En pantalla
"La película recurre a una serie de flashbacks que nos llevan al inicio de la relación, cuando Joan era una estudiante universitaria y Joe era su profesor de literatura".
Después de siete nominaciones al Óscar, Glenn Close se encuentra posicionada para llevarse la estatuilla por “La Esposa”. Es un melodrama diseñado como vehículo de estrella, para que la actriz se luzca. Este no es un defecto, sino una característica. La película adopta el punto de vista femenino con insistencia, pero se queda corta a la hora de explorar los temas que invoca.
Joe Castleman (Jonathan Pryce) es un escritor que vagamente invoca la figura de Phillip Roth —vive en el noreste de Estados Unidos, en más de una ocasión se enfatiza que es judío—. La película lo introduce en la intimidad de su hogar, en la cama, con su esposa Joan (Close), mientras esperan la llamada que le notificará oficialmente la concesión del premio Nobel. El teléfono suena, pero la alegría no durará mucho. La pareja comparte secretos que funcionan como fallas geológicas, listas para desatar un terremoto de emociones. La tirante relación entre la estrella literaria y su hijo, David (Max Irons), un escritor incipiente, alcanza un punto de quiebre en el viaje a Suecia. Durante las celebraciones, Nathaniel Bone (Christian Slater), revolotea alrededor de la pareja, buscando material para la biografía que planea escribir sobre Castleman. A cómo sugiere el título, todos los caminos conducen a la esposa.
El directo Björn Runge es sueco, y por eso, tiene una posición privilegiada para mostrarlos la maquinaria detrás del premio, así como las particularidades del carácter nacional, cristalizado a través del protocolo del evento. Sin embargo, la verdadera atracción es Close. Tome nota de como la película está construida en anticipación a los momentos de contemplación y revelación personal, culminando en primeros planos que permiten que la protagonista revele los extremos de su talento. Pero ya sabíamos que Glenn Close es una buena actriz.
La película recurre a una serie de flashbacks que nos llevan al inicio de la relación, cuando Joan era una estudiante universitaria y Joe era su profesor de literatura. Es inusual encontrar una invocación de la juventud como estado de transformación del ser humano, pero Annie Starke es brillante a la hora de dramatizar los momentos claves que convierten a Joan en la persona que vemos décadas después, tratando de desaparecer en la sombra del marido exitoso. El parecido físico entre Starke y Close es inquietante, pero no depende de ningún maquillaje transformador. Son madre e hija en la vida real, pero no crea que ganó el papel por nepotismo. Es buena por derecho propio, y me atrevería a decir que la conexión contribuye a cimentar el impacto de la película. Es una actuación a cuatro manos. Si Close se lleva el Óscar, la mitad de la estatuilla es de su hija.
Construir la película alrededor del personaje de Close reduce el alcance del filme, coartando el desarrollo de subtramas que podrían matizar los temas de realización personal, competencia y género. El drama del hijo sofocándose a la sombra del padre queda apenas enunciado. Alex Irons —hijo de Jeremy Irons— debe saber algo sobre competir con un padre ilustre, pero la película solo le pide petulancia. Pryce es un excelente actor, pero Castleman es una quimera que se desdibuja cada vez más, a medida que entendemos la verdadera naturaleza de su relación. Linnea (Karin Franz Körlof), la fotógrafa oficial de evento, podría actualizar los problemas de la joven Joan, pero el guion la reduce a ser un accesorio de la trama. Échele la culpa al machismo estructural, que incluso se manifiesta en proyectos sensibles.
Dos personajes vívidamente realizados complementan la intensidad de la protagonista. Elizabeth McGovern es excelente en una breve escena donde previene sobre los peligros que aguardan a una mujer con pretensiones literarias. Habría sido fácil para Christian Slater pintar al biógrafo desautorizado como un ave carroñera, pero hay algo melancólico en su disposición que lo humaniza. Si alguien ve realmente a Joan, es él. Y no se trata simplemente de intuir el secreto que alberga. En sus escenas juntos se registran como legítimos seres humanos compartiendo tiempo y espacio.
Runge podría haber provisto una puesta en escena visualmente más expresiva. Hay algo plano en su visión, que sugiere algo más parecido a las películas que se estrenan en los canales de cable prémium. Quizás lo modesto de su desempeño es solo otra manera de asegurarse que nada compita con la estrella.
“La Esposa”
(The Wife)
Dirección: Björn Runge
Duración: 1 hora, 39 minutos
Clasificación: (Buena, recomendada con ciertas reservas)