Perfiles
Sin quererlo Alex Vanegas, Flor Ramírez y doña Coquito se convirtieron en símbolo de la rebelión cívica y, a su vez, en perseguidos de la dictadura. En los últimos meses ellos han sido asediados, golpeados y encarcelados.
La última vez que Alex Vanegas corrió por las calles de Managua fue el dos de noviembre del año pasado. Ese día se puso sus zapatos deportivos blancos, se vistió con una camisa de color azul y blanco, un short del mismo color y se fue junto a doña Flor Ramírez, conocida como la bailarina patriótica, al cementerio Milagro de Dios. Allí visitaron la tumba de Matt Romero, la de Orlando Córdoba, ambos adolescentes asesinados por el régimen, y también pasaron por las tumbas de la familia del barrio Carlos Marx que murió calcinada en junio. Ese acto bastó para que oficiales de la policía los arrestaran por, supuestamente, alterar el orden público. Desde entonces han pasado casi cien días, en los que, a través de un proceso judicial turbio, está detenido en la cárcel La Modelo.
Don Alex se volvió conocido, a principios de mayo de 2018, cuando comenzó a correr en modo de protesta; primero como apoyo a los estudiantes atrincherados y después por los asesinados durante en las manifestaciones. En ese mes, también se popularizó Miriam del Socorro Matus, conocida como doña Coquito, una anciana de 78 años que le regaló el agua helada de su venta, a las madres que llegaron a exigir justicia a las afueras del Seminario Nacional Nuestra Señora de Fátima, donde se realizó el Diálogo Nacional. Luego apareció Flor Ramírez, una anciana que se caracterizó por protestar en las marchas usando un huipil. Los tres se volvieron en un símbolo de la lucha cívica, pero esto los convirtió en un blanco para la dictadura.
Doña Flor Ramírez hace una semana fue fuertemente agredida en el barrio San Judas. Según contó, fue golpeada en el rostro y la cabeza, de la paliza se desmayó por varias horas. Sus últimos recuerdos son de las 7:30 de la noche de ese 22 de enero. Y aunque no recuerda mucho de cómo la golpearon, no duda en creer que fueron simpatizantes sandinistas, pues ya ha sido amenazada.
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“Yo estaba dunda, dunda y entonces comencé a caminar, cuando yo me veo estoy en el El Zumen (al occidente de Managua), no sé por dónde saldría, pero salí casi corriendo y seguí caminando toda la pista desde allá hasta aquí (el barrio Waspan Norte), no estaba consciente de lo que hacía, a mí no se me ocurrió parar (detener) un carro, yo solo caminaba, caminaba y caminaba”, aseguró al diario La Prensa.
El asedio en su contra inició hace varios meses. Según afirma a ella la han perseguido hombres en moto, la han amenazado en la calle y hasta la ha detenido la Policía Nacional. La última vez ocurrió en septiembre del año pasado, cuando ella y doña Coquito fueron arrestadas por participar en una marcha. Ese día asegura que un oficial de la policía le dijo: “Si no te callás, te voy a pegar un balazo y te voy a desaparecer”.
Ante estas amenazas doña Flor ha optado por protestar en los pocos espacios que quedan. Ya no usa su vestido de folklore, con el que se popularizó, porque teme ser arrestada. Lo mismo ha ocurrido con doña Coquito. Ella hace una semana confesó estar deprimida porque oficialmente protestar es un delito y también dijo sentirse fuertemente afectada por las detenciones de los periodistas Miguel Mora y Lucía Pineda Ubau y por el exilio de los más de 50 comunicadores.
Salud de doña Coquito está deteriorada
“Estoy muy mal. Primeramente, porque me han bajado la moral, no porque tenga miedo, sino porque ya no podemos platicar con ningún medio de comunicación, ya no podemos decir lo que una piensa, lo que uno quiere. Todo esto me tiene muy enferma, muy agotada, me siento como que yo no valiera. Cada día me siento más decaída por no poder luchar, por no poder andar en la marcha, a mí la marcha me daba fuerza, me daba valor. Y yo a veces quisiera morirme porque no estoy combatiendo en las marchas que es lo que me encanta a mí”, le dijo al periodista, David Quintana.
Desde que inició en la protesta doña Coquito ha recibido apoyo de los ciudadanos autoconvocados. Tanto así que el cantautor Carlos Mejía Godoy compuso una canción inspirada en ella. Sin embargo, convertirse en un ícono de la protesta cívica ha causado división entre su familia. Según cuenta dos de sus hijos dejaron de hablarle y en su barrio es señalada porque la mayoría de sus vecinos son simpatizantes sandinistas.
“Lucharé por esta juventud que tanto amo y si me toca morir por ella voy a morir, pero Nicaragua será libre”, asegura la llamada “abuelita” de los manifestantes.
De los tres, don Alex es quizás quien lo está pasando peor. Primero estuvo detenido durante dos meses en las celdas de la Dirección de Auxilio Judicial, conocida como El Chipote. Allí afirma su hijo, Byron Vanegas, fue golpeado por oficiales de la policía y estuvo aislado en una celda oscura. Esto le provocó problemas de visión. Luego fue trasladado a la cárcel La Modelo y allí le han prohibido hasta ejercitarse. El próximo diez de febrero cumplirá cien días en prisión.
Su caso ha sido controversial porque, según explica su abogada, María Oviedo, han ocurrido varias anomalías. Primero porque su detención es ilegal y hasta ha sido acusado de estar en rebeldía por no asistir a su audiencia ante la jueza.
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“En la primera audiencia que ella decidió a puerta cerrada decretar la rebeldía de don Alex aduciendo que no se había presentado a la citación. Yo presente un escrito y ella dijo que no tenía conocimiento de la detención de don Alex”, afirma Ovidio.
El miércoles pasado que se retomaría la audiencia inicial la titular del Juzgado Tercero Local Penal de Managua, Nalía Úbeda, se retiró de la sala y “mandó a decir con la secretaria que se suspendía la audiencia por razones de fuerza mayor”, narró Oviedo.
Al igual que doña Coquito, don Alex Vanegas también ha ofrecido su vida en honor la lucha cívica: “Si me van a matar por andar corriendo, que me maten”, dijo meses antes de ser arrestado.