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Las mejores tapas están en Valladolid

En Valladolid es posible beber vino y comer tapas estrella Michelin con menos de 10 euros. Acompáñanos en este recorrido

     

Cuando uno viaja a España y lo cuenta, es altamente probable que te digan: “¡Qué rico! ¡Vas a probar las tapas!”. Las tapas son intrínsecas a la península ibérica, bondad para el paladar que la “madre patria” (como nuestro Darío llamó a España) reparte en sus bares y barras. El tapeo es infinito y diverso. Para la mayoría de los viajeros la puerta de entrada a este universo suele ser Madrid o Barcelona, debido a que la mayoría de los vuelos que despegan desde este lado del Atlántico llegan a esas ciudades.

España es toda una maravilla en Europa. Porque con unos cuantos euros uno puede beber cañas (cervezas) y degustar tapas hasta la saciedad. Pero así como hay tapas buenas las hay también lamentables. El arte del tapeo es algo que los españoles presumen, y muchos de ellos apuntan que los mejores pinchos (así también se les dice a las tapas) son las que preparan los vascos. Prueba de eso es que las tapas vascas y su prestigio se han esparcido por la península. Por ejemplo, en Barcelona, en las inmediaciones del Barrio Gótico, hay un lugar concurrido llamado IRATI Taverna Vasca, todo un referente del tapeo vasco en esta capital catalana.

La presentación de las tapas o pinchos vascos resulta soberbia después de ver en abundancia en Madrid tapas de jamón serrano sobre pan sin mayor distintivo (por ejemplo El Museo del Jamón). Sin embargo, la colega y amiga Lorena Arroyo nos advirtió en Madrid que debía visitar su tierra: Valladolid, un destino que no puntea en las guías de viaje españolas populares, ni mucho menos es vendido como un lugar en el que las tapas alcanzan un nivel de refinamiento magistral en cuanto a presentación y sabor.

El vino Verdejo, propio de Valladolid, es clave para maridar las tapas. En esta foto, Verdejo con una tapa a base de carne de conejo. W. Miranda
Vino Verdejo con una tapa a base de carne de conejo. W. Miranda

Valladolid está situado al noreste de España. Lo atraviesa el río Pisuerga, en realidad un afluente del Duero, cuyas aguas nutren al Oporto y el Verdejo, esta última uva que más adelante, cuando maridemos, merecerá mención especial. El afluente divide algunos de los barrios de Valladolid de su centro histórico, donde están los restaurantes y barras para tapear.

Valladolid es dueña de una historia fascinante, así como de imponentes edificios nobiliarios esculpidos en piedra caliza de Campaspero. Son fachadas medievales, góticas y barrocas adornadas con expresiones de imaginería que producen vida en lo pétreo. En la plaza mayor de Valladolid uno percibe la influencia y la solemnidad de la realeza española. En esta ciudad no solo se firmó la primera circunnavegación del mundo, murió Colón y Cervantes escribió parte del Quijote, sino que se casaron en secreto los Reyes Católicos, nacieron dos Felipes y una reina de Francia… no en balde fue capital del Imperio Español antes de que la sede fue trasladada a Madrid.

Bajo el peso de esa historia, recorrimos sus calles asimilando tanto acontecimiento y belleza arquitectónica, hasta que en algunos establecimientos al caer la tarde vimos decenas de personas agolpadas departiendo. ¿Qué hacían? Bebían vino y comían tapas. Es que las tapas vallisoletanas van acorde a ese pasado señorial. La ejecución de los chefs denota un empeño cuyo fin parece no ser más otro que la perfección.

Antes de proceder a probar las tapas, hay que saborear el vino Verdejo, la uva de la región; la joya de la copa de Valladolid: Aroma intenso, afrutado, cítrico y un tanto seco, con matices amargos que le confieren don de elegancia. El maridaje perfecto para algunas de las tapas que comimos en los restaurantes que nos mostró nuestra amiga Lorena Arroyo.

El staff de Otra por Favor con nuestra amiga y guía en Valladolid, Lorena Arroyo (centro).

Empezamos por El Corcho, en la calle Correos, cuya tapa maestra es la Croqueta de Jamón. Cremosa por dentro y crujiente por fuera. Luego llegamos a La Tasquita y he de decirles que fue mi favorita, porque soy carnívoro, y porque el Tartar de solomillo a la pimienta es un manjar de los dioses. ¡Más Verdejo, por favor! (aunque esta tapa bien rima con un tinto). Notable también fue la tira de gambas con ajitos.

Las mejores presentaciones de tapas que vimos en Valladolid fue Villa Paramesana; en sus menú te reciben con una frase de Hipócrates: “Que la comida sea tu alimento y el alimento tu medicina”. Aquí prueben el Chipirón con tinta y encebollado con mayonesa de codium, y el Socarrat con gambas… pero la carta es más amplia y la delicia por igual. Al salir de este restaurante me enteré —por una inscripción al lado de la puerta principal— que no solo han ganado en España el concurso ‘Pincho de Oro’ y son ‘Subcampeón Nacional de Tapas’, sino que tienen estrella Michelin. Pues sí, en Valladolid es posible beber vino y comer tapas de estrella Michelin con menos de 10 euros.

Una de las iglesias cercanas a la catedral de Valladolid. W. Miranda

Nuestra guía luego nos paseó por la inacabada catedral de Valladolid. En esa zona hay otros lugares interesantes para degustar: Los Zagales. Aunque también siéntase en la libertad de entrar a cualquier lugar de tapas, y quizás encuentra La Teja, las tradicionales bocata de calamar y las tostadas. 

Les recomiendo viajar a Valladolid si están en Madrid. La manera más fácil de ir es en Renfe. El pasaje redondo suele costar entre 40 a 50 euros, pero les aseguro que la inversión vale por mucho la pena. Lo mejor de todo es que si están apretados de tiempo, es un viaje que se puede hacer en un solo día. Eso sí, metiéndole pierna para apreciar la oferta gastronómica, cultural y arquitectónica de esta ciudad enclavada en la comunidad de Castilla y León.