En pantalla

DC Comics se «Marveliza» en «La Liga de la Justicia»
Liga de la Justicia. Imagen promocional.

Hay algo “marvelizado” en el humor que se inyecta en los diálogos, pero se siente repetitivo y poco natural

     

La primera escena de “La Liga de la Justicia” es electrizante. Holt McCallany, el brillante actor que descolló en la serie “Mindhunter”, domina la pantalla. Su presencia es, trágicamente, efímera. McCallany interpreta a un criminal anónimo que Batman (Ben Affleck) quiere usar como carnada para atraer a un extraño mutante volador, desafortunadamente parecido a la polilla Arthur en la sátira “The Tick”. Si usted es un adulto que no tiene una inversión emocional en la competencia entre DC Comics y Marvel, su tiempo estará mejor servido viendo a McCallany en la serie creada por David Fincher para Netflix. Si está matriculado en las aventuras de los superhéroes, nada podrá detenerlo de ver esta película.

Los mutantes alados anticipan la llegada de Steppenwolf (Ciaran Hinds), un demonio milenario que quiere traer el infierno a la tierra. Ya una vez, siglos atrás, una alianza entre las amazonas, los atlantidanos y los humanos, había coartado sus esfuerzos, separándolo de las tres cajas de piedra que contienen la energía primaria del universo. Ante este escenario, resulta particularmente inconveniente que Superman (Henry Cavill) haya muerto en “Batman versus Superman: Dawn of Justice” (Zack Snyder, 2016). Para compensar, Batman busca nuevos aliados: la Mujer Maravilla (Gal Gadot), Aquaman (Jason Momoa), al joven Flash (Ezra Miller) y el hombre-máquina Cyborg (Ray Fischer).

La dinámica particular de los “universos cinemáticos” que DC Comics y su rival Marvel han desarrollado, impone demandas particulares en el guion de Chris Terrio y Joss Whedon. “La Liga de la Justicia” debe funcionar en varios niveles: es una historia contenida en sí misma, pero también un capítulo más en una supranarrativa que cruza varias películas, en franquicias paralelas. Debe servir como introducción de personajes nuevos, como Aquaman. Como las dos películas de “Los Vengadores”, deben ceder los reflectores a cada personaje, suficiente tiempo como para que se luzcan. En medio de tantos condicionamientos, es casi imposible generar una narrativa que pueda satisfacer tantas necesidades dispares.

El drama fuera de los confines de “La Liga de la Justicia” es más interesante que la película misma. En casi una década, Marvel ha marcado la pauta del entretenimiento taquillero, definiendo el pulso de la cultura popular con varias franquicias que combinan el heroísmo con humor desenfadado. En contraste, las películas de DC se presentan inflamadas de importancia, temblando bajo el peso de las mitologías que pretenden honrar. No siempre fue así. En el 2008, DC Comics dominaba el juego gracias al director Christopher Nolan, a medio camino con su trilogía de Batman. Ese año, Marvel estrenó dos películas. Una fue un fallido intento de lanzar una serie con Edward Norton haciendo de “El Increíble Hulk”. Pero la otra fue “Iron Man”, que en forma y estilo, sentó las bases de la estrategia que lo llevó a prevalecer sobre su competencia.

Desde entonces, DC trata de alcanzarlo. La reciente “Mujer Maravilla” (Patty Jenkins, 2017) aligeró el peso, y aprovechó al máximo la novedad del protagonismo femenino de Gal Gadot. Hay algo “marvelizado” en el humor que se inyecta en los diálogos, pero se siente repetitivo y poco natural. Si Marvel siempre trata de humanizar la escala de sus héroes, DC favorece la hipérbole.

El villano quiere convertir la tierra en un infierno, pero es letalmente aburrido. La personalidad del brillante actor Ciaran Hinds se pierde entre la animación digital. La intrincada mitología es simplificada cuando conviene. Por ejemplo, Steppenwolf recupera las primeras dos cajas en batallas de alcance épico. La ubicación de la tercera caja se siembra como un misterio, pero al final, su recuperación ocurre fuera de cámara, explicada con una línea de diálogo descartable. Hay mucho que hacer, y poco tiempo. Aun cuando tratan de invocar emoción genuina, el resultado es poco convincente. Tome nota de la incómoda escena que trata de unir en su duelo a Louis Lane (Amy Adams) y Matha Clarka (Diane Lane), novia y madre del difunto Supermán. Dos actrices prodigiosas son desperdiciadas en una conversación que debería ser conmovedora, pero que solo se registra como una distracción.

Échele la culpa al director Zack Snyder, empeñado en convertir cada momento en una especie de momento monumental. Al no calibrar acción o emoción, impone en su película un tono monótono y abrumador.

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