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Encontrar el equilibrio entre seguridad y otros factores no es sencillo. Aunque el riesgo cero no existe, los gimnasios pueden aportar beneficios muy importantes durante esta crisis
Los beneficios de la práctica de ejercicio físico para el organismo son hoy en día innegables. Estas prácticas no solo permiten mantener nuestro cuerpo en un mejor estado de salud física y mental, sino que pueden prevenir o ayudar al tratamiento de enfermedades cardiovasculares, diabetes, alzhéimer y cáncer por poner algunos ejemplos.
Las directrices de la Organización Mundial de la Salud sobre actividad física y hábitos sedentarios se han actualizado recientemente. En ellas, al margen de recomendar el ejercicio de carácter aeróbico, se aconseja ahora también a la población adulta un trabajo de fuerza muscular para obtener beneficios adicionales. Este ejercicio debe realizarse, como mínimo, dos días a la semana.
No obstante, en la actual pandemia de covid-19 son especialmente relevantes aquellos estudios que determinan que la actividad física ayuda al sistema inmunitario y mejora sus funciones.
Parece claro que nuestra inmunidad se beneficia de la práctica deportiva, independientemente de la intensidad a la que se practique el ejercicio.
Así pues, ante un contagio por SARS-CoV-2 cabe esperar que las adaptaciones crónicas inducidas por el ejercicio físico disminuyan las afectaciones, pues una baja aptitud física se muestra como un factor de riesgo relevante ante una infección viral.
No importa si lo que más nos gusta es salir a correr, ir a clases dirigidas a nuestro gimnasio o hacer yoga. Lo fundamental es que nos movamos, que lo hagamos con asiduidad, bajo supervisión experta y teniendo claro que cada actividad comporta beneficios para la salud distintos.
¿Cuál es el problema? Que la crisis sanitaria obliga a restringir la movilidad y los contactos sociales.
Muchos gobiernos de ámbito autonómico, regional y nacional han tomado medidas drásticas durante la pandemia, entre ellas el cierre de instalaciones deportivas y gimnasios. Este hecho limita que mucha gente pueda realizar su ejercicio preferido, lo que aumenta sus niveles de sedentarismo y, potencialmente, los inmunodeprime.
Los estudios sobre adherencia al ejercicio físico señalan la socialización como uno de los factores sustanciales para la práctica de deporte. Por lo tanto, las alternativas en casa o en solitario al exterior pueden no ser tan motivantes a medio y largo plazo.
¿Son justificadas estas medidas? Varios colectivos piensan que la derivada de salud de la práctica deportiva no se ha tenido en cuenta, y que el sector necesita regulaciones uniformes. Estos cierres tienen mayor o menor fundamento según las fuentes consultadas.
Uno de los estudios a los que se recurre de forma más frecuente como argumento para señalar las instalaciones deportivas como foco de contagios se realizó en Corea del Sur. Los investigadores hallaron un gran número de nuevos contagiados en clases de actividades dirigidas con soporte musical en doce instalaciones del país.
Otro estudio publicado en la revista Nature, basado en datos obtenidos a través de la geolocalización de 98 millones de móviles en EE UU, predecía que los gimnasios eran potencialmente lugares con gran riesgo de infección. Asociaciones médicas como la de Texas, también cifran el riesgo de ir a un gimnasio y contraer covid-19 en un valor de 8 sobre 10.
En cambio, otras evidencias no son tan concluyentes. Datos del Ministerio de Sanidad español sobre el total acumulado de brotes en nuestro país del 13 de noviembre de 2020 mostraban que la incidencia de las actividades deportivas sobre el total de brotes se situaba en el 0,61 % del total, y la incidencia en gimnasios (categoría de espacios cerrados con hoteles e iglesias) es del 0,50 %. Aun así, el informe aclara que estos brotes representan menos de un 9 % del total de casos, y que resulta difícil conocer la fuente de infección en lugares de uso público y donde se reúnen desconocidos.
La asociación EuropeActiv, en un estudio de la Universidad Rey Juan Carlos y la Sheffield Hallam University de Reino Unido en el que participan 14 países europeos, determina a través de datos preliminares que la tasa promedio de infección de covid-19 se sitúa en 0,78 por cada 100.000 visitas a un gimnasio.
¿Qué factores pueden hacer entonces que algunas instalaciones deportivas sean más seguras que otras? Pues los clásicos de higiene de manos, mascarillas, distancia social y un factor clave: la ventilación.
El informe covid-19 del Consejo Superior de Investigaciones Científicas recomienda que el aire de los gimnasios se renueve con un caudal de entre 8 y 10 litros por segundo y persona, que vienen a ser de 4 a 6 renovaciones completas por hora. Esta renovación es factible en muchos centros deportivos, e inferior a la exigida en escuelas, que debiera ser de 13,8 litros por segundo y persona.
El uso de mascarillas en gimnasios es viable siempre que no se presenten patologías respiratorias previas. A pesar de algunas directrices en contra de su uso, los últimos estudios afirman que su uso no parece tener un efecto negativo durante el ejercicio vigoroso en personas sanas.
Es evidente que el riesgo de contraer una enfermedad altamente infecciosa nunca es cero. Por ello, si es población de alto riesgo, tiene familiares que lo son, o simplemente no se siente cómodo yendo al gimnasio en los tiempos que corren, no lo haga.
Pero sigamos fomentando que la gente haga ejercicio de forma habitual, y que los entornos que promueven actitudes saludables tengan la oportunidad de realizar su actividad diaria si cumplen normas estrictas de seguridad.
*Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original. Javier Peña, Director del Centro de Estudios en Deporte y Actividad Física (CEEAF), Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya