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Usar la comida como herramienta para regular las emociones negativas se conoce como comer emocional y, en el contexto de la pandemia por covid-19, este desequilibrio alimentario se puede haber acentuado.
¿Ha recurrido a la comida para sentirse mejor o en momentos en los que está estresado, enfadado o triste? ¿Come porque tiene hambre? ¿O solo porque siente ansiedad? ¿Suele hacerlo, no solo hasta saciarse, sino aun habiendo superado este límite?
Si es así, es posible que haya experimentado uno o varios episodios de lo que se conoce como “comer emocional”. Este concepto se refiere al uso de los alimentos como forma de regular las emociones en lugar de como recurso para calmar el hambre.
La teoría de la alimentación emocional sostiene que las emociones negativas pueden hacer que se recurra a la comida para reducir la intensidad de dichos sentimientos o sensaciones.
Consecuencias del comer emocional
Como se podrá imaginar, usar la comida como herramienta para contrarrestar las emociones desagradables repercute negativamente en la salud. Por ejemplo, está ligado al aumento de peso.
En relación a este, se ha observado que existe una fuerte correlación entre la obesidad, los síntomas depresivos y el comer emocional.
También se ha detectado relación con una estrategia conocida como distracción por evitación. Esta consiste en no afrontar el origen de la ansiedad o preocupación que causa los episodios de ingesta descontrolada. Por ejemplo, no enfrentar un conflicto con su jefe, un colega del trabajo o la familia, entre otras tantas razones posibles.
¿Cómo repercute nuestra situación personal o profesional?
Existen diversos factores que pueden afectar directamente a la presencia de un comer emocional. Por ejemplo, problemas de regulación emocional pueden estar asociados a la falta de empleo, y a su vez la falta de empleo y/o de recursos económicos pueden tener un gran impacto en la salud mental.
Se ha observado que existe una mayor probabilidad de que las personas con niveles socioeconómicos más bajos presenten más angustia. Esta, a su vez, se suele asociar con mayor recurrencia al comer emocional. Por consiguiente, también con un mayor índice de masa corporal.
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Por otro lado, se sabe que la pandemia por covid-19 ha tenido un impacto considerable en la situación económica global. Una de las consecuencias es una importante y generalizada pérdida de empleo, además de un gran impacto en la salud mental.
En los resultados de una reciente revisión sistemática y meta-análisis se ha observado que la crisis sanitaria actual se relaciona estrechamente con un incremento de sintomatología como estrés, ansiedad y depresión.
De hecho, incluso se ha puesto en relieve que la pandemia podría llegar a empeorar la ya ampliamente conocida y analizada pandemia por obesidad.
Por otro lado, también se ha sugerido que la pandemia por covid-19 y la cuarentena obligatoria a la que diversos países recurrieron como medida para disminuir su impacto han aumentado el riesgo de síntomas y, de manera inferencial, de este trastorno de la alimentación.
Los patrones de alimentación poco saludables durante esta crisis sanitaria son más altos en las poblaciones que ya estaban en riesgo. Es el caso, por ejemplo, de las personas que ya padecían obesidad.
¿Qué podemos recomendar para contrarrestar el comer emocional?
Gracias a la ciencia, contamos con los resultados de décadas de investigación sobre este trastorno de la alimentación desde el punto de vista de distintas disciplinas.
Es importante mencionar que las emociones negativas, como el estrés, la ansiedad, la depresión o el aburrimiento son algunos de los principales activadores del comer emocional.
Por eso una de las medidas más efectivas para poder contrarrestar esta tendencia es reflexionar y ser conscientes de las emociones que se están experimentando en un momento determinado, para poder actuar en consecuencia.
Reconocer los detonantes de estos sentimientos es fundamental. Es decir, localizar cuáles son las situaciones específicas que pueden estar desencadenando este malestar y, por consiguiente, un episodio de estas características.
De hecho, existen revisiones sistemáticas que apuntan a que la meditación de atención plena podría reducir de forma efectiva la posibilidad de sufrir atracones y, en general, la ingesta emocional.
Dentro de la meditación de atención plena también podemos encontrar el mindful eating o alimentación consciente, el cuál incluye hacer elecciones deliberadas de alimentos, cultivar la conciencia de las señales interoceptivas relacionadas con la ingesta de alimentos, prestar atención a las señales físicas frente a las psicológicas, entre otros beneficios.
Otra de las conclusiones a las que apuntan las evidencias científicas actuales, como los resultados de este estudio, es que el entrenamiento de relajación podría ser eficaz para reducir los episodios de comer emocional, así como los síntomas depresivos y de ansiedad. También para mejorar la eficacia individual en el control de lo que comemos y la causa por la que lo hacemos.
Gran cantidad de personas en todo el mundo padece trastornos alimentarios. Para tratarlos, es importante detectarlos a tiempo y ser conscientes de que existen diversos especialistas a los que recurrir y que pueden servir de apoyo. En caso de sospecha, la principal recomendación es acudir a un profesional que valore la situación.
Este artículo fue republicado de The Conversation bajo licencia Creative Commons. Lea el artículo original. Alejandro Domínguez Rodríguez, External professor, Universidad Internacional de Valencia