En pantalla
La miniserie “Justicia para el pequeño Gabriel” lejos de ser un caso más de abuso infantil, es una denuncia al sistema ineficiente de protección a la niñez de EE. UU.
Tras cuatro semanas de su estreno, “Justicia para el pequeño Gabriel” sigue posicionándose entre las “10 más populares de Nicaragua”, en Netflix. La historia de esta miniserie, compuesta por seis capítulos, conmueve hasta la persona más fuerte. Hay dos factores que influyen en esto.
Primero, la violencia absurda que sufrió Gabriel Fernández, de ocho años, por parte de su madre y su padrastro, y segundo, la ineptitud con que respondieron las autoridades estadounidenses al conocer el caso. Y es justo ese el debate que propone su director, Brian Knappenberger, en «Justicia para el pequeño Gabriel», al exponer los niveles de responsabilidad de las autoridades del Departamento de Servicios Infantiles y Familia y la Policía.
Gabriel murió el 24 de mayo de 2013, tras ser llevado de emergencias a un hospital del condado Palmdale, ubicado en Los Ángeles. Dos días antes su mamá, Pearl Fernández, llamó al 911 y dijo que su hijo no respiraba. Los rescatistas salieron a su búsqueda y aunque al llegar el niño no tenía pulso, lograron restablecerlo. Después, lo trasladaron al hospital, donde falleció al ser desconectado de una máquina que lo mantenía con vida.
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Lo impactante del caso es que el niño, de ojos almendrados y sonrisa pequeña, estaba tan golpeado que era más fácil decir en dónde no tenía señales, recientes o viejas, de haber sido maltratado. Tenía todo el cuerpo amoratado, quemaduras de cigarros, marcas de disparos de balín en el rostro, señas de estrangulación, golpes en la cabeza, costillas rotas, etc.
¿Quién era Gabriel Fernández?
Los ocho años de vida de Gabriel fueron un ir y venir de inestabilidades. Al nacer, su mamá lo regaló a su tío, Michael Lemos y su pareja, David Martínez. Con ellos vivió felizmente durante cuatro años. Sin embargo, el abuelo del niño los denunció por acoso infantil. Esta acusación, dice Martínez, fue un acto de homofobia, porque según les habría dicho: “un niño no debía ser criado por una pareja gay”. Esta separación marcaría el rumbo de menor.
Pearl Fernández reapareció en la vida de Gabriel cuando él tenía siete años. Entonces él vivía con su abuela, quien no pudo impedir que se lo llevara. Lo habría buscado porque estaba interesada en la pensión que recibía por parte del Estado. Sin embargo, en los ocho meses que vivió con ella y su novio, Isauro Aguirre, conocido como “Tony”, sufrió de torturas sistemáticas hasta que finalmente murió tras recibir una paliza por parte ambos.
Gabriel pidió ayuda hasta el último momento. Habló con su profesora, con sus compañeros de clases, con su tía, le pidió a su abuelo que lo llevara a casa, e incluso, una vez que fue con su mamá a retirar unos documentos a la Policía, le hizo señas a un oficial para que viera las marcas que tenía en su cuerpo. Cuatro trabajadores sociales revisaron su caso. Pero nadie pudo salvarlo.
Homofobia detonante de violenicia
“Justicia para el pequeño Gabriel” además de contar, con saltos en el tiempo, muestra el proceso judicial que surgió tras su asesinato. Por primera vez en la historia se levantó un juicio en contra de los trabajadores sociales. Estos aunque tratan de evadir su cuota de responsabilidad, fueron delatados por los hechos. Y además, expone la deficiencia del sistema de protección infantil del condado de Palmdale, pues la tragedia que estremeció a Estados Unidos en 2013, sigue repitiéndose.
Asimismo, deja en evidencia la homofobia marcada en muchos hogares de ese país, pues Gabriel fue torturado psicológicamente porque según su mamá y su novio, él era gay. Los hermanos del niño, que vivían con la pareja, confesaron que a él le ponían vestidos y cuando lo golpeaban le decían “gay”.
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Para los espectadores es difícil no conmoverse conforme avanzan los capítulos de «Justicia para el pequeño Gabriel», que duran entre 50 a 60 minutos. Siendo el tercero, el más emotivo, porque se cuenta cómo vivió Gabriel durante las últimas semanas de vida y la necesidad indescriptible que sentía por ganarse la aprobación y el cariño de su mamá.
En la miniserie, también se profundiza en la vida de Pearl e Isuaro, logrando comprender cuáles podrían ser los detonantes que los llevan a enseñarse contra el pequeño. No como una justificación, sino como una muestra de que son personajes con historias profundas de dolor, crisis, violencia y hasta enfermedades mentales. En 2018, Pearl e Isuaro fueron declarados culpables por homicidio en primer grado y fueron sentenciados a pena de muerte, Isauro, y cadena perpetua, Pearl. Sin embargo, el juicio contra los trabajadores sociales no prosperó.
Si aún no has visto esta miniserie, te recomendamos que lo hagás. Al final te invita a una reflexión sobre la violencia infantil y las alertas que ni vos ni las autoridades deben dejar pasar, pues de ignorarlas seguirán habiendo más historias como la de Gabriel Fernández.