Cultura

Anillos para soltar a Raúl Zurita en su Paraíso
Raúl Zurita
El poeta chileno Raúl Zurita, en Santiago de Chile, tras ser galardonado con el XXIX Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el máximo galardón del género en español. EFE/Elvis González | Niú

Raúl Zurita logra su apertura textual a sentidos posibles, mediante la utilización reiterada de una estructura formal

     
  • Anastasio Lovo
  • 9 de septiembre 2020

I

Conocí a Raúl Zurita en el Purgatorio que era Santiago de Chile en el Año del Señor de 1973. Alto, delgado, carilargo de ojos grandes, febriles, morena tez moruna donde aún suenan adufes en lo almendrado. También puedo afirmar -góndola encallada en la laguna de mi recuerdo- a un San Juan de la Cruz de pausada y grave voz enfundado en un abrigo, no se si de alto cuello de tortuga o bufanda a falta de gorguera. Más un tanto de Góngora y tres de Quijote, que sumados a su afición de criar egovacas en ÁREAS VERDES, lo situaban en bien cumplidos años 22.

En medio de la noche en la Alameda en la parada de la Católica, Zurita se me acercó y me dijo entusiasta algo así como la empiluchada que en mi texto le había hecho a la poesía de Longone, que él esperaba que sus textos cayeran en manos de alguien que lo empelotara y no en las garras de uno que sólo dijera cojudeces sobre lo que hacía.

Ah, le dije, vos sos Zurita el de las vacas que pastan en áreas verdes regidas y áreas blancas no regidas. Sí me dijo y vos sos el que escribe unas ondas muy cargadas de metáforas, con un lenguaje barroco que yo creí superado, agotado, que ya no daba pa más en la poesía. Sí le dije desde una fraternidad humana y poética que no me cabe la menor duda aún mutuamente conservamos: el problema Zurita es que vos ya estás cerca de escribir la página en blanco de Mallarmé como poema. Nos reímos al tiempo que abordábamos micro y liebre respectivas en clave de Ciao para disolvernos en la noche.

II

En 1985, cuando todo Chile era un Gólgota e Il Duce erguía cordilleras muertas, volví a ver a Raúl en una casa de la comuna de Ñuñoa y vi un Raúl traspasado, Raúl doliente, Raúl dolorosa, Raúl rompiéndose de su crisis como equilibrio inestable por dolor, Raúl sufriente a un tris místico de las llagas del Cristo, Raúl-crucificado-estragado- estropajo-escupitajo-sanguinolento, Raúl de iterativo tics en la bolsa de sus ojos que desmedían la angustia, que la desbordaban y que a punta de mística se hacía Verbo.

Deleuze con un mazo de mathesis como un demonio al oído me susurraba: “No seás baboso, Raúl Zurita logra su apertura textual a sentidos posibles, mediante la utilización reiterada de una estructura formal susceptible de ser descrita como un par de proposiciones lógicas precedidas y seguidas por un párrafo síntesis de mayor densidad poética que las proposiciones numeradas”.

III

Existe un Narciso en los textos de Zurita. Éste no ocupa únicamente al agua como superficie reflejante, si no la alteridad del ser -como en el caso de Raquel la prostituta como la alteridad de vastos espacios refractantes como el desierto, el mar, la cordillera…como la alteridad poetizable.

Espacios que a través de una implacable y efectiva escritura adquieren categoría metafísica recuperable únicamente en la más alta espiritualidad del yo. Un poderoso yo constituyéndose en un momento de creación de mundo; derrotados y vencidos un yo pecador y un sucio y hediondo mundo.

Zurita nos entrega un Brave New World de esplendor extraordinario, cegador y fulgente como el desierto de Atacama y las playas de Chile. En este espacio todas las relaciones alienantes como la de la madre, la del padre, los hijos, la sociedad, Il Duce, al arribar a un punto mitopoyético de intersección con el yo, revelan una nueva escritura que obliga a una nueva lectura donde se fundará la primordial inocencia y un nuevo Paraíso.

¡Para Zurita, manzana y laúd! ¡Vino, sal y calavera a su salud!