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Activismo en el banquillo de los acusados: Netflix estrena «El Juicio de los 7 de Chicago»
El juicio de los 7 de chicago

La película hace gala de un ritmo acelerado y entretenido, pero la acumulación de personajes y eventos puede resultar abrumadora.

Aaron Sorkin es devoto de la palabra y la política. En el teatro, el cine o la televisión, las utiliza con una disposición romántica e idealista. Quizás su trabajo más representativo sea la serie de TV “The West Wing” (1999-2006) dedicada a retratar las vicisitudes cotidianas de un presidente y su gabinete. El ascenso de Donald Trump, con su desdén por la ética y el lenguaje, supone una afrenta personal. Su nueva película es su riposta simbólica, que reconstruye un vívido episodio en el imaginario político norteamericano: en el verano de 1968, varios grupos de opositores a la guerra de Vietnam se dispusieron a protestar en las afueras de la convención del partido demócrata. Los violentos disturbios iniciados por la Policía condujeron a un juicio que marcó a toda una generación.

No deje que la especificidad histórica lo intimide. El guion tiene una estructura amable para los desconocedores. Un prólogo ágil introduce a los personajes principales y sus ideologías: Tom Hayden (Eddie Redmayne) y Rennie Davis (Alex Sharp) lideran el movimiento Estudiantes por una Sociedad Democrática (SDS, por sus siglas en inglés), devotos de la institucionalidad; Abbie Hoffman (Sacha Baron Cohen) y Jerry Rubin (Jeremy Strong) encabezan el Partido Internacional de la Juventud (Yippies), anarquistas en franca confrontación con el ‘statu quo’; y David Dellinger (John Carroll Lynch), líder de la Movilización para Terminar con la Guerra en Vietnam (MOBE). La demanda termina incluyendo a Bobby Seale (Yahya Abdul-Mateen II), director nacional del Partido de las Panteras Negras, un grupo militante que busca reivindicar a la población negra.

La introducción es puro Sorkin. Cada personaje dispara líneas verbosas y rítmicas, cámara y sujetos energizaos por movimiento casi constante. La secuencia está editada de tal manera que la frase final de cada protagonista es terminada por el siguiente, en un relevo de ideas que sugiere como, desde posiciones divergentes, todos ellos suponen un frente unido ante el poder. El tono de la escena es didáctico sin apologías, y la música intrusiva tiene un curioso acento picaresco. Se esfuerza de más, para sugerir que esta no será una aburrida lección de historia.
Pero sí es una lección de historia. La acción salta a 1969. El republicano Richard Nixon ha ganado las elecciones. El conflicto en Vietnam arrecia y el descontento de los norteamericanos incrementa. Enjuiciar a los líderes de la protesta de Chicago es una distracción estratégica, y una advertencia a la creciente ola de reclamos.

El grueso del metraje se escenifica en el salón de la corte, con ‘flashbacks’ progresivos que reconstruyen los eventos pasados. Las dos líneas narrativas paralelas conversan entre sí, haciendo eco de las diferencias del grupo, hasta llegar a un clímax que sugiere reconciliación y unidad. El juez Julius Hoffman (Frank Langella), con su disposición hostil y aparentes problemas cognitivos, es una figura claramente trumpiana, que subraya como esta pieza de época en un comentario sobre el presente.

El proyecto ha estado en desarrollo desde hace más de una década —en algún momento, Steven Spielberg estuvo en línea para dirigir—, pero las protestas del movimiento Black Lives Matter y la reacción de sectores conservadores confirman su rabiosa actualidad. Los nicaragüenses podemos reconocer cómo un aparato estatal se conjura contra ciudadanos que protestan —claro, en nuestro país el saldo mortal y la demolición de la institucionalidad es mayor—. También es reconocible la dificultad de concertar puntos de vista opuestos, incluso al enfrentar un mal mayor. Es fácil imaginar que los debates en el seno de la Alianza Cívica y la Coalición Nacional suenen como los de Hoffman y Hayden.

La película hace gala de un ritmo acelerado y entretenido, pero la acumulación de personajes y eventos puede resultar abrumadora. Quizás preocupado por perder al espectador, el director asegura las reacciones emotivas con pistas musicales que se esfuerzan extra para telegrafiar como nos debemos sentir en cada momento —el final es tan poco sutil como el inicio—. Aun así, hay mucho que disfrutar. Cohen es magnético como Hoffman, aunque parece ser demasiado viejo para el personaje. Strong resulta ser un efectivo agente de alivio cómico. Su enamoramiento de una agente encubierta, y su reacción ante los cánticos budistas de Allen Ginsberg en medio de una marcha, son invaluables. Michael Keaton brilla en el tipo de breve aparición que garantiza nominaciones al Óscar al Mejor Actor de Reparto.

“El Juicio de los 7 de Chicago”
(The Trial of the Chicago 7)
Dirección: Aaron Sorkin
Duración: 2 horas, 7 minutos
Clasificación: * * * (Buena)
* Disponible en Netflix