Cultura

Justo Rufino Garay: 40 años contando Nicaragua a través del teatro
Justo Rufino Garay
Cuarenta años de fundación cumple el Teatro Justo Rufino Garay este 19 de noviembre de 2019. Claudia Tijerino | Niú

El Teatro Justo Rufino Garay es una de las principales instituciones culturales de Nicaragua, que sobrevive a pesar del poco apoyo a la cultura.

     

Aquella noche, un día de septiembre de 1979, una imagen transmitida en el televisor cambiaría para siempre la vida de Lucero Millán. Se trataba de una ancianita sonriente que sostenía un cartel, desde las ventanas de la antigua catedral de Managua, con la imagen del periodista asesinado Pedro Joaquín Chamorro Cardenal con la frase «presente en la lucha y en la victoria». La viejita se percata que una cámara a lo lejos la graba y sonríe empuñando su mano derecha en señal de triunfo.

Siete segundos dura la breve aparición de la ancianita en el documental «La ofensiva final», producido por dos periodistas mexicanos y que narra los últimos días de la dictadura somocista y el triunfo de la revolución. Pero esa imagen se quedó grabada en la cabeza de Millán.

«Esa viejita tenía una alegría impresionante, que me conmovió profundamente y yo dije: quiero estar ahí en ese momento histórico, quiero estar en Nicaragua, quiero aprender de la gesta de ese pueblo y ayudar en lo que yo pueda», recuerda que pensó.

Millán tenía entonces 19 años. Había estudiado teatro en Culiacán Sinaloa, estudiaba literatura dramática y teatro en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y dirigía el departamento de teatro de la Universidad Autónoma de Guerrero. Pero decidió dejarlo todo y viajar a Nicaragua, junto a su entonces esposo, Enrique Polo.

Una aventura llamada… Nicaragua

En su natal, México, Millán y Polo tenían unas carreras prometedoras. Pero decidieron «seguir la utopía» y aventurarse a conocer este pequeño país del que se enamoraron.

El primer contacto de Millán con Nicaragua fue leer los «Epigramas» de Ernesto Cardenal en un programa radial. Supo más del país cuando ocurrió el asalto al Palacio Nacional en 1978, lo que la animó a formar parte de comités de solidaridad con el pueblo nicaragüense. Pero nunca imaginó que se quedaría viviendo en Nicaragua.

Ambos jóvenes llegaron al país, en medio de una ola masiva de «voluntarios internacionalistas», y de inmediato se ofrecieron a ayudar. Dos meses después, el 19 de noviembre de 1979, Millán fundó el Teatro Justo Rufino Garay.

Justo Rufino Garay
En abril de 1986 crearon la sala de teatro independiente Justo Rufino Garay. Cortesía | Niú

«Como veníamos del mundo del teatro, pensaron que podíamos ayudar en televisión. Nos mandaron a llamar, y como nosotros íbamos donde fuéramos útiles, nos plantearon que empezáramos a hacer programas de ficción nicaragüense. De inmediato dijimos que sí, pero primero les explicamos que debíamos formar actores», recuerda.

Durante cinco años Millán formó actores y actrices nicaragüenses. Después, se cansó de la televisión y renunció para seguir su sueño de hacer teatro. «El grupo renunció detrás de mí, a la media hora, y decidí dar clases de teatro debajo de un árbol de chilamate en el parque Las Palmas (cerca de donde queda actualmente el Teatro Justo Rufino Garay)», asegura.

Un proyecto de vida

Poco tiempo después, el Justo Rufino Garay fundó la primera sala de teatro independiente en abril de 1986. Desde entonces han montado 55 obras y este año celebran sus 40 años.

«Se dice fácil, pero son cuarenta años de trabajo ininterrumpido como centro cultural, escuela de formación teatral y sala de teatro independiente», explica Millán, directora del Teatro Justo Rufino Garay.

Lucero Millán
Lucero Millán en la obra «Francisca». Cortesía | Niú

Han presentado sus obras en más de 25 países, pero también han abierto su espacio para apoyar otras iniciativas artísticas nicaragüenses, como la música, la poesía y la pintura.

Millán confiesa que ha habido momentos duros en los que ha evaluado volver a dejar todo y regresar a México. En mayo del 2018, recibió amenazas de muerte y tuvo que dejar el país.

«Pensé que solo volvía a arreglar mis cosas y regresarme a México, pero al ver la alegría que les dio a mis compañeros, reencontrarme con el teatro y sentir mi compromiso con Nicaragua, hizo que decidiera continuar hasta donde pueda. Y aquí estamos y no me arrepiento, porque realmente el Justo Rufino Garay es más que un centro cultural, más que un grupo de teatro, más que una programación permanente. Ha sido el semillero para formar a muchísima gente, y ha sido para mí y para otros compañeros, un proyecto de vida», dice.

Justo Rufino Teatro
Cortesía | Niú

Formando profesionales del teatro

René Medina estudiaba filología en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua). Pero una amiga lo convenció que probara estudiar teatro. Llegó por curiosidad a formarse en el Teatro Justo Rufino Garay y desde hace 25 años, la actuación se convirtió en su profesión.

Actualmente también es docente de este centro cultural que ha formado a más de 500 actores y actrices nicaragüenses en sus cuatro décadas de existencia.

Justo Rufino G
El Teatro Justo Rufino Garay mantiene actividad permanente todo el año. Cortesía | Niú

«La formación que he recibido en el Justo Rufino Garay viene por la disciplina, pero lo más importante y lo que marca el sello en el Justo Rufino Garay es que estableces una calidad humana y hay una frase que todo el tiempo nosotros la buscamos como poner en práctica: y es que en la medida que sos una mejor persona, sos un mejor artista», explica.

Para Medina, el Justo Rufino Garay tiene una particularidad y es que en cada obra cuenta algo sobre su contexto. «Entonces es como vivir la vida del país, de la ciudad, o de nuestro mundo interior sobre diferentes etapas y las contamos a través del teatro», afirma.

Lo mismo opina, Félix Gutiérrez, director técnico de la sala Justo Rufino Garay, quien revela que muchas de las obras que presentan retratan la cotidianidad de Nicaragua.

«Muchas veces el mismo público se ve reflejado en las mismas obras que se presentan. Por ejemplo, la obra Sopa de muñecas que tiene un enfoque social sobre el maltrato a las mujeres, refleja lo que se vive en los barrios y ciudades cuando los hombres golpean a las mujeres y a los niños», expresa.

Transformar realidades

«Para mí el teatro me ha cambiado, me ha ayudado a llevar muchas cosas personales, porque es terapéutico, ayuda a escarbarte emocionalmente, encontrar las cosas que sentís», dice Manuel López, estudiante del Justo Rufino Garay.

Este joven, cuenta que con la actual crisis sociopolítica que vive el país, el teatro le ha ayudado a «sobrevivir».

En ese sentido, su compañera de clases, Raquel Gómez, explica que las clases del Justo Rufino Garay han sido «un espacio de libertad y de expresión, para expresarse a través del teatro».

Teatro Justo Rufino
El Justo Rufino Garay otorga becas a estudiantes para que puedan estudiar teatro. Franklin Villavicencio | Niú

«Yo siempre a todas las personas que conozco las motivo a ver una obra, no solo porque trabajo en ella, sino porque el teatro siempre ha sido una gran herramienta de transformación social, no solo como individuo sino como sociedad. El teatro es un transformador de realidades», insiste.

¿Ha sido difícil sobrevivir cuarenta años haciendo teatro en un país con poco apoyo a la cultura? Definitivamente sí, responde Millán.

«Nos quita mucho tiempo, la búsqueda de financiamiento, porque este es un espacio y cualquier otro espacio teatral en América Latina, está sumamente comprobado con números, que no se puede mantener solo, se requiere de ayuda externa, porque los precios del espectador están subsidiados y aunque no lo estuvieran, siempre son más altos los costos», explica.

Justo Rufino Garay
Más de 500 actores y actrices se han formado en el Justo Rufino Garay. Cortesía | Niú

Millán revela: «Yo quería ser actriz en México, pero aquí me convertí en profesora, después en directora, también soy dramaturga, y también soy gestora cultural. Yo diría una gestora cultural potente porque he logrado que el Justo Rufino Garay viva del teatro, y lo he hecho durante 40 años. Y eso es una hazaña impresionante, que no se logra fácilmente».

¿Por qué se llama Justo Rufino Garay?

«Decidimos ponerle el nombre de Justo Rufino Garay, en honor a un combatiente guerrillero que luchó contra la dictadura de Somoza y que desafortunadamente cayó poco tiempo antes del triunfo de la revolución. Él hacia teatro comunitario como un medio de lucha», explica Millán.

Justo Rufino Garay Mejía nació el 24 de abril de 1953 en el Barrio Cristo del Rosario de Managua.

En 1971 ingresa a la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), de León. Participa en el Teatro Estudiantil Universitario (TEU).

Participó en manifestaciones, protestas, tomas de iglesias, en particular en las jornadas por la libertad de los presos políticos. En 1976 culmina sus estudios universitarios e inicia estudios de Economía en la UNAN-Managua.

En 1977 interrumpe su vida profesional y sus estudios universitarios, para participar en la lucha contra la dictadura somocista con el seudónimo de “Andrés”. El 4 de julio de 1979, durante la liberación de Jinotepe, cae en combate.