En pantalla
Estamos ante una pieza de entretenimiento infantil en clave edificante, elevada a un estado superior por lo impecable de su artesanía.
Han pasado siete años desde que se estrenó “Frozen”. Parece menos tiempo, por cuán hondo caló en el imaginario popular. Ahora, la fiebre de secuelas de los Estudios Disney la ha alcanzado.
Elsa (Idina Menzel) lleva algún tiempo reinando Arendelle, cuando una serie de extraños fenómenos se manifiestan. Recias ventiscas e insistentes temblores hacen imposible la vida de sus súbditos. La clave del misterio reside en la conflictiva historia del reino con la tribu de Northulda. Los aborígenes viven en el borde de un bosque cubierto por una espesa niebla, desde que una misteriosa reyerta dividiera a los antiguos aliados. Elsa se lanza a la aventura de confrontar la amenaza del presente y el pasado de su familia, acompañada de su hermana, la princesa Anna (Kristen Bell), su novio Kristoff (Jonathan Groff), el hombre de nieve Olaf (Josh Gad) y el reno Sven.
El guion de Jennifer Lee se las agencia para armar una historia inspiradora. Ensalza la realización personal con las preocupaciones contemporáneas sobre el medio ambiente. Estamos ante una pieza de entretenimiento infantil en clave edificante, elevada a un estado superior por lo impecable de su artesanía. Es fácil obviar lo esquemático de su trama, al quedar hipnotizado por la belleza estética de la animación. Los paisajes invernales son tan inusuales, que piden una historia más… Extraña. O al menos, algo más extraño que lo que la marca Disney se permite vender.
La música ha sido un elemento crucial desde la época dorada del Estudio. Eso no ha cambiado en la era del karaoke y Spotify. Lamentablemente, en ese frente, “Frozen II” se queda corta. La película está estructurada como uno de esos espectáculos de teatro musical que atraen a las familias a Broadway, pero las canciones suenan, en general, como pálidas imitaciones de algo superior. El himno de realización personal “Into the Unknown” no tiene la fuerza lapidaria de “Let It Go”, aunque sí desafía las cuerdas vocales de la veterana Menzel.
En lugar de proponer sonidos nuevos, que vayan a tono con el mundo fantástico que crean, los realizadores apelan a lo reconocible. No es casualidad que, a la sombra del éxito de “Bohemian Rhapsody”, Kristoff reciba un número que podría funcionar como balada rock de Queen. Para que la conexión quede más clara, durante el número en cuestión, el cantante principal y sus coristas son retratados en la formación de cuatro rostros cantando en la oscuridad, que evoca directamente el famoso videoclip de la banda británica. Es el tipo de guiño que pasa por encima de las cabezas de los niños, pero que arranca una sonrisa en los padres (y los abuelos). Así pueden sentir que, en algún nivel, la película también está hecha para ellos.
Lo mejor de “Frozen II” es familiar, pero no por enfrascarse en la imitación, sino porque invoca con claridad una experiencia emocional reconocible. Olaf, el hombre de nieve que ha cobrado vida gracias a la magia, tiene la edad mental de un niño que acaba de descubrir la mortalidad. Habla de su posible autoextinción como anhelando el momento. La mejor canción de la película es “When I’m Older”, un número secundario en el cual da voz al desconcierto de los niños a la hora de contemplar el mundo de los adultos. “Cuando sea mayor, entenderé”, dice. Conectamos con el sentimiento, precisamente porque sabemos que en realidad, es otra aspiración infantil imposible de realizarse. “Voy a lo desconocido” exclama Elsa con la certeza, optimista, pero irreal, de que podemos conquistar todo lo que no conocemos. Buena suerte con eso. “When I’m Older” es pura añoranza. La voz de Gad, y la incongruente fisonomía del personaje —un muñeco de nieve antropomorfo— le hará recordar los momentos más melancólicos y cálidos de los Muppets en la era de Jim Henson.
Lo desconocido no se conquista. Se contempla. Tanto así nos ha enseñado el maestro Hayao Miyazaki, cuya influencia se nota en las preocupaciones ambientales, y en los gigantes de piedra que encarnan a la tierra elemental. Pero la misión empresarial de Disney no admite ambigüedades. Puede inspirarse en Hans Christian Andersen y el folklore escandinavo, pero su espíritu es eminentemente norteamericano: tiene que inspirar optimismo y vendernos algunos juguetes de Navidad.
“El Reino del Hielo 2”
(Frozen II)
Dirección: Chris Buck, Jennifer Lee
Duración: 1 hora, 43 minutos
Clasificación: ⭐⭐⭐ (Buena, recomendada con ciertas reservas)