A un año y cuatro meses de haber empezado la crisis política en mi país, no puedo dejar de pensar en tantos jóvenes que tuvieron que dejar Nicaragua escapando del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Algunxs se quedaron porque no tenían otra opción, porque toda su familia todavía está en el país, porque no quisieron, porque tienen familiares en las cárceles como encarcelados políticos, o porque no querían dejar atrás lo que les ha costado tanto construír, pero muchas y muchos otros se fueron y no saben si van a regresar.
Yo fui de las que tuve opción de irme y lo hice. Pero atrás dejé muchas cosas, entre ellas a personas que quiero con el alma. No pasa un día sin que no piense en ellas o sin que me pregunte cuándo voy a poder regresar a Nicaragua. No imagino a todas aquellas y aquellos jóvenes que se encuentran lejos de casa y cada fecha especial les duele haberse ido. Los que extrañan un abrazo de su mamá o de sus abuelas, las que se encuentran en casas de conocidos o como refugiados políticos, lejos de su patria y soñando que algún día Nicaragua será libre y podrán regresar.
Para la gente que no le ha tocado vivir una crisis política en donde el gobierno es quien te está matando, es difícil imaginar que hay jóvenes en este momento de verdad no pueden volver a casa. No es un juego, Daniel Ortega ha fichado a la juventud como el enemigo y es que ante sus ojos, lo somos, porque representamos el presente y el futuro, cuando él ha quedado en el pasado e intenta robarnos el ahora. No creo que se le haya olvidado que él también fue joven y luchó por una revolución que muchos chavalos también defendieron, tampoco creo que se le haya olvidado que él mismo estuvo en la cárcel, ni que durante la Revolución Sandinista se tomaron las calles y se protestó en contra del entonces dictador. No creo que haya olvidado nada. Si es por eso mismo que está aferrándose con uñas y balas a una silla que ya no le pertenece desde hace años, porque conoce la historia de los dictadores, porque sabe que en algún momento le tocará pagar por cada gota de sangre derramada sobre las calles de Nicaragua.
Cuatro meses después del primer aniversario de la revolución de abril, estoy extrañando como todas las noches, mi país y todos los sueños y planes que tuve estando ahí. Así como muchos sueños de muchas y muchos jóvenes quedaron varados, en pausa o parecen tan lejanos, igual están los míos. Contar todo lo vivido en un solo año es doloroso, no solo por todo lo que hemos perdido, sino por todas aquellas memorias en una Nicaragua que antes de abril, tampoco estaba bien, pero que por lo menos no había perdido tantas y tantos nicas por las balas de los policias y paramilitares que defienden a Ortega como si fuera un Dios. Nicaragua despertó, si pero el precio ha sido alto.
A todas las personas que se quedaron, todos aquellxs que nos fuimos lxs llevamos en el corazón, no solo extrañamos nuestro pedazo de tierra, también extrañamos a la gente valiente que sigue creyendo en la lucha y no se da por vencido a pesar del peligro. Y al igual que ustedes, lo que nos mantiene con esperanzas es creer que todo lo vivido ha valido la pena porque algún día Nicaragua será libre y florecerá y algunxs podremos regresar a casa.