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Había pasado un mes desde que iniciaron las protestas (el pasado 18 de abril) cuando nos descubrimos pensando en qué podría pasar si nos detenían. Nunca antes habíamos pensado en perder la libertad y menos que pudiera ocurrir por ejercer nuestro derecho a informar.
Pero ahí estábamos, pensando en que lo peor que la Policía orteguista nos podría hacer no era matarnos, sino violarnos. No se habían registrado casos, pero sabíamos que lo primero en caer, después de la libertad, era el cuerpo de las mujeres.
De llegar el momento pensábamos: en morderlos, pegarles una patada y luchar hasta el final o decirles que teníamos una ITS y evitar nos violaran, así pasamos muchas noches en medio del desplazamiento forzado ante las constantes amenazas de muerte y obvio que de violación.
Nadie, ninguna mujer (ni hombre) quiere estar en esa situación, esa misma que para todas, se ha convertido en un riesgo inminente porque estamos conscientes que en Nicaragua la Policía asesina, secuestra, viola y tortura a todo aquel que piense diferente al régimen de Ortega-Murillo.
A las mujeres comenzaron desnudándolas, obligándolas a hacer sentadillas, exponiendo sus cuerpos frente a policías y parapolicías, manoseándolas hasta violarlas con sus penes o con cualquier objeto. No un policía o paramilitar, sino varios. Los hombres tampoco se han escapado. Algunos han sido violados con fusiles AK 47.
Ya traíamos un largo historial de abuso contra los cuerpos de las mujeres por parte del Estado y sus funcionarios, por eso pensarlo, no era resultado de la histeria colectiva del momento sino de una realidad palpable, pero que muchos (as) se negaban a admitir.
Un presidente con dos denuncias (públicas) por violación sexual. Un boxeador acusado de violación y agresión. Un representante país de Nicaragua ante el BCIE señalado de violación y corrupción de menores. Un funcionario público de menor grado absuelto por el delito de violación con un fallo que manoseó a la víctima al indicar que fue producto de un “estado de “arrebato”, con “furor” y “excitación” sexual causada por la ingesta de cerveza.
En Nicaragua, hay una cultura de impunidad que termina en los juzgados, pero comienza en la casa, la cama, la calle y hasta en las redes sociales. En los últimos once años de gobierno orteguista, hemos experimentado un retroceso brutal sobre el respeto a los Derechos Humanos y una degradación sobre la imagen de la mujer que habían venido trabajando las organizaciones, porque los otros gobiernos eran la misma basura, solo que no tan cínicos y degenerados como Ortega-Murillo.
Así que lo que vemos hoy es solo la punta del iceberg. Se evidencia crudamente cuando escuchamos relatos de abusos y violaciones sexuales, dentro y fuera de las celdas policiales, como tortura para quienes ejercen su derecho a la protesta o la libertad de expresión. O peor aún cuando las mujeres demandan apoyo de una PPMS (pastilla para la mañana siguiente) para evitar resultar embarazada de sus verdugos.
En el contexto actual, la violencia Estatal es la de mayor grado, pero no olvidemos como entre mayo y junio se viralizaron una cantidad increíble de packs de mujeres orteguistas, y también de azul y blanco. El cuerpo de las mujeres una vez más en medio de una crisis política. También se han encaprichado en denigrar a otros por su opción sexual.
He sido víctima de hostigamiento y amenaza en las redes sociales, y aunque soy azul y blanco, no porque me pague la CIA o la Dora María Téllez, como dicen los orteguistas que solo pueden juzgar bajo su propio proceder, sino porque el azul y blanco es el único color que me representa como nicaragüense.
Pero también soy mujer y feminista, y si en verdad queremos una #NicaraguaLibre vale la pena poner la barba en remojo y darnos cuenta que las mujeres, independientemente de nuestra ideología, política tenemos DERECHOS y NADIE debería pisotearlos, menos el ESTADO, cuyos representantes en su momento deberán pagarlo.
Podés visitar El Blog de tu Madre para leer más textos de la autora.