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Millones de sobrevivientes a la covid-19 en todo el mundo se viajan con el corazón en la mano por aire, mar y tierra en medio de la pandemia en un intento por reencontrarse con sus seres queridos en esta Navidad.
Corría el 2019 y visitar a la familia durante las fiestas navideñas del esperado 2020, eran el objetivo de muchas y muchos de nosotros. El plan era ahorrar al máximo, viajar a nuestro país de origen y estar en familia. Dos, cuatro, cinco, 12 años o los que fuesen, ya eran demasiados para esperar. Éste era el año del reencuentro. Pero llegó la Covid-19 y la vida nos dio un vuelco, se llenó de nuevas reglas normalizadas a prisa sin apenar digerirlas, como la prohibición de viajar, el cierre de fronteras, cuarentenas, mascarillas, reuniones familiares limitadas a pocas personas… con esa fotografía nos llegó la Navidad y los planes se fueron al traste.
“Gustavo” y las restricciones en España
Con la evolución negativa de la segunda ola del virus como telón de fondo, en los últimos días en España las restricciones se han endurecido de cara a la Navidad, igual que en el resto de países de la Unión Europea. De estas limitaciones depende “Gustavo”, quien vuelve su mirada con ese azul intenso de sus ojos hacia Madrid. Espera poder movilizarse hasta la capital española para celebrar junto a su hermano la Nochebuena y el fin de año. Ésta será su segunda Navidad fuera de su natal Venezuela. En vísperas de la Navidad y con un aumento de la movilidad, confía en que se abrirán las áreas perimetrales entre ciudades. Si esto no ocurre, festejará con sus dos compañeros de apartamento. Reconoce que debido a la pandemia estas serán unas celebraciones atípicas.
Gustavo es un joven de 32 años que llegó a España en marzo de 2018 empujado por la situación económica y de inseguridad que impera en su ciudad natal Bejuma, en el estado de Carabobo en el centro norte de Venezuela. Con estudios en Relaciones Industriales, carrera que vincula la parte administrativa de una empresa con los trabajadores, es decir, el área de recursos humanos; trabaja los fines de semana como camarero en un hotel en un municipio de la provincia de La Coruña, en Galicia, y durante la semana, estudia sacerdocio en Santiago de Compostela.
Para suerte de Gustavo la Comunidad de Madrid, como el resto de regiones, permanecerá cerrada perimetralmente entre el 23 de diciembre y el 6 de enero, así que tendrá que trasladarse antes de la fecha establecida. En esos días, se limitará la entrada y salida salvo excepciones, pero se permitirá la reagrupación de familiares y allegados de distintas comunidades. Durante el toque de queda – vigente entre las 00.00 y las 06.00 horas -, en Nochebuena y Nochevieja se permitirá la movilidad hasta las 1.30 horas. La limitación nocturna quedará entre esa hora y las 06.00 de la mañana. Las reuniones se limitarán a seis personas, aunque se ampliarán a diez los días de Nochebuena y Nochevieja.
Galicia también estará cerrada del 23 de diciembre al 6 de enero, salvo excepciones. Uno de los motivos justificados para poder entrar en la comunidad serán las visitas a familiares. Las reuniones quedarán limitadas a un máximo de seis personas, y no entrarán en el cómputo los menores de 10 años. Durante toda la Navidad el toque de queda en la región gallega seguirá vigente entre las 23.00 y las 6.00 horas a excepción de los días de Nochebuena y Nochevieja cuando se retrasa a la 1:30.
En la mesa de Gustavo no puede faltar el plato típico navideño de Venezuela. Recurre a compatriotas venezolanos que para estas fechas se dedican a vender comida por encargo. “Así resolvemos poder saborear las hallacas o el pan de jamón. Dejamos todo preparado antes de irnos a tocar música, porque a mi hermano lo han contratado para armonizar la fiesta en bares o restaurantes. Ya después llegamos a la casa a calentar la comida”, afirma.
Zoom y WhatsApp para acortar distancias
Los encuentros familiares virtuales se han afianzado durante la pandemia y en diciembre aún más. Para tener ese calor familiar, sentirnos arropados en la distancia la tecnología ha sido de gran ayuda. El punto de encuentro de Gustavo y su familia, igual que el año pasado, será Zoom, la aplicación de software de vídeo conferencias o, a través de vídeo llamadas por la popularísima WhatsApp.
Gustavo debe lidiar con el huso horario el 24 y 31 de diciembre. Suele conectarse o llamar por teléfono para decir “¡Feliz Navidad!” hasta tres veces. Primero, a las 12:00 hora peninsular española. Una hora después, con la familia que está en las Islas Canarias por llevar una hora menos respecto a la península y seis horas después – si están despiertos -, se comunica con la familia que se encuentra Venezuela.
La historia de Evelin: 12 años sin ver a la familia
No ha vuelto a pisar su tierra desde que aterrizó en la isla de Gran Canaria, España, un soleado agosto de 2008. Ya son más de doce años los que Evelin Zambrano Aguiar ha invertido en buscar su espacio en esta isla, independizarse, formarse profesionalmente y hacer una nueva vida. En Ecuador quedaron sus abuelos, un hermano y el resto de la familia, a quienes pensaba visitar este 2020 para calmar la melancolía de no verles desde que partió. El factor económico ha sido decisivo en que no haya podido ver a su familia estos doce años, sin embargo, a pesar del tiempo y el dinero que implica hacer un viaje a Ecuador, estaba dispuesta a recurrir a alternativas como un préstamo a su madre, pero la pandemia lo cambió todo.
Evelin es la mayor de tres hermanos. Su madre y el menor de sus hermanos residen en la misma isla. Estas fiestas serán atípicas como el 2020, señala, reconociendo que no lo vivirá con la misma ilusión de años anteriores. Debido a las limitaciones impuestas por el Gobierno español su familia festejará en círculos pequeños y ella al lado de su novio. No obstante, con la familia paterna, la cosa se pone más difícil debido a las carencias en las conexiones a Internet.
Lo peor llegó
Guayaquil, capital de la provincia del Guayas, donde residen la mayoría de los familiares de Evelin, se volvía el foco de atención en el momento más álgido de la pandemia. Ella vivía y veía con angustia la situación, más porque sus abuelitos se contagiaron y estuvieron postrados en cama sin poder recibir atención sanitaria debido al colapso del sistema de salud en el país, con una pésima comunicación vía Internet de por medio. Sus abuelos sobrevivieron al virus pero unos meses después llegó la noticia que no quería escuchar: su abuelo falleció.
Más allá del virus, Evelin ha tenido que convivir con la sombra de la muerte y con el sentimiento de culpa. “Fue bastante duro e intenso en el sentido que una se piensa, bueno, tengo la oportunidad de ir a verles porque han sobrevivido al virus (…). En octubre (2020) simplemente ocurrió que el ciclo de la vida se cumplió y él ya tenía que partir”, dice resignada.
“Yo creo que las personas que vivimos lejos, tenemos que ser muy conscientes de esa parte de la vida en la que al estar fuera, ese tipo de noticias pueden llegar (…). Y sobretodo tener que lidiar con el sentimiento de culpa y decir, es que no viajaste, no le viste, no te pudiste despedir”, añade, haciendo hincapié en la necesidad de reconocer estos sentimientos negativos para sobrellevarlos.
La fuerza del amor se impone ante la pandemia
Aunque aún parece que vivimos los últimos días, debido al virus mortal que se mantiene en el ambiente, millones de sobrevivientes en todo el mundo se viajan con el corazón en la mano por aire, mar y tierra en medio de la pandemia en un intento por reencontrarse con sus seres queridos en esta Navidad. Prueba de ello, es la familia de la artista Leyla Gómez, quien vive en el condado de Lee, en una pequeña y encantadora ciudad llamada Lehigh, al suroeste de la Florida, Estados Unidos. Ella desde hace más de seis meses ha venido planificando la estrategia para poder reunirse con su familia para la cena de navidad el 24 diciembre y esperar juntos el año nuevo.
Pero esto ha sido una odisea. Un sin fin de restricciones para salir y entrar a cada país, ya sea como visitante o aunque seas ciudadano originario del país. Debes demostrar a las autoridades migratorias mediante un test que no estás contagiado o contagiada.
Ronald, el hijo de Leyla, presta su servicio militar. “Mi hijo vino manejando desde el Polo Norte y atravesó todo Alaska , Canadá y gran parte de Estados Unidos para llegar a casa. “Su viaje fue muy duro”, cuenta. Recorrió solo 2,500 millas sobre nieve y mientras conducía perdió el control en las carreteras de nieve y casi pierde la vida. “Casi me mato, pensé que iba a morir. Oré a Dios que me permitiera llegar a ver a mi familia y aquí estoy”, dice triunfante. Cuando entró a tierra estadounidense, en la frontera entre Canadá y Estados Unidos, lo esperaba el ecuatoriano Charles Anton, esposo de Leyla, quien lo acompañó 3 mil millas más entre el estado de Washington y Seatlle “hasta mi casa”, dice, donde lo esperaba su madre.
Charlie, después de esta noble labor de salir a recibir a su hijastro viajó a Ecuador para reunirse con sus familiares, a quienes no ha visto desde la peste y con tristeza sabe que ya no encontrará a algunos en su viaje de regreso a su madre patria.
El lío de las líneas aéreas sin sedes en otros países
La hermana de Leyla, quien vive en Colombia, fue un apoyo muy importante para ayudar a su madre Margarita Blanco a conseguir el boleto de viaje Managua-Miami, seis meses antes del viaje, en la línea aérea en la que viajó, ya que en Nicaragua no hay oficinas de la compañía.
En el caso de Quique, hermano también Leyla, aunque había comprado con anterioridad su boleto, no pudo concretar su viaje con la línea aérea, porque tampoco tiene sede en Managua y solamente atienden reclamos de sus clientes en inglés desde USA y no en español, por lo que se vio obligado a última hora a viajar con otra línea aérea, con un ticket comprado desde Colombia y someter su reclamo a la compañía con la que viajaría inicialmente, para la devolución del valor de su boleto. Los boletos costaron alrededor de 900 dólares, cada uno y en esta temporada, el abuso de las aerolíneas es impresionante.
Con sed, sin ver tv y no tocar
Margarita Calvajal, la jefa de esta gran tribu, relata que para viajar a Estados Unidos, Migración de Managua, anota en una lista a los futuros viajeros con 36 horas de anticipación. Cuando llega el día del viaje lo llaman por su nombre y apellido en la lista. Quien no aparece en la lista no puede viajar. La prueba del Covid no es requerida. En las salas de espera del aeropuerto, los monitores de televisión, desparecieron y solo quedan los huecos en la pared.
Una vez al abordar los vuelos charter, aunque no hay distanciamiento social, es exigido usar la máscara. Y no pueden llevar bebidas como agua, ni mucho menos comidas, como queso, rosquillas, hojaldras y gofios. En la entrada al aeropuerto de Miami hay que esperar cuatro horas pacientemente, a que le llegue su turno para ser llamado por número de asiento, ser requisado minuciosamente hasta el último paletón…de sus pertenencias y al fin poder salir.
La vida solo es una y toda dificultad, restricción y normativa de viaje, el ser humano la soporta en nombre del infinito amor que le devociona a la familia, en un valioso intento por pasar en medio de la pandemia, pero en unidad familiar, juntas y juntos la Nochebuena.
Mapa de restricciones a los viajes si vas desde España
El Ministerio de Exteriores de España tiene colgado en su web este mapa que orienta a la ciudadanía que viaje desde España. El color rojo se refiere a los países que han establecido algún tipo de prohibición a la entra de personas que provengan de España. El naranja indica los países que imponen modalidades de cuarentena y el amarillo los países que plantean otro tipo de medidas en caso de viaje.
Restricciones en aeropuertos y durante los viajes
*Este texto fue publicado originalmente en Ciudalatina