“If you wish to be the king of the jungle,
it’s not enough to act like a king.
You must be the king.
There can be no doubt.
Because doubt causes chaos and one’s own demise”
—Mickey Pearson, The Gentlemen
Se le llama “cine de autor” a un conjunto de películas dirigidas por el mismo director y que aportan una propuesta estética tan sólida y particular que puedes saber automáticamente a quién le corresponden estas obras. Así, resulta complicado no saber cuándo una película es de Tarantino, Ford Coppola, Scorsese, Subiela, Malick, Luhrman o González Iñárritu.
Entre el 2001 y 2002, la compañía BMW se arriesgó con una campaña publicitaria fuertísima cuyo principal artilugio mercadológico era el “product placement”, es decir, ubicar a los automóviles en secuencias de acción de obras audiovisuales. Para esto, desarrollaron una historia llamada “The Hire”, protagonizada por Clive Owen, en donde él es un chofer con diferentes misiones arriesgadas. Se desarrolló una serie de cortometrajes dirigidos por grandes cineastas de todo el mundo –entre ellos Ang Lee y John Woo– y fueron producidos por David Fincher.
El resultado fue, obviamente, un despliegue apoteósico de las cualidades de los BMW pero, también, una serie de finos cortometrajes que evidenciaban maravillosamente el estilo cinematográfico de cada autor. Una de las piezas más populares de esta campaña fue la dirigida por el inglés Guy Ritchie, un episodio que fue protagonizado por Madonna, quien era su esposa en ese entonces.
Más allá de sus ventas o influencia comercial, Guy Ritchie es uno de los “cineastas de autor” más destacados de los últimos tiempos, aunque su desempeño en la industria del cine está lejos de ser despreciable. Al haber sido director de obras como “Snatch” y “Rockanrolla”, la saga de Sherlock Holmes –protagonizada por Robert Downey Jr.– fue la que lo catapultó a la alta esfera de Hollywood.
Por ello, resulta grato que desde hace un mes –y a través de la plataforma deNetflix– podamos disfrutar de la película The Gentlemen, la entrega más reciente de este autor y de su estilo de cine, caracterizado por hampones finos, humor negro, secuencias de acción, coqueteos con la cultura pop y un ritmo muy ágil para narrar a través del aspecto visual y de sus diálogos.
El argumento de la película nos presenta al personaje de Mickey Pearson (Matthew MacConaughey), un migrante estadounidense nacionalizado en el Reino Unido y que ha amasado un negocio muy fuerte de producción de marihuana. De algunas maneras poco ortodoxas –como «león de la jungla» y rey del hampa–, Mickey se hizo de diferentes locaciones ocultas en todo Inglaterra donde cultiva la planta, convirtiéndose así en el capo más grande conocido en los bajos y altos mundos. Sin embargo, ha llegado la hora de retirarse ya que, en vísperas de la legalización, Pearson no quiere hacerse cargo de la empresa y sabe que sus antecedentes no le permitirían llegar a buen puerto, además de tener el más auténtico deseo de irse de vacaciones con su amada esposa, Rosalind (Michelle Dockery).
Es así como Mickey busca un comprador digno del imperio. El rumor de la oferta se corre en todas partes y ya que se trata de un negocio de cientos de millones de dólares, la noticia desata una serie de disputas entre distintos lords que buscarán hacerse acreedores del mismo, a la buena o a la mala.
La historia es contada como una película dentro de una película. El narrador es el personaje de Fletcher (Hugh Grant), un investigador privado de moral muy dudosa, quien le narra la situación a Ray (Charlie Hunnam), el abogado y mano derecha de Mickey, como si de un guión cinematográfico se tratara, con el fin, primero, de extorsionar a la organización y luego, de vender el guion en cuestión a algún estudio cinematográfico.
En realidad, el protagonista de la historia no es el capo Mickey Pearson, como se pudiera pensar. La historia cruza más por Ray, el abogado, quien demuestra unas habilidades criminales impresionantes y una lealtad acérrima al máximo productor de yerba en Inglaterra.
Alrededor de esta premisa se desarrollan otras pequeñas historias con personajes muy particulares, frecuentemente contadas en una sola escena, como es el estilo de Guy Ritchie. Encontramos al personaje de un entrenador de boxeo que trabaja con jóvenes en riesgo (Colin Farrell) y quien –a pesar de sus métodos– posee la firme intención de hacerlos hombres de bien. Para ello deberá mostrar sus atributos criminales, que se verán irremediablemente involucrados en la historia.
Otro personaje interesante es el del joven mafioso asiático, Dry Eye (Henry Golding), quien busca –con demasiadas ansias y fanfarronería– ocupar un puesto de honor en la organización criminal de su padre; un magnate de los medios de comunicación (Eddie Marsan) que también cuenta con un ego demasiado grande y frágil, un ego que lo llevará a intentar vengarse de Pearson por una afrenta mínima y una relación amorosa poderosísima entre la pareja de Pearson y Rosalind. Ella es, además, la fortaleza y única debilidad de Mickey. Rosalind funciona no sólo como amante apasionada sino como fiel cómplice de su esposo en las buenas y en las malas.
Matthew McConaughey y Jeremy Strong en The Gentlemen
Guy Ritchie es el maestro de los mafiosos finos y carismáticos que cuestionan la calidad moral del espectador al ser inevitable tenerles una profunda simpatía, como si fueran auténticos héroes de película. No son criminales vulgares como muchos de los latinos, son tipos trajeados, educados y con rasgos de humanidad muy claros. Sin embargo, esos delincuentes también tienen su propio código de ética al no ser su principal interés ir por ahí repartiendo terror por doquier, sino que tienen otros fines más “empresariales”. Eso sí, la brutalidad no espera cuando se le requiere.
The Gentlemen idolatra a los mafiosos y ridiculiza a los “junkcitos” de mierda, ricachones y malcriados. La nueva película de Guy Ritchie denuncia al mundo del low life inglés de una manera muy actual, con un lenguaje millenial, pero conserva un sentido de identidad muy potente hacia el origen. Es una película muy inglesa, a pesar de no haber estado nunca en aquellos lares.
Esta es una película revestida de un espíritu muy cínico, pero también es una honesta historia de amor, la que todos quieren: profunda y apasionada, donde cada miembro de la pareja siente una absoluta devoción por el otro de una forma no tradicional. Cada quien en sus negocios; cada quien con sus temas, pero persiguiendo el fin en común de permanecer juntos. En el caso de Rosalind Pearson, vemos un personaje femenino que está lejos de ser la damisela en peligro. Más bien, ella es capaz de seguirle el paso a la situación y defenderse por sí misma, como también a su marido, hasta límites muy altos.
Si bien el estilo visual de Guy Ritchie se caracteriza por ser muy ágil en cuanto a planos y cortes de cámara, en esta ocasión la velocidad proviene más de los diálogos, que aparecen –uno tras otro– en líneas imperdibles y contundentes que impiden que espectador despegue la vista de la pantalla. Si te distraes, con seguridad habrá una parte de la historia que ya no podrás recuperar.
Por otro lado, The Gentlemen reúne a grandes actores que son muy reconocibles por sus participaciones en películas de gran impacto. Es una interesante reunión de madurez. Tanto Matthew McConaughey como Hugh Grant y Collin Farrell ya están todos viejos y hace mucho que dejaron de hacer películas de galanes de Hollywood. Este paso del tiempo se conjuga maravillosamente con la actuación impresionante de un evidentemente más joven Charlie Hunnam (a quien muchos recordarán por su protagónico en la serie «Sons of Anarchy»), quien está a punto de consolidar su carrera como actor, lejos del éxito adolescente que fuera “Hooligans”.
El regreso de Guy Ritchie es un éxito a pesar de ser receptor de críticas que lo acusan de haberse suavizado para encajar en un contexto contemporáneo. Se le acusa de haber dejado a un lado a muchas de las tendencias más “punk” vistas en películas como “Snatch”, por ejemplo. Sin embargo, la evolución del cine de un autor tiene que ver con nuevos intereses en la forma de contar, en las historias, en el momento específico, incluso, de su vida personal; y aun así, Ritchie es capaz de conservar una identidad muy clara en todos los sentidos. Se ha convertido en un artista de referencia para los nuevos y los viejos, teniendo éxito a la hora de encontrar la voz propia que muchas veces, hace falta.
Guy Ritchie, The Gentleman, el capo.
*Este artículo fue publicado originalmente en la Revista Factum.