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Si creemos que el coronavirus transformará a la sociedad y generará un mundo pospandémico más luminoso, estamos equivocados
El otro día leyendo el artículo Contra el optimismo, del periodista Javier Sampedro en el diario El País, me quedé meditabunda y acongojada. En su escrito, Javier decía que somos un tanto optimistas al creer en los análisis que se hacen del coronavirus. Detalla que, si creemos que «el coronavirus transformará la sociedad, generará un mundo post pandémico más luminoso y justo que el anterior, cambiará las prioridades de la política y las doctrinas de la economía», estamos equivocados.
Y dice eso porque no es la primera pandemia mundial, aunque sí la peor. Que cuando pase, se controle la crisis y se encuentre cura, la gente se olvidará, pero los daños económicos las asumirán los sectores más vulnerables, «la ciencia volverá no importará a nadie y la desigualdad seguirá medrando en unos sistemas económicos», señala.
Son dos crisis las de principio de este Siglo XXI: la epidemiológica y la económica, ambas deben de ir de la mano. La epidemiológica debe continuar centrada en la adopción de medidas que socialmente estamos soportando y, la económica -sin ser yo economista-, debe analizarse en base a experiencias de iguales proporciones que permitan buscar salidas para disminuir las desigualdades.
Soluciones hacia la cobertura de protección social
Es evidente que la crisis económica afectará a los sectores más pobres de todo el mundo, por ello, las soluciones deben estar enfocadas no sólo en el proteccionismo económico sino también, en la cobertura de protección social. La receta no es sencilla. Reactivar la economía de los países e intentar regular los mercados financieros para que éstos no tengan mayor impacto en economías frágiles, debe ser una medida transversal. Les toca a los gobiernos, políticos y sectores económicos, un diálogo real y transparente, para salir de esta crisis.
No soy tan pesimista como lo expone Sampedro, espero no equivocarme. No he vivido pandemias del Siglo XX, pero ésta nos está dejando lecciones en la salud, lo social, lo político y lo económico, segundo problema que toca batallar desde ya como país y como Unión Europea, porque si los países más ricos se cierran en no brindar ayuda a países como España e Italia, por ejemplo, ¿qué sentido tiene ser parte un proyecto común?
Volveremos a nuestros asuntos cotidianos, pero con conciencia en que como ciudadanos debemos cambiar de hábitos y exigir a los gobiernos -del tinte político que sea- no apliquen recortes ni privatizaciones en la salud y la precarización del empleo.
Esta es la cuarta semana de confinamiento en España y es evidente que no estamos acostumbrados en estar encerrados tanto tiempo. Nos desesperamos, pero hay que aguantar porque si queremos evitar más contagios y muertes, toca esperar.
*Este texto es parte de la serie CróNicas, publicada en la Revista Niú, a partir de este 16 de marzo, sobre las experiencias y reflexiones de cómo los nicaragüenses en España viven las medidas de confinamiento tomadas por el Gobierno español. Te invitamos leer más testimonios en este enlace.