Perfiles
Al cumplirse seis meses de protesta ciudadana contra el régimen de Daniel Ortega, recapitulamos la lucha a través de tres de sus protagonistas.
Cuando se cumplen seis meses de las protestas contra el régimen de Daniel Ortega, los nicaragüenses reconocen que hoy Nicaragua no es la misma. La incertidumbre reina en medio de una ola de arrestos y represión a manifestantes, en la peor crisis política de las últimas décadas.
La brutal represión del Gobierno a las manifestaciones que comenzaron el 18 de abril ha dejado más de 320 muertos, miles de heridos, miles de exiliados y más 400 presos políticos, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y otros organismos de derechos humanos.
Han sido seis meses de intensa violencia en Nicaragua desde que los ciudadanos salieron a las calles para protestar en contra de una reforma por decreto de la Seguridad Social. La dura represión hizo que el descontento, que guardaba la población después de once años del Gobierno de Ortega, derivara en una oleada de protestas por todo el país.
Con gritos que exigen la salida de Ortega y su esposa, Rosario Murillo del poder, miles de nicaragüenses salen a las calles o expresan su repudio al régimen a través de las redes sociales. Estas son las historias de tres personajes populares de la rebelión cívica que vive Nicaragua:
«Doña Coquito», la abuelita de los azul y blanco
Por: Yader Luna
Una señora bajita, menuda y de cabello canoso llamó la atención de decenas de periodistas que se encontraban en las afueras del Seminario Nuestra Señora de Fátima. Su gesto de solidaridad, cuando empezó a regalar bolsas de agua helada a decenas de madres que esperaban ansiosas los resultados del ahora fallido Diálogo Nacional conmovió a Nicaragua. Se trata de Miriam del Socorro Matus, una abuelita que se gana la vida vendiendo agua helada y chiverías; y que desde ese momento se convirtió en «doña Coquito».
Ese 18 de mayo, esta señora de 77 años se volvió un símbolo de solidaridad. «Recuerdo que llegué a ese lugar y de repente me di cuenta que solo había logrado ganar 16 córdobas, entonces reflexioné, vi el dolor de esas mujeres que estaban bajo el sol y por eso me puse a repartirles agua», recuerda.
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“Les dije tomen agua, yo no vengo a venderles, se las estoy regalando”, cuenta. Se emocionó y lloró junto a las mujeres que exigían al Gobierno de Ortega justicia por sus familiares asesinados.
De inmediato, su gesto despertó la ternura de muchos nicaragüenses que empezaron a recoger dinero para apoyarla. «Nunca me he sentido tan querida», responde cada vez que le preguntan cómo se siente ser un personaje de la rebelión cívica.
«Doña Coquito» está feliz de haberse ganado el amor de miles de nicaragüenses, pero también destruida emocionalmente porque la crisis política que vive el país ha dividido a su familia. De sus seis hijos, dos de ellos no le hablan. «Ellos apoyan a la dictadura de Daniel Ortega y no tenemos ningún contacto», explica.
Durante muchos años esta señora originaria de Camoapa se dedicó a lavar y planchar a vecinos pero por su edad ya muchos no la contrataban. «Les daba pesar ponerme a trabajar”, dice. Por eso se dedicó a vender en un pequeño puesto cerca del Seminario.
Setenta y siete cumplidos
lo pregona sin rubor
media docena de hijos
que son su orgullo mayor
Y al preguntar por los nietos
ella responde feliz:
“Soy la abuelita de todos los héroes
del 19 de abril”
Así termina la canción que Carlos Mejía Godoy le escribió a «doña Coquito». También la han dibujado, han hecho camisetas con su imagen y sus frases pícaras se han hecho memes en redes sociales. «Si me van a pasar la cuenta, que sea en dólares», respondió la ocurrente señora ante las amenazas de fanáticos de Ortega.
Ser un rostro visible de la rebelión cívica la ha puesto en la mira del régimen de Ortega. El 30 de septiembre fue capturada junto a otros manifestantes cuando se disponía a participar en un plantón convocado en el sector del Iván Montenegro. Varios policías la subieron a la camioneta a la fuerza y uno de ellos le gritaba vulgaridades. «Es lamentable que no lo quieran dejar protestar a uno por este señor (Daniel Ortega) que está enfermo de poder y no se quiere ir», lamenta.
“Lucharé por esta juventud que tanto amo y si me toca morir por ella voy a morir, pero Nicaragua será libre”, asegura la llamada «abuelita» de los manifestantes.
Don Alex, el maratonista por la libertad
Por: Franklin Villavicencio
La tarde del 18 de abril el maratonista Alex Vanegas veía consternado en la televisión cómo un grupo de motorizados y miembros de la Juventud Sandinista golpeaban a jóvenes y ancianos que protestaban en Camino de Oriente contra las reformas a la Seguridad Social, impulsadas por el Gobierno de Daniel Ortega.
“Miré cómo golpearon a doña Ana Quirós. Me indignó mucho ver cómo le rajaron la cabeza a una persona mayor. Luego vi cómo le quitaron la cámara a los periodistas. Me quedé boquiabierto”, rememora Vanegas.
El 20 de abril, después de tres días consecutivos de manifestaciones decidió unirse a las protestas contra el régimen de Ortega. Fue a la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), donde un grupo de universitarios se rebelaron contra la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN), conocida como el brazo político del FSLN en las universidades estatales. Ese día, Vanegas vivió la represión en carne propia.
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“Vi de dónde venían los disparos y cómo andaban en moto cazando a los jóvenes de la UNI”, relata el maratonista que desde los 39 años practica este deporte, pero debido a un desgaste en uno de los cartílagos de su rodilla tuvo que dejarlo hace dos años.
Al ver la ola de represión que se había desatado en el país, decidió volver a correr. A medida que la lista de asesinados aumentaba cada día, el maratonista daba una vuelta por cada uno de ellos en la rotonda Rigoberto López Pérez con un cartel que decía “Corro por la patria”.
Así se involucró en las manifestaciones donde miles de nicaragüenses exigen la renuncia de Daniel Ortega y la vicepresidenta Rosario Murillo. Desde entonces “don Alex” —como le llaman popularmente en las marchas— se ha convertido en un personaje destacado en cada marcha o plantón que los “autoconvocados” realizan, aunque esto le ha costado tres detenciones arbitrarias. La primera en los semáforos del Autolote El Chele, la segunda en Monimbó y una tercera vez en la rotonda Jean Paul Genie.
Pese al constante asedio por su activismo, Vanegas dice no tener miedo. “Afortunadamente Somoza me quitó ese temor a la cárcel” comenta. En su juventud participó en el Frente Estudiantil Revolucionario, un movimiento que se oponía a la dictadura somocista en 1978. Pegó papeletas clandestinas en las calles de aquella Managua y también sobrevivió a un fuego cruzado entre guerrilleros y oficiales de la Guardia Nacional.
“Yo luché contra Somoza para que no llegáramos a esta situación, pero fuimos ingenuos, fuimos incautos”, reafirma.
El segundo secuestro que vivió Alex Vanegas generó repudio en las redes sociales. Ocurrió en Masaya el tres de septiembre, cuando realizaba un maratón que inició en la Isla de Ometepe y tenía como fin recorrer varios puntos del Pacífico nicaragüense. Una camioneta de la Policía Nacional lo persiguió hasta capturarlo. Luego fue trasladado el Chipote y a las pocas lo liberaron. El maratonista denunció que en el traslado recibió golpes.
“Me liberaron porque quedaron en ridículo, si a mí me gritan ellos que soy loco, yo creo que ellos lo son más porque le hacen caso a un loco”, comenta con ironía el maratonista.
Doña Flor, la bailarina patriótica
Por: Keyling T. Romero
Flor Ramírez ha estado cerca de la muerte muchas veces. Lo estuvo en los años ochenta cuando fue jefa de milicias en el Servicio Militar Patriótico y lo está, desde el 20 de abril de este año, cuando decidió unirse a las marchas en contra del régimen de Daniel Ortega.
En las marchas la conocen como la “bailarina patriótica”, pues desde hace un par de meses, cada vez que va a las marchas usa un traje folklórico, que ella misma confeccionó, y oculta su rostro detrás de una pañoleta azul y blanco. Se viste así en honor a una muchacha que fue arrestada por bailar folklore en un plantón frente a la UCA, cuenta.
“Yo vi como a una joven que andaba bailando fue agredida y luego se la llevaron (la Policía). Entonces yo dije ‘¿Qué tiene?’ ‘¿Cuál es la molestia?’ Fue entonces que empecé a elaborar mi traje y lo usé por primera vez el día de la Marcha de las Flores”, dice Ramírez.
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Su vida antes de abril era más tranquila. Trabajaba en su casa confeccionando y reparando ropa y, de vez en cuando, salía a predicar con los miembros de la iglesia a la que va. No tenía problemas con nadie y en ese tiempo, para ella era impensable que llegaran a intimidarla a su casa y menos que sería arrestada.
Antes de ser arrestada Flor Ramírez había recibido varias amenazas. En una ocasión, recuerda, pasó por su casa una camioneta con simpatizantes orteguistas intimidándola. Le gritaron palabras soeces y ella alcanzó a ver que llevaban armas y machetes. Entonces, lo único que hizo fue cerrar las puertas de su casa. Por esa misma razón es que ella ha tratado de mantenerse en la clandestinidad tapándose la cara y evitando decir su nombre. Hasta ahora.
A eso de las diez de la mañana del 30 de septiembre, Flor Ramírez, de 63 años, fue arrestada cuando participaba en un plantón y posteriormente fue trasladada a la Dirección de Auxilio Judicial, El Chipote. A ella la detuvieron por ser “terrorista”.
“Si no te callás te voy a pegar un balazo y te voy a desaparecer”, le gritó a Flor un oficial de la Policía mientras la trasladaban al Chipote. Allí le tomaron fotografías y la amenazaron para que dejara de ir a protestar, pero ante la conmoción que causó su captura horas después la dejaron en libertad.
Ella ha denunciado ante organismos de derechos humanos que está siendo asediada. Hace una semana unos hombres que iban a bordo de una moto la siguieron. Luego la policía y antimotines detuvieron el taxi en el que se trasladaba.
“Yo soy una mujer común y corriente de Managua que no le hace daño a nadie. Solo estoy protestando en contra de este Gobierno y no me va impedir que siga en la lucha pacíficamente, en las marchas, cívicamente con mi bandera, con mí vestido de folklore”, dice.