En pantalla
La agenda del cineasta Martin McDonagh es chocarnos, enternecernos y finalmente dejarnos una sensación de incomodidad.
“Tres Anuncios para un Crimen” viene en la cúspide de una ola de inevitabilidad, lista para arrasar en la ceremonia del Óscar, donde está nominada en siete categorías. La película acaba de ganar cinco estatuillas en los premios de la Academia Británica de Artes Fílmicas y Televisivas (BAFTA, en inglés original), incluyendo Mejor Película y el rimbombante “Sobresaliente Filme Británico del Año”. Aunque se desarrolla en el corazón de Norteamérica, es una producción financiada con capital inglés. Por una vez, Estados Unidos es objeto de apropiación cultural, cortesía del celebrado dramaturgo y cineasta Martin McDonagh.
Mildred (Frances McDormand) es una mujer madura, divorciada, en el centro de una tragedia que se ha convertido en moneda de cambio en el pueblo de Ebbing, Missouri. Su hija Ángela (Kathryn Newton) fue violada y asesinada, su cuerpo quemado para ocultar el crimen. La encontramos meses después de la tragedia, dentro de una burbuja de pesar que está a punto de reventar por la desidia oficial.
La policía local, comandada por el sheriff Willoughby (Woody Harrelson), no ha encontrado pista alguna. Al observar tres rótulos abandonados en una carretera secundaria, decide alquilarlos para demandar justicia. Los tres anuncios, en simples letras negras sobre fondo rojo, tienen un efecto devastador en la comunidad. La simpatía por Mildred se corroe en odio, con la mayoría alineándose instintivamente con el policía. Ella se convierte en una mujer inconveniente. Su hijo Robbie (Lucas Hedges) es blanco de acoso en la escuela. El alguacil Dixon (Sam Rockwell) trata de intimidarla. Nada funciona. La mujer llevará su protesta hasta las últimas consecuencias.
La situación de Mildred está diseñada para que el espectador proyecte sobre ella todo el recelo que se tenga sobre los poderosos. Tome nota de la satisfactoria escena en la que escarmienta al sacerdote católico que llega a su casa para convencerla de retirar los carteles. Su diatriba sobre cómo el concepto de culpa se extiende a toda la iglesia por un solo cura que viole a un monaguillo, arrancó risas y aplausos en la función a la cual asistí. Es una estrategia de identificación facilista pero efectiva.
La ferocidad de McDormand ayuda a que la aceptemos. Aunque ella es la protagonista, la atención de la película se divide en un extenso reparto donde casi cada personaje tiene un arco narrativo personal, que matiza el conflicto principal entre el individuo y la sociedad. Willoughby no es necesariamente un verdugo tradicional, y eso complica la simpatía por Mildred. Dixon se revela como el que atraviesa una transformación más profunda. Es el tipo de rol que demanda premios.
Los demás miembros del reparto ofrecen actuaciones igual de buenas en apariciones más breves. La sorpresiva fragilidad de estos bribones brilla en Peter Dinklage – Tyrion Lannister en “Juego de Tronos” – como un enano que profesa un amor no correspondido por Mildred. Caleb Landry Jones interpreta por enésima vez a una pieza de “basura blanca”, como el dueño de la empresa de rotulación. Podría haber sido simple alivio cómico, pero tiene un par de escenas que nos obligan a verlo como un ser humano. John Hawkes hace que cuenten sus pocas apariciones como el exesposo de Mildred.
La visión que McDonagh tiene del proletariado rural parece caricaturesca y condescendiente, pero es similar a la que le aplicó a los despistados citadinos de Los Ángeles en “Seven Psychopaths” (2012) y los euro mafiosos de “In Bruges” (2008). Esta es la primera de sus películas que se presenta en cines de Nicaragua, pero puede ver esos dos títulos en Netflix. Sus personajes son, inevitablemente, violentos, malhablados y prestos a usar cualquier epíteto racial. Mientras más ofendan, mejor. Es como Tarantino, pero sin los despliegues de amor enciclopédico por la cultura pop.
La agenda de McDonagh es chocarnos, enternecernos y finalmente dejarnos una sensación de incomodidad. El ambiguo final promueve el afán parapolicial, a la vez que nos llama la atención sobre cuán fácil es caer en sus garras. Usted escoja. La violencia, física y verbal, casera o institucional, termina revelándose como la materia que preocupa al director. El crimen de Ángela es su manifestación más extrema e irreversible, pero también vive de otras maneras, inserta en el tejido social, lista para pasarle la cuenta al que la ejerce y al que la sufre.
«Tres Anuncios para un Crimen”
(Three Billboards Outside Ebbing, Missouri)
Dirección: Martin McDonagh
Duración: 1 hora, 55 minutos
Clasificación: * * * (Buena)