En pantalla
Las demandas de un final feliz no hacen que “El Gambito de Dama” rinda a su rey. O más bien, a su reina. No te perdás esta crítica y review de la serie
No tiene que conocer el insular mundo del ajedrez profesional para disfrutar de El Gambito de Dama. Esta fascinante miniserie es, en la superficie, una cápsula temporal de una época pasada que aún contamina el presente. En el fondo, es el estudio clínico de una joven mujer enfrentando sus demonios y asumiendo su propio poder.
En un lujoso hotel de París, Beth Harmon (Ana Taylor-Joy), prodigio norteamericano del ajedrez, no termina de reponerse de la resaca, con un cuerpo extraño en la cama. La despiertan golpes insistentes a su puerta: es tarde para su partida contra Vasily Borgov (Marcin Dorocinski), campeón mundial soviético. Estamos en 1967, con la Guerra Fría en pleno furor. En un deporte dominado por hombres, Beth representa un desafío mayor por su género. Es femenina sin apologías, desde la exclamación de su cabello rojo hasta su estilizada ropa de diseñador. Pero su tardanza no es inocente hedonismo americano, que contrasta con la disciplina rusa: es producto de la adicción, y de un impulso autodestructivo abonado en traumas del pasado.
El ‘flash-forward’ inicial puede verse como un recurso fácil, para provocar el interés del espectador. Sin embargo, sirve para introducir a su carismática estrella, quien no reaparecerá sino hasta el segundo de siete capítulos. El primer episodio cubre la infancia de Beth (interpretada por Isla Johnston), y los eventos que la dejan al recaudo del Orfanato Methuen, donde encuentra hermandad en Jolene (Moses Ingram) y un mentor en el Sr. Sheibel (Bill Camp), el hosco conserje que le enseña cómo mover las piezas del ajedrez. Ahí, también se convierte en adicta a los tranquilizantes prescritos a todas las niñas.
Scott Frank, productor y director de la serie, evoca el pasado de manera sobria y observante, manteniendo el foco en las relaciones entre las personas y su comportamiento. En tono y estilo, recuerda a la serie “Mad Men” (2007-2015), aunque puede ser más melodramático que la obra cumbre de Matthew Weiner. Demasiadas producciones de época amplifican los picos históricos para crear la ilusión de sustancia. Aquí, los personajes viven sus vidas, mientras la historia con “H” mayúscula reverbera en el fondo.
Esto no quiere decir que El Gambito de Dama sea ciega a su tiempo. Es notable la fricción que acarrea la inserción de Beth en un submundo masculino. Los límites que la sociedad impone a las mujeres se observan sin reservas. Véase el arco narrativo dedicado a Alma (Marielle Heller), la madre adoptiva. Ella es una ama de casa que trata de aliviar su infelicidad con cocteles y píldoras —las mismas que les recetaban a las niñas del orfanato—, ante la sorda hostilidad de un esposo remoto y brutal. Heller, mejor conocida por ser una extraordinaria directora (“It’s a Beautiful Day in the Neighborhood” fue una de las mejores películas de 2019), es una revelación como actriz.
Frank tiene el acierto de renunciar al impulso didáctico, y no trata de educarnos sobre el juego. Nos tira al agua y espera que nos dejemos llevar por las corrientes de información —Gary Kasparov figura como asesor de producción, aportando credenciales de realismo—. La emoción de cada movida es invocada en la música de Carlos Rafael Rivera. Taylor-Joy brinda una actuación de admirable control, enigmática, pero vulnerable, que invita a la identificación. No apela directamente a nuestra simpatía, y mantiene la contención emocional hasta el fin. Como muchos genios del juego, Beth puede ser brusca y dura, pero instintivamente sabemos que las gracias sociales son un idioma que desconoce. Taylor-Joy hace que el aprendizaje sea fascinante, sin traicionar la naturaleza del personaje
La extensión de una miniserie —casi siete horas— permite una densidad novelesca que quizás se habría perdido en una película de duración regular. Y tome nota del diseño de producción: el opresivo hogar de Alma dice todo lo que tenemos que saber sobre sus esperanzas rotas. Beth se enfrenta por primera vez con su némesis en un hotel mexicano de vibrantes detalles que contrastan con la sobriedad sepulcral de Moscú, donde la serie concluye. Acaso la única movida en falso sea la cuestionable adoración del pueblo soviético ante la carismática invasora yanqui. Pero las demandas de un final feliz no hacen que El Gambito de Dama rinda a su rey. O más bien, a su reina.
El Gambito de Dama
(The Queen’s Gambit)
Dirección: Scott Frank
Duración: 6 horas, 55 minutos (7 episodios)
Clasificación: * * * * (Muy Buena)
*Disponible en Netflix