranca con un combate que no estaría fuera de lugar en uno de esos clásicos que dramatizan el combate de guerrillas. Inicialmente, lo vemos desde el punto de vista de los humanos. Llegamos con ellos al teatro de operaciones, un retén que protege a la colonia. La elegante puesta en escena delata el sentido del humor de Reeves y define las relaciones de poder. Los soldados llevan en sus cascos leyendas que satirizan otras películas – “Ape to Kill” –. Un gorila colaboracionista se mueve entre los soldados, rastreando a los suyos. Sobre su espalda, lleva inscrita la palabra “Donkey”. El epíteto se ha convertido en su nombre. Cuando las armas se disparan, para sus pares es un enemigo más.

La puesta en escena del combate es monumental. Reeves favorece las tomas abiertas, enfatizando el sacrificio colectivo. Es un cuadro dantesco, que bien podría recordar los desastres de la guerra según Goya. La carnicería hace que nuestra empatía se traslade hacia el bando contrario a nuestra especie. A partir de ese momento, estamos lado a lado con César. Su santuario familiar, oculto detrás de una cascada, es mancillado de manera simbólica y letal por el coronel. La introducción del villano, en un lapidario close-up, es una de las mejores entradas en escena del cine reciente.

Las acciones del coronel empujan a César por un camino que John Wayne, Clint Eastwood, y tantos otros héroes han seguido. La película se convierte en un virtual western en un set invernal. César y sus incondicionales persiguen a la tropa con sed de venganza. Sobre la marcha, recogen a una niña muda (Amiah Miller), que sugiere una modesta cuota de esperanza para el futuro de las relaciones simio-humano. También a “mono malo”, sobreviviente de un zoológico con el aura de un tonto bendecido. La actuación de Steve Zahn es conmovedora y de fina comicidad, tan buena como la del protagonista Andy Serkis.

En su campamento, el coronel desata su Kurtz interno. Reeves no oculta el homenaje a “Apocalypsis Now” (1979), ni ninguna otra de las citas cinematográficas que planta a lo largo del camino. Son tan obvios como la cabeza afeitada de Harrelson. La apropiación no es mercenaria, porque el director despliega su propio talento en la puesta en escena. No se está arropando simplemente con el ingenio de otros. “…La Guerra” es brillante a la hora de ejecutar sus secuencias de acción, abonada por la espectacular música de Michael Giacchino. Es un trabajo con la expresividad de Max Steiner.

El único punto flaco tiene que ver con el giro narrativo que resuelve la trama. Después de dos tercios sólidos, nos enfrentamos al bache de una escena que deja caer una onerosa carga expositiva sobre el coronel. A costa de reestablecer nuestra simpatía por el género humano, le lima las asperezas y lo hace menos interesante. Afortunadamente, el desenlace recupera el ritmo y saca el mayor provecho de una resolución de trágica ironía. El hombre es su propio peor enemigo. Los simios solo tienen que apartarse, y dejar que nosotros hagamos el trabajo sucio de extinguirnos.

La conclusión cierra limpiamente, como digna antesala del filme de 1968. Sin embargo, una nueva secuela ha sido autorizada. Si es tan buena como “…La Guerra”, que venga pronto.

“El Planeta de los Simios: La Guerra”
Dirección: Matt Reeves
Duración: 2 horas, 20 minutos
Clasificación: * * * * (Muy buena)

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