En Nicaragua en este mes de septiembre pareciera que hay dos banderas. O para ser más precisos, dos formas diferentes de ondear y portarlas. Ambas, dependiendo del contexto, puede llevar a una persona a la cárcel. Centenares de nicaragüenses se niegan a ser dóciles ante la prohibición de la protesta en las calles hace ya un año por orden del Ejecutivo, y ante el llamado de la oposición, izan sus banderas en septiembre con el escudo invertido; las llevan en su vehículo, se toman fotografías y las suben a las redes sociales. Con las calles militarizadas y una normalidad impuesta, la «lucha» se va por el lado de lo simbólico.
Según el historiador nicaragüense Bayardo Cuadra, no ha habido ningún precedente en Nicaragua de esta acción “rebelde”, y uno de los últimos reductos de resistencia pacífica ante la represión del régimen de Daniel Ortega. Ni siquiera bajo la dictadura de los Somoza se vio algo similar. La oposición ha llamado a “reivindicar” los símbolos patrios, que según ellos han sido manoseados y suplantados por el orteguismo.
Una de las acciones que proponen es sacar la bandera de Nicaragua con su escudo invertido y colocar un lazo negro en una de sus franjas, en señal de luto. Mientras tanto, el Gobierno ha revestido de azul y blanco todas las instituciones del Estado, e incluso, los buses públicos de Managua, los vehículos oficiales y hasta los tractores de alguna Alcaldía. Los movimientos «autoconvocados» ven esto como un derrota admitida del régimen y también como una de sus grandes contradicciones, pues la misma bandera que ellos “criminalizan” ahora la quieren imponer.
El movimiento “azul y blanco» protesta con el escudo invertido, un acto simbólico de vieja data que ha lo largo de su historia ha tenido diversos significados. Se ha visto en las protestas contra Nicolás Maduro en Venezuela y en las recientes manifestaciones de Puerto Rico contra el gobernador Ricardo Rosselló, y hasta en una de las temporadas de la serie de Netflix House Of Cards.
Pero su simbolismo no está escrito en ningún manual. Lo que apuntan los historiadores —y los hechos del pasado— es que una bandera izada de forma diferente a su configuración natural era una llamada de atención para las tropas aliadas. Si en una fortaleza el pabellón estaba boca abajo, significaba que la ciudad fue tomada y agredida. Si la bandera se invertía en una plaza, hacía referencia a una rendición, o Estado de sitio. En la actualidad es una llamada SOS internacional que advierte de peligro de muerte, inseguridad o ayuda.
Pocos Estados contemplan esta excepción de uso en sus reglamentos de símbolos patrios. Estados Unidos lo toma en cuenta en su Código de la Bandera: “La bandera nunca debe mostrarse con el símbolo de la unión (el azul estrellado) hacia abajo, excepto como una señal de angustia extrema en casos de extremo peligro para la vida o la propiedad”, asegura el reglamento de dicho país. En Nicaragua no se menciona ni se admite oficialmente.
La protesta de la bandera invertida
La bandera invertida en Nicaragua tiene sus propias características. Además de fungir como una llamada de auxilio ante la comunidad internacional, en lo interno del país es un símbolo de resistencia que también incomoda al régimen de Daniel Ortega.
“La bandera azul y blanco ha sido enarbolada como un símbolo de lucha y de regresar al país los verdaderos valores patrióticos, dejando de un lado el Estado-partido que se encuentra en el poder”, asegura Ivania Álvarez, miembro del Consejo Político de la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB).
Este movimiento mantiene un “plan organizativo”, donde cada mes se bosquejan actividades de protesta pacífica. En septiembre decidieron que una de ellas sería el escudo invertido. Pero no es la primera vez que el movimiento “azul y blanco” protesta con simbolismos. Desde mayo de 2018, cuando varias comisiones de estudiantes viajaron al extranjero con el fin de denunciar la represión gubernamental, las fotografías de aquellas reuniones se caracterizaban por tener siempre de fondo una bandera boca abajo. En redes sociales hizo furor. Las pasiones se elevaron. Unos indignados marcaban el hecho como “error”, otros como un “insulto”. Pero en medio del debate, algunos usuarios intentaban explicar que no se trataba de un error ni de un insulto a la patria, sino de un SOS internacional.
Ahora en septiembre, a más de un año del inicio de las protestas en Nicaragua, los movimientos creen que es el momento indicado para volver a llenar las calles de “azul y blanco”. “ En el mes patrio hay que volver a darle la identidad al pueblo y de que todos nos sintamos parte de Nicaragua”, comenta Carmen Chamorro, una joven activista del movimiento Construimos, que forma parte de la UNAB. Ella es una de las ciudadanas que se ha unido a las manifestaciones del escudo invertido.
“En la lucha lo único que nos une no es nuestra ideología o nuestro partido, sino nuestro patriotismo y el amor por Nicaragua, nuestro mayor símbolo es la bandera azul y blanco”, agrega.
La bandera nacional y sus colores se convirtieron rápidamente en el símbolo de un movimiento que no sentía representación alguna con los otros colores de un partido político. Los estudiantes, que fueron los primeros en salir a las calles, lo adoptaron como su emblema.
“Yo sí creo que esto fue como un golpe fuerte para el régimen desde un inicio, porque no importaba qué tanto chayopalos habían puesto en las calles, la gente encontró algo fácil de identificar y que no estaba relacionado con el partido”, comenta Lyris Solís, una estudiante universitaria. “La bandera invertida sigue siendo una llamada de auxilio, pero también representa diferencia y es parte de esta lucha simbólica”.
Para Lyris, la lucha por la autonomía universitaria sigue siendo el principal motor del movimiento estudiantil, pero también está consciente que ninguna de sus demandas se pueden cumplir “bajo una dictadura”.
“Hemos encontrado nuevos significados a las cosas, no solo a una bandera invertida. Decir azul y blanco ya representa mucho. Sigue siendo una llamada de auxilio, pero también representa diferencia y es parte de esta lucha simbólica”, explica.
Una lucha simbólica, en medio de una rebelión cívica y una dictadura llena de símbolos. Unos ya han caído y otros se empiezan a reivindicar. En Nicaragua, hasta las banderas se resisten a la normalidad de ser izadas como se hacía antes de abril.