En pantalla
Una película que funciona como máquina generadora de suspenso, "Hotel Mumbai" retrata un dramático atentado múltiple en Mumbai, India
El 26 de noviembre de 2008, el grupo fundamentalista pakistaní Lashkar-e-Taiba ejecutó un dramático atentado múltiple en Mumbai, India. La jornada de violencia se extendió a lo largo de cuatro días, y desbordó la capacidad de respuesta de las autoridades. Terroristas fuertemente armados cometieron asesinatos en masa en estaciones de transporte público, hospitales, calles peatonales, restaurantes y hoteles. La acción de “Hotel Mumbai” se concentra en el Hotel Taj Mahal Palace & Tower. Este drama de la vida real es tierra fértil para un ‘thriller’ geopolítico, al mejor estilo de Kathryn Bigellow y sus autopsias de guerras abiertas y encubiertas —véase “The Hurt Locker” (2008) y “Zero Dark Thirty” (2012)—. Sin embargo, la película apunta a un modelo más modesto y anticuado: el ‘cinedesastre’ del productor Irwin Allen.
Las escenas iniciales nos muestran a los terroristas dispersándose por la ciudad en busca de sus puntos de ataque. Son como las tomas de la caja de fusibles, haciendo cortocircuito en el rascacielos de “The Towering Inferno” (John Guillermin, 1974). Mientras tanto, un extenso reparto, poblado de personajes que cruzan el espectro social, son introducidos en estampas que siembran la semilla de la fatalidad. ¡Si tan solo Arjun (Dev Patel), el noble mesero, no hubiera encontrado zapatos de repuesto que le permitieran quedarse a trabajar…! ¡Si Zahra (Nazanin Boniadi), belleza de la alta sociedad, y su marido norteamericano, David (Armmie Hammer), se hubieran quedado en su habitación con su bebé enfermo…! ¡Si el mercenario ruso Vasili (Jason Isaacs) no hubiera cenado antes de armar una fiesta en su habitación con dos damas de compañía…!
Quien llega con vida al final se convierte en la principal preocupación de “Hotel Mumbai” —y, por ende, del espectador—. El guion, acreditado a John Collee y el director Anthony Maras, articula caracterizaciones simples, que dependen en gran parte del carisma de los actores. Sus destinos nos importan, porque estamos ante profesionales, especialistas en construir efectivos simulacros de humanidad. Los diálogos entre los terroristas, en constante conversación vía celular con el líder de su grupo, invocan someramente cómo las raíces del terror se afincan en la pobreza, el fanatismo, y la distribución desigual de la riqueza. Bajo la tensión de la persecución, se oculta una fantasía de concordia entre clases sociales. Los pobres (meseros, mayordomos, cocineros) están listos para sacrificarse por los ricos. La dinámica laboral de la industria de la hospitalidad ofrece la coartada perfecta. Después de todo, “el cliente es Dios”, a como dice el Chef Ejecutivo, el señor Oberoi (el excelente Anupam Kher).
Entre “Slumdog Millionaire” (Danny Boyle, 2008) y “Lion” (Garth Davis, 2016), Dev Patel se ha convertido en una especie de protagonista indio todo propósito para los públicos occidentales —no importa que el actor sea realmente un británico hijo de migrantes—. Es un actor eficiente. Tome nota de cómo hace funcionar el momento más teatral de la película, cuando en medio del caos, Arjun se toma la molestia de calmar los temores de una huésped racista. Hammer y Isaacs, galanes convencionales de dos generaciones distintas, se funden con el resto del reparto sin llamar mucho la atención. Boniadi, encarnando a una privilegiada en un país de dramáticas asimetrías económicas, flirtea con la posibilidad de retar los estereotipos de la audiencia, pero “Hotel Mombai” simplemente no tiene interés, ni tiempo, para internarse en ese laberinto.
La película funciona como máquina generadora de suspenso. Uno no puede evitar involucrarse emocionalmente en este brutal juego de gato versus ratón. Esto sucede a pesar de que la puesta en escena no se esfuerza mucho por ubicarnos espacialmente en cada teatro de operaciones. Con los personajes dispersos en diferentes puntos, algunos desaparecen por extensos segmentos del metraje, aun cuando están definidos como figuras principales. De la misma manera, el director anula el impacto emocional de algunas muertes, con decisiones editoriales que parecen dictadas por la prisa. Tiene que acumular demasiados eventos en poco más de dos horas.
En Nicaragua, la película enfrenta un desafío circunstancial. Las acciones violentas de los terroristas se presentan con relativa franqueza. Considerando que en nuestro país el Estado ejerce acciones similares contra sus propios ciudadanos, cualquier valor de entretenimiento queda saboteado. En este contexto, la película deja de ser escapismo, y se convierte en un espejo perturbador.
“Hotel Mumbai: El Atentado” (Hotel Mumbai)
Dirección: Anthony Maras
Duración: 2 horas, 3 minutos aprox.
Clasificación: (Regular)
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