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#travelgram: cómo las fotos que subimos a las redes han convertido los viajes en acontecimientos sociales
vacaciones

Antes sometíamos a los amigos a pases de diapositivas vacacionales. Ahora compartimos los viajes en vivo con una audiencia remota.

     
  • Michael James Walsh / Naomi F Dale / Raechel Johns
  •  @ConversationEs
  • 29 de marzo 2021

En los últimos años, los palos de selfie se han convertido en un producto muy popular a lo largo y ancho de todo el globo. Desde su aparición, quedó claro que los teléfonos móviles habían cambiado la manera en que viajamos. El carácter ubicuo de las redes sociales permite a los turistas producir contenido a medida que recorren sus destinos para gozo de sus audiencias, que pueden disfrutarlo prácticamente en directo.

Antes solíamos mostrar las diapositivas a los más cercanos y guardábamos fotos y postales como recuerdos preciados. Ahora, compartimos las imágenes y los selfies de nuestras vacaciones desde tierra, mar y aire, expandiendo “la mirada del turista” para incluir al remoto público que está su casa en la experiencia del viajero.

¿Merece la pena salir en Instagram?

Viajar ha dejado de ser una búsqueda solitaria para convertirse en un “acontecimiento social” y, como tal, la observación se ha asociado irremediablemente con la fotografía. Hacer fotos, utilizar la cámara para ver y experimentar nuevos lugares, es lo habitual.

Los turistas toman selfies que presentan tanto al escenario como a las personas de una forma que resulta agradable y positiva desde el punto de vista estético. De hecho, la instagramabilidad de un destino es una de las principales motivaciones de los más jóvenes para desplazarse hasta el lugar en cuestión, si bien se emplean filtros y espejos para crear una imagen que dista enormemente de la realidad.

Esta forma de enfocar las vacaciones altera la relación entre los turistas y sus redes sociales de tres significativas maneras: entre los turistas y los habitantes del destino, entre los turistas y las personas que los siguen desde casa y entre los propios turistas.

La premura por compartir las imágenes obtenidas durante los viajes conlleva ciertos riesgos. Una pareja australiana fue arrestada y posteriormente puesta en libertad aparentemente por volar un dron sin el permiso pertinente.

Numerosos turistas fueron víctimas del escarnio en redes por amontonarse para tomar selfies en el monolito sagrado Uluru, en Australia, antes de que su escalada fuera prohibida para los visitantes.

Cabe destacar la triste historia que se esconde tras la creciente popularidad de la montaña Vinicunca o Montaña Arcoíris, en los Andes peruanos, entre los travelgrammers: se ha convertido en un destino codiciado debido a que el cambio climático ha derretido sus picos, anteriormente colmados de nieve.

Midiendo los efectos

Para comprender la forma en la que las fotografías en redes sociales afectan a la experiencia durante los viajes, emprendimos un estudio exploratorio con visitas nocturnas a un zoológico rodeado por un lujoso paraje.

Dividimos a los 12 participantes en dos grupos: a uno se le prohibió colgar fotografías en redes sociales, si bien tenían permitido tomar instantáneas; el segundo grupo, por su parte, no tenía ninguna restricción a la hora de compartir con sus seguidores las imágenes que considerasen oportunas. Aunque la muestra no era demasiado numerosa, obtuvimos información de calidad sobre la capacidad para disfrutar y la actitud que mostraban.

Los participantes fueron alojados en el hotel Jamala Wildlife Lodge, en Canberra (Australia). Los costes de la visita fueron asumidos por los investigadores (el hotel no patrocinó el estudio y la estancia en sus instalaciones fue estándar, sin ningún tipo de lujo añadido). Tras abandonar el zoo, llevamos a cabo las entrevistas con el fin de conocer a fondo las opiniones de los individuos sobre la experiencia vivida.

Los resultados confirmaron que el deseo de compartir imágenes en tiempo real está fuertemente arraigado dentro del papel del turista, hasta el punto de que altera la forma en que los viajeros conectan con los lugares que visitan, como también modifica su sensación de urgencia por comunicarse con sus seguidores.

Si no hay foto, no ocurrió

Mandy y Amy se encontraban en el grupo al cual no se permitió colgar fotos en redes mientras estuvieran en el zoo. Ambas afirmaron sentirse decepcionadas al conocer la prohibición, a pesar de que dicha orden pareció estimular su capacidad para disfrutar el momento.

Entrevistador: ¿Mirasteis vuestras redes sociales durante la visita u os obligasteis a no hacerlo?

Mandy: Sí, eché algún vistazo, pero no presté tanta atención como haría habitualmente. Creo, incluso, que no comenté ninguna publicación.

Amy: Todavía después de subir algo (tras la visita al zoo) sobre las cosas que hemos hecho hoy y ver que pocas personas le han dado a “me gusta”, siento una cierta desilusión. Es como decir: “Jo, nadie más ha reaccionado a lo que he publicado”. Las 24 horas previas no nos pasaba eso (debido al experimento), porque nadie sabía nada sobre el tema.

El anhelo de reconocimiento en redes sociales continuó tras abandonar el zoo. En el caso de Michelle, publicar sus sensaciones tras la visita hizo que surgieran nuevas preocupaciones:

Entrevistador: ¿Cómo te has sentido al no poder subir nada?

Michelle: Ha sido un palo. Personalmente, no poder publicar lo que veía ha sido una experiencia negativa porque quería enseñar a la gente lo que hacíamos mientras lo estábamos haciendo.

Además, un par de personas sabían que íbamos al zoo y que no podríamos utilizar las redes, así que cuando suba lo que he visto van a decir algo como: “Se ha estado aguantando y ahora lo sube. Qué cosa más rara”. Ya sabes, subirlo después de que haya ocurrido. Normalmente, todo el mundo comparte lo que sea a medida que lo vive.

Después, Michelle comentó también que reprimirse a la hora de compartir sus vivencias en redes sociales mermó la experiencia:

Siento que si no comparto las fotos es como si un árbol cayera en medio del bosque y nadie lo oyera. Hemos vivido una experiencia maravillosa, pero si no la compartimos, nadie lo va a saber excepto nosotros.

Numerosos videotutoriales con sugerencias de travelgrammers pueblan la red.

El centro de atención

La fotografía digital y las redes sociales transforman la relación entre el viajero y su audiencia debido a que esta se ha expandido y, por lo tanto, se ha diversificado potencialmente.

Los selfies en contextos turísticos, más que exponer la mirada del turista, sirven como un espejo para este. La postal digital perfecta es centralista, como demuestra el testimonio de una participante de la investigación:

Shannon: Casi parece algo esperable cuando haces turismo. De hecho, en alguna ocasión algún guía turístico se ha quedado decepcionado cuando ha visto que no sacábamos fotos.

La fotografía ha pasado de tener un propósito memorístico a conformar una manera de compartir una experiencia en directo. La tensión se sitúa ahora entre la necesidad de inmortalizar las experiencias para compartirlas en las redes y el compromiso con la propia actividad. Censurar el deseo de utilizar la fotografía como un medio para comunicar una experiencia no hará sino aumentar esta tensión.

Para garantizar la sostenibilidad del sector y conectar con su mercado objetivo, los operadores turísticos deben explorar maneras más efectivas que les permitan asegurar que el cliente disfrute de la experiencia sin dejar de compartirla con sus seguidores.

Las publicaciones digitales han evolucionado hasta ser una parte característica de los viajes, y las empresas deberían promover la compartición de las experiencias. Entre las aportaciones sugeridas por nuestros participantes encontramos la instalación de puntos de carga para los teléfonos y la celebración de competiciones fotográficas.

Por el contrario, el establecimiento de días o actividades sin móviles podría ser una manera de estimular la atención a la experiencia en directo. Asimismo, se debería concienciar a los turistas acerca del contenido que deciden compartir en sus redes sociales.The Conversation

*Este artículo fue republicado de The Conversation bajo licencia Creative Commons. Lea el artículo original. Michael James Walsh, Assistant Professor Social Science, University of CanberraNaomi F Dale, Associate Professor of Management, University of Canberra, and Raechel Johns, Head of the Canberra Business School and Professor of Marketing and Service Management, University of Canberra.