Cultura
Gabriel Serra, cineasta nicaragüense nominado al Premio Oscar de la Academia Cinematográfica, estrena en Costa Rica, su película El mito blanco
El tren es el hilo por dónde van los migrantes, los sin patria, la guía que nos llevará a conocer las historias expuestas por el cineasta nicaragüense Gabriel Serra. Relatos sobre migraciones, rostros de dolor, exilios, gente anónima en una Costa Rica diversa que muestra una gama de caras y situaciones muchas veces ocultas.
Esta película, con guion y dirección de Gabriel Serra, teje su narrativa y elige con pinzas experiencias que nos tocan de cerca, es el caso de una nicaragüense, que emigró con sus hijos al vecino país del sur y que, a través de su testimonio, retrata a una Nicaragua violenta, sin esperanza de prosperidad y sin seguridad para los suyos.
Los diálogos de la migrante nicaragüense oscilan entre relatos nostálgicos y pasajes alegres en los que se recuerda la cultura, la música y en los que subyace el dolor, “el mal de patria”. Y como parte de esa memoria están los sucesos violentos de la crisis sociopolítica de Nicaragua de abril del 2018, lo que ha generado una avalancha migratoria-
La fotografía de esta película en blanco y negro, de la mano de Odei Zabaleta, expone postales muy bien cuidadas. Fotografías donde abunda el detalle en gama de grises, que también nos cuentan historias, como la delicadeza de una planta de cacao, los rostros de los que viajan en el tren, el barrio de La Carpio en San José o los detalles de un vestido Ngäbe que forman toda una danza de gestos.
Estas historias reflejan el espejo fragmentado de lo que es la migración, de cómo viven y sobreviven los nicaragüenses en Costa Rica. De cómo las nuevas generaciones no quieren regresar a un país donde se van esfumando las esperanzas de una vida mejor.
El tren, igualmente nos lleva a las zonas cafetaleras, donde muchos nicaragüenses laboran en las épocas de corte. El ambiente rural y lo que acontece en estos lugares, nos permiten apreciar un vivo retrato de los campesinos cortadores de café en Costa Rica, país donde las tendencias de las exportaciones fueron positivas y registraron un aumento del 7 %, según cifras del Instituto del Café en Costa Rica (ICAFE) para el 2019-2020, lo que es reflejo de la alta movilidad humana, como consecuencia de los conflictos internos en nuestros países.
En la película aparecen los escenarios de La Carpio, un barrio en Costa Rica donde la mayoría de la población es nicaragüense y donde el tren va dejando la estela de todo lo que se ha perdido y de lo irrecuperable, como el recuerdo de quienes vivieron su auge.
Una máquina que transita por la memoria, la historia muchas veces ignorada por la discriminación y el olvido. Que se anuncia con su bocina desde San José hasta Limón y recorre parte de lo que fueron esos los lugares. Como el pueblo de Madre De Dios, en Siquirres, en la provincia de Limón, rodeado por una abundante vegetación que invita a la reflexión. Un poblado donde se asentaron gentes de origen afrodescendiente, cuya lengua era el creole y en los años setenta tuvieron como fuente de trabajo el cacao. Años después, con la llegada de las enfermedades que afectaron a las plantaciones y el auge de las bananeras el cultivo del cacao fue cayendo en la desgracia. Hoy solo quedan los rieles donde antes hubo progreso.
El tren ha sido testigo de 130 años historias desde Limón hasta Sabalito, en la provincia de Puntarenas, donde cientos de indígenas Ngäbe trabajan cada año en las fincas cafetaleras.
Gente Ngäbe que radica en la frontera entre Costa Rica y Panamá y que han conectado sus raíces con las costarricenses, con los llegados de Nicaragua, con los negros de lengua creole en Limón y que se amalgaman como una cultura híbrida, gentes blancas, indígenas y negras que hoy conviven en los espacios de una Costa Rica diversa con lazos de sangre y culturas.
Una película que revela, con evidencias, a una Costa Rica con varios escenarios, muchos de ellos desconocidos, donde la vida se ha convertido en una variedad multicultural, siendo los nicaragüenses uno de los grupos más significativos.
Sirvan para enmarcar estos escenarios, las palabras del mexicano Néstor García Canclini: “Estos procesos incesantes, variados, de hibridación llevan a relativizar la noción de identidad”.
El mito hoy se devela, no solo hay blanquitos en las ciudades de tiquicia, también están los negros, los indígenas, los creoles y un fuerte sustrato nicaragüense, que aparecen en la película de Gabriel Serra y es una nueva forma de vernos y descubrirnos. También el tren es testigo.