En pantalla

Brad Pitt brilla en la ciencia ficción terapéutica de Ad Astra

Esta película envía a su protagonista al espacio exterior, para ejecutar un ejercicio de introspección que le permite superar traumas personales.

     

Roy McBride (Brad Pitt) es un célebre astronauta, famoso porque su pulso nunca sube a más de 80 latidos por minuto, incluso en las situaciones más azarosas. Su férreo control de las emociones es una ventaja en su trabajo, no tanto en su vida privada. Su esposa, Eve (Liv Tyler), aparece fugazmente, solo para abandonar la relación. Da igual. Un accidente en una estación espacial le confirma la creencia de que, en su profesión, es mejor no tener ataduras.

El evento es causado por una serie de misteriosas explosiones eléctricas que cruzan el sistema solar, poniendo en peligro la supervivencia de la humanidad. Las autoridades creen que el veterano Clifford McBride (Tommy Lee Jones) tiene algo que ver. Años atrás, McBride comandaba el “Proyecto Lima”, en busca vida inteligente en el universo. Pero algo trágico sucedió en la base ubicada en el planeta Neptuno. Nadie sobrevivió… en teoría. Roy es el hijo de McBride, y pronto es reclutado para resolver el misterio.

Con seis películas en casi 30 años de carrera, James Gray se ha convertido en uno de los directores más sustanciales del cine norteamericano contemporáneo. “Ad Astra” es atípica en su filmografía por la envergadura de la producción: una épica de presupuesto millonario, repleta de efectos especiales, apelando a una audiencia amplia. Usualmente, trabaja en modestas producciones independientes, más enfocadas en conflictos interpersonales que en espectáculo. También es novedoso el foco sobre un individuo. Sus filmes anteriores funcionan como retrato de comunidades que funcionan, marginadas, dentro de la sociedad en general. Véase “Two Lovers” (2009), donde Joaquín Phoenix interpreta a un joven debatiéndose entre un romance con una rubia volátil (Gwyneth Paltrow) y la dulce novia que su familia aprueba (Vinessa Shaw). El triángulo amoroso se desarrolla en un vívido retrato del Brooklyn judío.

Grey supera la prueba. “Ad Astra” cumple como espectáculo, y preserva la esencia de sus talentos. La película funciona como vehículo de estrella para Pitt, pero no deja que se luzca en un vacío. Su versión del futuro cercano es concreta y plausible, y reproduce el carácter multicultural de la sociedad moderna. Tome nota del reparto multirracial. Aunque los papeles principales les pertenecen a blancos anglosajones, todos los personajes secundarios, sin importar cuan breve sea su presencia, se sienten vívidos y sustanciales.

Gray reconoce su deuda con “2001: Odisea del Espacio” (Stanley Kubrick, 1968) al dibujar los elementos especulativos de su visión del futuro, en términos banales y reconocibles. Roy vuela a la luna en un transbordador de Virgin Atlantic. La estación parece un centro comercial de arquitectura brutalista. En sus pasillos, puede ver sucursales de Subway y Dunkin Donuts. Es como cuando William Sylvester viaja en Pan-Am en el clásico de Kubrick. Aquí, cuando Roy le pide una colcha a la sobrecargo, le cobran 125 dólares. Ya no estamos en el optimismo futurista de los 60, sino en el capitalismo salvaje del siglo XXI. “Ad Astra” se beneficia de sólidos valores de producción. La fotografía de Hoyte van Hoytema y el diseño de producción de Kevin Thopson crean una realidad concreta y táctil.

A medida que nos alejamos de la tierra, los edificios se vuelven más precarios. La estación de Marte parece un búnker soviético. Cuando Roy encuentra por primera vez a la jefa local, Helen Lantos (Ruth Negga), la vemos en un pasillo rodeado de paredes cortadas, iluminado en expresivas luces rojas. Las luces se apagan progresivamente, envolviéndolos en oscuridad. Cortamos a la siguiente imagen, donde caminan por el mismo espacio, iluminado en color ámbar. Esto no es un error de continuidad. Estas dos tomas rompen la realidad del filme para anticipar, de manera simbólica y premonitoria, el papel que Lantos tendrá en la odisea de Roy.

Al final, “Ad Astra” es alma gemela de “Gravity” (Alfonso Cuarón, 2013). Ambas envían a sus protagonistas al espacio exterior, para ejecutar un ejercicio de introspección que les permite superar traumas personales. Es ciencia ficción terapéutica. Pitt es excelente en una actuación de extremos contradictorios. La represión emocional de Roy debe resquebrajarse ante nuestros ojos, mientras su dominio del mundo material lo mantiene con vida. Siempre bajo control, deja que su tersa narración en primera persona anticipe la vulnerabilidad incipiente. La pantalla grande es ideal para emular la inmensidad del espacio, y también para ver de cerca el expresivo rostro de las estrellas.

“Ad Astra”
(Hacia las estrellas)
Dirección: James Gray
Duración: 2 horas, 3 minutos
Clasificación: ⭐ ⭐ ⭐ ⭐(Muy buena)


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