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«Cafeleta», la nueva forma de tomar café para llevar

Cafeleta

Pamela Cermeño (izquierda) y María Mercedes Ramos (derecha) son las fundadoras de Cafeleta, un café ubicado en el Residencial Xochitlán. Claudia Tijerino | Niú.

Cafeleta inició cuando María Mercedes Ramos y Pamela Cermeño podaron el jardín de su casa. Después de llegar de trabajar durante tres meses en una chocolatería en Roatán, Honduras, la pregunta “¿y ahora qué haremos?” les cayó encima.

Ambas habían trabajado juntas en un proyecto de ensueño. Era una academia de teatro musical llamada Showtime, que a inicios de 2018 proyectaba el montaje de varias obras. Pero la crisis sociopolítica que vive el país truncó el proyecto.

María Mercedes es artista y profesora de canto. A pesar del cierre abrupto de Showtime, se mantiene en la enseñanza artística. Esto se lo puede permitir debido al horario “quebrado del café”, que está abierto en el residencial Xochitlán de seis de la mañana a diez de la mañana, y luego por la tarde, cuando baja el sol, hasta las siete de la noche. Ambos horarios responden a dos momentos del día especiales para tomar café: la taza de la mañana y el coffee break.

“Ha sido un proceso interesante de ir viendo los recursos que tenés y no echarte a morir, de sacar las cosas, de tener una actitud positiva”, comenta Pamela, quien es administradora de empresas y se encarga del área de postres y las finanzas en Cafeleta.

Pamela aprendió a amar los postres cuando los empezó a hacer para el café. Antes odiaba el sabor y el olor de los dulces. Todo inició cuando ambas viajaron a Roatán y trabajaron en chocolatería. Ahí ambas realizaron las mismas funciona que hoy mantienen en su propio proyecto. Pamela se encarga de la creación de los dulces y María Mercedes en todo lo que concierne al café. Los granos provienen de una finca de Matagalpa ubicada a un poco más de mil metros de altura.

En este proyecto, nada es casualidad. Hasta el horario de atención responde a un meticuloso proceso de atención y planeación, todo en función de mantener a flote el emprendimiento. María Mercedes tiene pruebas de ello. En una libreta de dibujo, realizó los primeros bocetos de cómo se vería Cafeleta en el jardín de la casa. En otra página están los primeros borradores del nombre del negocio. En un principio pensaban llamarlo “Cafecleta”, manteniendo el concepto de café y bicicleta, pero una antigua social de Showtime le sugirió que Cafeleta quedaba mejor. Además, era más fácil de pronunciar.

Pamela aprendió a hacer postres en la marcha y descubrió una nueva pasión. Claudia Tijerino | Niú

“Hicimos un estudio de mercado. Nos pusimos a contar cuantos carros pasaban aquí en la mañana y a saber en qué nos podíamos enfocar”, narra María Mercedes. Tras volver a Nicaragua después de la experiencia en Roatán, se plantearon qué podían hacer. A pesar de que el primer proyecto cultural era lo que más les apasionaba, creyeron que no era el momento de retomarlo. Sin embargo, esperan hacerlo en el futuro.

“Estuvimos como seis meses en esa planificación. Nos tomamos el tiempo de planificar todo, desde la imagen hasta el horario. Todavía estamos aprendiendo un montón y estamos en la etapa de prueba y error, de preguntarle a los clientes si les gustó o si cambiarían algo. Ellos son nuestro mercado”, agrega.

Tenían claro que dentro de su propio residencial el mercado estaba ahí. “Todo se trata de utilizar los recursos que tenés en frente”, remarca Pamela. Y eso fue precisamente lo que hicieron. Calcularon que si lograban que unas cuarenta personas les compraran diariamente el negocio podría ser sostenible.

Y lo lograron. Lo que había iniciado como un puesto de café rápido para llevar, se convirtió rápidamente en un lugar atractivo. Llegaban personas de fuera, pusieron unas sillas en la acera y habilitaron una pequeña mesa para que las personas se pudieran sentar. Nuevamente los mismos clientes fueron construyendo de a poco el concepto final.

“Creo que el camino se va haciendo, lo mejor es planificar e iniciar”, explica María Mercedes.

Si hay algo que de primera llama la atención de Cafeleta son los triciclos que están en la entrada del local. Existían antes del negocio. El papá de María Mercedes los hizo para el abuelo de ella, pero no le gustaron. Así que cuando ella y Pamela pensaron en poner un local, vieron los triciclos y les dieron un nuevo uso. Ahora los clientes pueden subirse a ellos y tomarse unos selfies. Esto grafica uno de los puntos que estas emprendedoras recalcan durante la entrevista: mirar a tu alrededor y construir algo con lo que tenés. En tiempos de crisis, esta sugerencia se vuelve una ley aplicable para sobrevivencia de cualquier negocio.

“A veces las ideas están ahí, a tu alrededor. Es como lanzarte”, dice Pamela.