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Tu Cleta, Sheep Heads y Vinocurova, tres Pymes innovadoras
Un nuevo grupo de jóvenes profesionales experimenta con empresas que utilizan materias primas locales, establecen alianzas con artesanos y apuestan por innovar en un mercado tecnológico todavía virgen.
I. Una bici con historia
Perla Sánchez y Francisco González, dos jóvenes arquitectos nicaragüenses, fundaron un negocio poco convencional: promueven una boutique online que ofrece bicicletas “vintage” en Managua, una ciudad que a primera vista no parece diseñada para practicar ciclismo urbano. Tu Cleta, la pequeña empresa que dirigen, restaura este medio de transporte, lo hace vistoso para la capital y, a largo plazo, brinda la oportunidad de mejorar el estado de salud de quien lo usa con la seguridad de que no contamina el ambiente.
Según estos emprendedores, su empresa surgió después de haber vivido en la Ciudad de México mientras estudiaban sus maestrías en arquitectura sustentable y urbanismo. En dicha metrópolis, cuya población asciende a 25 millones de habitantes y es conocida por su tráfico infernal, observaron que cada vez más personas aprovechaban las ciclo vías para movilizarse de forma sostenible. Perla y Francisco, quienes también se transportaban en bici, querían traer eso que les gustó tanto de México a Nicaragua.
“Si en el DF, una ciudad tan compleja con problemas de tráfico que todo mundo conoce, la gente puede andar en bicicleta, ¿por qué en Managua no? Es una urbe pequeña y está empezando a tener problemas de ciudad grande, pero si ellos lo hacen nosotros también podemos. En México teníamos compañeros de clase que vivían muy lejos de la universidad y tenían que pasar el Periférico. Si ellos podían, ¿por qué nosotros no?”, cuestiona Perla, cuya pasión por el ciclismo empezó en su niñez.
Al regresar a su país, los arquitectos hicieron un estudio de mercado y se dieron cuenta que en Managua solo se vendían bicicletas para ciclismo de montaña, por lo que vieron una oportunidad de mercado que nadie más había querido explorar. Empezaron viajando por pueblos del Pacífico para “cazar” bicicletas antiguas que la gente estuviera dispuesta a vender. Y no solo se aliaron con artesanos locales para diseñar los accesorios, sino también con técnicos que desarman, pintan y vuelven a armar cada pieza. Cuando el producto está finalizado, unos cinco negocios se han beneficiado de Tu Cleta.
“Queremos que la gente deje de pensar en la bicicleta como el medio de transporte exclusivo de una persona pobre. Se piensa que solo el obrero anda en ella, pero no hay que marginalizar”, afirma Francisco. El joven coincide con Perla al asegurar que los capitalinos se imponen una variedad de obstáculos para no usar bicicletas, principalmente por problemas de seguridad, cuando el mayor impedimento es el clima. “Si querés ir al trabajo, sabés que por lo menos tenés que llegar a cambiarte la camisa. Pero más que eso, creo que son elementos que nos hemos impuesto y que no logramos superar”, manifiesta Perla.
Estos jóvenes profesionales promueven sus productos en la página de Facebook de Tu Cleta. El precio de cada uno oscila entre los US$300 y US$500, dependiendo del proceso de restauración por el que pasaron y los accesorios que cada cliente desee colocarle. “Se podría pensar que nuestras bicis tienen un costo alto, pero han pasado por las manos de varias personas (…) Queremos devolverle algo a la gente, por eso no regateamos el precio del bolso de cuero que colocamos. Nosotros pagamos el precio que los artesanos y técnicos consideran justo”, aseguran los empresarios.
II. Pasión por la moda
Geraldine Herrera tomó una decisión arriesgada cuando renunció a su trabajo para dedicarse a su pasión. Graduada de la carrera de Arquitectura en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), tuvo la suerte de encontrar un puesto laboral tan pronto como se graduó. Empezó a trabajar diseñando cocinas para el mercado nacional, pero la monotonía de un trabajo de oficina, la imposibilidad de ser su propia jefa y las pocas probabilidades de ascender en una empresa la hacían infeliz. Después de un año de laborar para otros, concluyó que debía montar su propio negocio: un atelier donde ella misma pudiera convertirse en diseñadora de modas.
La joven tenía dos elementos a su favor. El primero era que su madre, nacida y educada en Rusia, le había enseñado a coser su propia ropa cuando era todavía una adolescente. El segundo era que cuando todavía estudiaba su licenciatura experimentó vendiendo bolsos para mujeres, una exitosa iniciativa que marcó el inicio de lo que vendría después. Como desventaja destacaba el hecho de que no podía cursar una carrera en Diseño de Modas, cuya duración era de cuatro años, si quería empezar su empresa pronto. Fue por eso que tomó un curso intensivo de costura española para complementar su formación académica, que le había enseñado a comprender las dimensiones del cuerpo humano.
Tras terminar su curso, Geraldine acondicionó una habitación de su casa e inauguró Vinocurova, una pequeña empresa de diseño, corte y confección de ropa para mujeres. Esta arquitecta de formación promueve sus productos a través de la publicidad “boca en boca” y en su página de Facebok, que ya cuenta con más de 3,000 seguidores. Es en ese espacio digital ofrece una línea casual que incluye blusas, faldas y vestidos. Además elabora vestidos de gala, e incluso de bodas, por encargo. Las tarifas de sus diseños, que son hechos con productos locales, se ajustan a las medidas del cuerpo de sus clientes.
“No utilizo las tallas estándar de mercados internacionales. Hice un estudio del cuerpo de la mujer nicaragüense cuando estaba en la facultad de arquitectura y me di cuenta que la mujer promedio tiene curvas. Hay de todo, pero la mayoría no es normalmente flaquita. De ese estudio saqué mis tallas”, asegura Geraldine, quien produce modelos exclusivos fusionando lo mejor de la costura española y la rusa.
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La joven tampoco considera que al ofertar sus productos en su tienda digital, sea conveniente omitir el precio de los mismos. Es por ello que siempre aparecen en las fotografías que los promueven. Asimismo, no cree que sea justo venderlos en dólares, por lo que sus tarifas se muestran en moneda nacional y oscilan entre los quinientos córdobas y los mil quinientos córdobas para la línea de ropa casual. En el caso de los vestidos de gala, el precio máximo es de cien dólares. Si bien los diseños son exclusivos, lo que todos tienen en común es que han sido confeccionados en su totalidad por ella misma.
III. Una App que facilita la vida
Sheep Head Apps es una empresa que suma tres jóvenes talentos. Alberto Fernández, licenciado en Diseño de Productos con una maestría en mercadeo y publicidad; Enrique Flores, arquitecto con experiencia en Diseño Gráfico; y Javier Álvarez, quien estudió Programación en Costa Rica, se unieron hace tres años para montar esta Pyme tecnológica cuya misión es crear aplicaciones gratuitas para usuarios nacionales e internacionales residentes en Nicaragua, quienes cuentan con teléfonos inteligentes.
El primer producto que lanzaron al mercado fue Infobot, un aplicación que funciona como una especie de directorio telefónico. Esta incluye una guía de negocios de distinta índole (restaurantes, hoteles, bancos, tiendas, medios de comunicación, entre otros), además de información vital sobre tarifas de combustible, cambio del dólar, tandas de cine, números de emergencia e incluso una guía de profesionales freelance. Se trata de una herramienta que facilita la vida del usuario, al ahorrarle tiempo y la molestia de entrar a múltiples sitios web desde la computadora.
Alberto asegura que toda la información disponible en Infobot ha sido verificada por ellos, sea a través de llamadas telefónicas o visitas que realizan a los negocios que promueven. Cada empresa cuenta con un espacio básico en el que se muestra el nombre del negocio y los datos básicos de contacto. Estos perfiles pueden completarse invirtiendo entre US$35 y US$160 mensuales, para lograr que usuarios de los sistemas operativos iOs y Android sepan de ellos.
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La filosofía de estos jóvenes emprendedores rompe con la visión del empleado o empresario tradicional. “Montamos una empresa que no desarrollara aplicaciones para otras empresas. No queremos esperar a que alguien nos diga qué hacer. Queremos crear nuestras propias aplicaciones, que sean gratis para los usuarios y que generen dinero (a través de publicidad) para seguirlas manteniendo. Con ellas queremos financiar futuros proyectos”, explica Alberto, quien también es socio de Click, una empresa de marketing y publicidad radicada en Managua.
Para Alberto, se trata de ser sincero consigo mismo. “Hay miles de diseñadores mejores que yo. ¡Miles! Es más, al diseñador que tenemos en Click le diría: agarrá mi escritorio y me voy. Gracias (…) Soy socio de esta empresa, pero uno tiene que asumirse también”, dice entre risas quien prefiere la libertad de experimentar sin tener que ceñirse a los requisitos del mercado tradicional.