¡Qué rara pregunta!, ¿verdad? Asumimos que todo mundo celebra la navidad. Por lo menos el mundo occidental cristiano. La verdad es que, no es así. Sorprendentemente, mi comunidad de fe no lo hace. La razón: «¿Quién dice que Jesús nació en esta fecha?» Un argumento que me cansa tanto escuchar y al mismo tiempo responder. Interesantemente tampoco se sabe cuando Jesús murió pero igual toda iglesia que conozco celebra rigurosamente los días mayores, es decir la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Algunas iglesias, en particular la mía, en un intento moralista de no parecerse y estar en contra del «mundo» en celebraciones sin sentido, han decidido abolir una fecha tan significativa como lo es el nacimiento de Jesús, el histórico, el de carne y hueso nacido de una mujer, divino y humano hasta los huesos. Aquí quiero aclarar, sin embargo, que cada quien tiene derecho a decidir celebrar o no la navidad y de crear también su propia tradición. En mi caso particular, yo he decidido celebrarla.
Quizás, y por obvias razones, nunca lo haré al estilo Hollywood pues no sé que tiene que ver un señor obeso vestido de blanco y rojo con una gran bolsa de regalos con la navidad o el folklore del norte con sus nieves y demás. No, definitivamente la navidad que quiero celebrar es muy diferente a esa consumista y que en estas latitudes, también, se traduce en estrenos de ropa, juguetes, comidas aparatosas o premios de indulgencia (a la que los creyentes son los primeros en practicar)
Para mi la navidad, tiene que ver con una historia hermosa de esperanza. Recientemente leí un poema que me encantó, en él la autora mencionaba la parte humana del nacimiento de Jesús, enfocada por supuesto en una María real, histórica, muchacha de 14 años, con el enorme reto de traer al mundo a una persona, que sin duda cambiaría el mundo.
María, quien me recuerda a otras Marías, las cercanas, las chicas del 2019, que encuentro en la calles a diario, embarazadas o con niños a tuto. Marías y Josés que vemos y seguimos viendo en las noticias huyendo de un país, por sus vidas y paradojicamnete encontrando la muerte. La historia de la Natividad es hermosa en sí misma porque refleja el drama humano y real que, a pesar de miles de años de distancia sigue siendo tan nuestro, por tratarse del nacimiento de un bebé y todo lo que conlleva traer un hijo al mundo.
Así que me disculpan sociedad consumista, líderes masculinos religiosos, pero yo encenderé como siempre mi vela, y me pondré a leer la historia de María dando a luz, asustada hasta la muerte como sólo una madre primeriza puede estarlo, desesperada junto a su esposo por buscar un lugar donde parir, acongojada porque su hijo nacerá en un establo lleno de animales, porque el niño ya viene, ¡ya viene! gritan todos …
Estremecida por los dolores de parto, pidiendo que paren, por el amor de Dios, para luego escuchar el llanto hermoso de una pequeña criatura envuelta en sangres y demás viscosidades que buscará con ansias su calor y succionara con ansias el pecho, que quizás no tenga leche caliente en los primeros momentos aumentando su dolor, por no estar en el refugio caliente que hasta ese momento le ofrecía el útero materno. La madre cansada, exhausta dormida y el padre conmovido tratando de cargar al bebe….
Además de encender esa vela, oraré y daré gracias a Dios porque en medio de la oscuridad más grande, él siempre traerá esperanza. Y sabemos que de la esperanza no se vive, pero sin ella no podemos vivir. Me aferraré a esa esperanza, frente a la cruel e injusta vida y la pondré por delante, esperando que nuestro pueblo alcance nuevamente ¡la paz y la justicia que tanto merecemos!
Para que cada persona que perdió un ser querido sea consolado.
Para que todas las personas que no tienen a su familiar cerca, se sientan acompañados.
Para que todos aquellos que no tienen pan en su mesa, vean el milagro del pan multiplicado.
Para que todas aquellas familias que están huyendo de sus países, encuentren una mano amiga.
He decidido celebrar la navidad, porque creo que la esperanza, será siempre más grande que el miedo y porque las tinieblas nunca vencerán a la luz de Jesús…
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