En pantalla

“The Last Thing He Wanted” no cumple ningún deseo
The Last Thing He Wanted
Anne Hathaway en un fotograma de “The Last Thing He Wanted”. // Foto: Netflix

“The Last Thing He Wanted” logra volverse esa película de la que todos hablan porque nadie, irónicamente, quiere volver a ver.

     

Dirigida por Dee Rees y protagonizada por Anne Hathaway, “The Last Thing He Wanted” (Netflix, 2020) es un río que hace sonar más piedras de las que realmente arrastra a la mesa. El gigante del streaming televisivo demuestra una vez más que el soporte y recursos de una plataforma de su calaña no son suficientes para crear películas memorables.

Tomado de la novela de Joan Didion, el conflicto de una periodista atrapada en un trato de armas no atrapa o interesa. “The Last Thing He Wanted” es una película que se ve traicionada por una estructura demasiada complicada, pero también por un exceso de detalles, inexactitudes y decisiones cuestionables de elenco.

Cuando Latinoamérica se refleja a través de ojos extranjeros, son raras las ocasiones en las que ese espejo nos devuelve una mirada justa, reivindicativa o, al menos, exacta. Cuando esta decepción se junta con la adaptación enredada de una historia, liderada por una actriz que no logra convencer a la audiencia y un elenco malgastado en escasos momentos de gloria, es suficiente para no echar esa película en falta y simplemente no verla. “The Last Thing He Wanted” logra volverse esa película de la que todos hablan porque nadie, irónicamente, quiere volver a ver.

Dee Rees es desde hace unos años apreciada por la crítica y audiencias de cine. Ha probado su valía como guionista y directora a través de adaptaciones bien logradas, como es el caso de “Mudbound” (Netflix), que en 2017 le agenció cuatro nominaciones de los Premios Óscar. El regreso de dos veteranos de la Segunda Guerra Mundial a su pueblo rural demostró tanto su talento para capturar la esencia de una historia como su experticia para exponer narrativas emocionales y sociales complejas. Todo esto vuelve aún más desconcertante que “The Last Thing He Wanted” no haya corrido la misma suerte. Pese a haber sido adaptada de una novela escrita por Joan Didion, uno de los pilares de la literatura estadounidense, esta vez la historia se enreda, las emociones se vuelven banales y los conflictos se alargan sin necesidad.

Anne Hathaway interpreta a Elena McMahon, una periodista con hambre de contar casos arriesgados durante la década de los ochenta. Intrigada por las guerras civiles centroamericanas, empieza a seguir la pista de las armas usadas en las batallas. Un casquillo de la masacre de El Mozote, en El Salvador, desencadena una búsqueda que está más cerca de lo que ella cree y la enreda en una negociación de armas turbia, de la que tendrá dificultades para escapar.

En general, volver una historia sobre algo tan rutinario como el periodismo interesante es complicado. Los periodistas —de por sí— son figuras que, si desarrollan con éxito su trabajo, no deberían ser los héroes de la historia en la vida real. Sin embargo, entre más complicados son los temas que desarrollan en su día a día, hay más oportunidad para que el espectador pueda empatizar con sus conflictos éticos, rutinas atareadas y sacrificios que implica contar la verdad a la mejor de las capacidades propias, perdonando los vicios de personalidad y delirios de grandeza.

A Anne Hathaway no se le puede perdonar nada porque es sumamente difícil tratar de empatizar con ella. Se empeña tanto en retratar la imagen perfecta de periodista audaz y ruda que lejos de guardar secretos, parece no tener nada interesante en ella más que pelear con su editor, pelear con sus fuentes y sortear el tiempo no invertido en su hija. Una persona que investiga tantas cosas es un libro jugoso, pero Elena McMahon, en su afectado complejo de justiciera fumadora, es apenas una página amarillenta.

Ben Affleck, que interpreta al político Treat Morrison y comparte el estelar con Anne Hathaway, es una presencia demasiado blanda y desapasionada para encarnar a un hombre calculador y efectivo. Las joyas están en los actores secundarios, con un William Dafoe trágicamente malgastado en otro estereotipo más de padre desinteresado y digno de desconfianza. Incluso Rosie Pérez, que aparece en la película como la compañera de trabajo de Elena, es más intrigante en sus escasas apariciones que todas las crisis de la anterior.

Atención especial merece el papel importante que juega la masacre de El Mozote en la trama en contraste con la manera inexacta en que se retrata la expedición de Elena al lugar de los hechos. Raya en lo ofensivo ver y escuchar a extras cuyos rasgos, acentos y formas de hablar en nada se parecen a los de personas salvadoreñas cuando la producción viene de un país donde hay suficientes migrantes centroamericanos para hacer una investigación de campo y retratar un hecho trascendental en su historia de una forma si no respetuosa, cuando menos, exacta.

En cuanto al guion, abunda el diálogo expositorio y los detalles no esenciales. Es previsible que una novela de esta temática sea rica en información, pero adaptar una obra no significa copiar y pegar. Es en la elección de estos detalles esenciales donde los guionistas y directores dejan su huella. Aquí es donde Dee Rees parece haberse perdido en las ganas de contar todo versus contar algo que valga la pena. La narrativa sufre pues son pocos los momentos que llegan a impactar, conmover o perturbar, para luego regresar a más información innecesaria. Es hasta el final cuando se entiende de golpe el sentido de la historia y las motivaciones profundamente existenciales de Elena McMahon. Y eso es una lástima, porque es muy probable que no todos los espectadores tengan la paciencia de llegar hasta ahí.

Por otra parte, uno de los aciertos destacados de esta producción es el excelente trabajo de cámara, que logra transportar a la época y saca partido de las locaciones escogidas, aun si no siempre son fieles en representación a los lugares que dicen ser. El diseño de sonido es impecable. Ofrece peso emocional a las escenas más duras que, de nuevo, trágicamente vemos hacia el final de la película.

La única inquietud positiva que deja “The Last Thing He Wanted” es la de leer la obra original en la que está basada. Este es uno de tantos casos donde la novela es mejor de la película, y es doloroso ver destellos de potencial en una película que se hunde bajo el peso de su propia indecisión. Se trata, entonces, de un fallo enorme de dirección, un elenco mal escogido y un guion que echa en falta trabajo de edición. Todo esto le dispara en el pie al que pudo haber sido uno de los filmes más provocadores del año.

*Andrea Maida es periodista de la revista Factum, de El Salvador. Puede leer el artículo original en este enlace.