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¿Por qué se abandonan los propósitos de año nuevo antes de que termine enero?

Propósitos de año nuevo

Foto: Agencias | Niú

El comienzo de un nuevo año es la oportunidad de un cambio radical en la vida. Al menos, eso es lo que piensa la mayoría cuando el 31 de diciembre deciden convertirse en alguien «nuevo». Sin embargo, tras las fiestas decembrinas la capacidad para disciplinarse y cumplir las metas propuestas resulta más difícil. Y como resultado la mayoría renuncia incluso antes que termine enero.

Pero, ¿por qué se abandonan tan rápido las metas de año nuevo? Según Strava, una red social para atletas, el 19 de enero es el “Quitter’s Day” o “el día de los que se rinden”, pues tras un análisis de los datos, descubrieron que a partir de este día la motivación de sus usuarios comenzaba a flaquear.

Estas metas comienzan a cocinarse en las mentes de muchos cuando el año está por acabarse. Las más populares son: bajar de peso, ahorrar dinero, leer más libros, etcétera. Muchas veces estos propósitos genéricos se alejan de la realidad personal, y no combinan con el fin último de traer bienestar a la persona. Esa es una de las razones por las que usualmente fallan.

“Nos proponemos cosas que parecen que son lo correcto, lo que tenemos que resolver en nuestra vida. Entonces la gente toma por puro condicionamiento cultural aquellos propósitos que realmente no les importan, por tanto, están destinados a fracasar”, expresó el médico psiquiatra Rafael López en su podcast Supracortical.

No saber cómo adquirir un nuevo hábito es otra de las razones por las cuales no se cumplen las metas. En Niú te traemos algunas claves para comprender ese proceso. Y cómo dejar de poner excusas para adoptar definitivamente los hábitos que siempre has querido tener.

Aprender a crear hábitos

Cuando se piensa en un propósito de año nuevo, usualmente el enfoque está en el resultado final, uno que trae mucha felicidad. Por ejemplo, bajar treinta libras, ahorrar una considerable cantidad de dinero, o leer doce libros al año. Sin embargo, el proceso para lograrlo no es lo que pasa primero por la mente. Vivir en una sociedad tan orientada al resultado hace más complicado ver que el camino para conseguir lo que se quiere también puede ser gratificante.

Al imaginar los beneficios que traería cumplir determinado propósito, es importante evaluar los costos que conlleva. Hacer una lista de nuevos hábitos -como quien compra en el supermercado- olvidando que el día tiene veinticuatro horas y no se le pueden sumar más, es un camino seguro al abandono. Por ejemplo, si se quiere adquirir el hábito de ejercitar diariamente una hora, habrá que evaluar a qué otra actividad que ya se realizaba antes se le restará esa hora a dedicar al nuevo hábito. Usualmente se sacrifica el tiempo invertido en redes sociales.

Se necesitan 66 días para crear un nuevo hábito, en promedio, de acuerdo a un artículo publicado por El País. Formar un nuevo hábito es difícil, pero no imposible. Incluso el desarrollo del cerebro se beneficia de ello. Pero solo a través de la repetición es posible. Durante esta etapa es crucial no tirar la toalla. Y lo mismo aplica si se quiere deshacer de un hábito nocivo.

Motivación versus disciplina

¿Quién no se ha sentado a esperar a que llegue la motivación para cumplir lo que uno se ha propuesto? Lo cierto es que pasará mucho tiempo para que esa motivación llegue, o quizá nunca lo haga. Cuando se trata aprender una nueva habilidad o dejar atrás eso que hace daño, lo que se necesita es disciplina.

Cambiar la rutina que ya se tiene será incómodo. Charles Duhigg, autor de “The Power of Habit”, explica que el comportamiento del hábito se ubica en los ganglios basales —una parte del cerebro asociada con emociones, patrones y memorias—. Mientras que las decisiones se toman en la corteza prefrontal, un área diferente. Cuando un comportamiento se vuelve un hábito, este deja de usar las habilidades de toma de decisión para dar lugar a una función más automática.

No todos los días habrá motivación. Para ello estará la disciplina. Una vez comprendido el proceso para formar nuevos hábitos, evitará pensarla tanto cuando se tiene que hacer algo. El cerebro naturalmente se resistirá a cambiar lo que ya está acostumbrado, por tanto, tomará tiempo y algunos intentos.

Querer ser mejor, en medio de una pandemia

Que el reloj marcara “1 de enero de 2021” no iba a ser la solución a los problemas. Lo que trajo el año 2020 aún no se ha ido, pero hay espacio para la búsqueda de bienestar. En tiempos difíciles como estos, es conveniente escoger metas pequeñas y realizables. Exigir demasiado solo llevará a desgaste y depresión.

Para muchos, la pandemia ha hecho valorar las “pequeñas cosas”. En medio de lo que parece una ansiedad colectiva, sentarse unos cinco minutos al día a pensar en las cosas por las que se está agradecido puede ser un pequeño hábito pero con gran impacto.