Perfiles

Danilo Espinoza: El arte salvó mi vida

Cuando Danilo Espinoza tenía cuatro años caminaba por las calles del barrio capitalino La Esperanza, en busca de «algo». La curiosidad siempre lo caracterizó. Acostumbraba entrar en las casas de los vecinos, pero siempre lo echaban. Un día llegó donde los Zapata, una familia de artistas, músicos y pintores. Danilo era un niño malcriado e insolente que necesitaba amor y compañía.

«Ese día comió arroz y frijoles, y así, todos los días se aparecía y le compartíamos lo poco que teníamos”, cuenta su hermano de crianza, José Luis Zapata.

La familia Zapata, integrada por Rubén, Gloria y José Luis, se convirtió en la familia de crianza de Danilo. Le compartieron no solo alimentos, también arte, educación y valores.

“Mi mamá trabajaba todo el día. Mi papá no vivía conmigo. Me dejaba a mí y mi hermana bajo el cuido de nuestra abuela. En esa familia encontré lo que no tenía en la mía: unión y amor”, expresa Danilo.

Danilo, al centro, a los 16 años y su hermano José Luis en uno de sus grafitis /Cortesía

Danilo Espinoza, conocido como Dans, inició su vida artística con la música y el dibujo. Con su hermano como mentor, comenzó haciendo grafitis, y años después, aprendió a ilustrar. A los 18 años, se topó con uno de los primeros estudios de tatuaje del país. Hoy tiene 22 años y es socio en un estudio en la ciudad de León, donde recientemente se mudó.

“(Danilo) tenía que cambiar su actitud. Aprender a callar y escuchar. A estudiar y usar su tiempo para algo más provechoso. Asistir a clases y ser aplicado. Aprender valores. Y fue lo que le compartimos con amor y cariño”, comenta José Luis.

José Luis es ilustrador y diseñador de profesión, y siempre se ha dedicado a enseñar música, pintura y dibujo. Al tener un hermano menor con hambre de conocimientos y compañía, lo integró a todas las actividades que pudo.

“Empecé a grafitiar y siempre andaba conmigo. Se enamoró de eso. Y empezamos a pintar también. Hicimos juntos la STK. STYLE TAN KLAN ´estilo de guerra´. El concepto venía de combatir aspectos esenciales de la sociedad con lo contrario: armas, dulces, balas, flores, muerte, libertad. Y así empezamos a pintar y a criticar un poco el sistema”, recalca José Luis.

Fue su hermano también quien le propuso dejar de escribir solamente su nombre en las calles de la ciudad. “Ilustrá personajes, situaciones, le decía. Y con el tiempo resultó”, recuerda José Luis.

Dember Palma, artista del tatuaje y amigo de infancia de Danilo Espinoza, recuerda que se conocieron pintando grafitis en Managua hace diez años y a medida que ambos crecían artísticamente, intercambiaban experiencias, tips de pintura, concursos.

“Siempre ha sido un chavalo capaz de resolver los problemas de su entorno. Como artista tiene clara su misión, que no es más que plasmar sentimientos. Es alguien fiel a sus principios, con metas claras y mucho talento tanto en ilustración como en el tatuaje”, dice Dember.

Gustavo Solórzano ya lleva varios tatuajes en su piel, y la mayoría son creación de “Dans”, nombre artístico de Danilo.

“Busqué su portafolio y me gustó. Me gustó también su background en el grafiti; además estudió Diseño, entonces sabe de color, técnicas”, recuerda Gustavo.

Tatuaje de Gustavo Solórzano./Cortesía

“Fue una gran experiencia. Había tenido tres experiencias negativas con el tatuaje, pero cuando él comenzó a trabajar en mi piel, quedé muy satisfecho, al punto de dejar que me tatuara todo el brazo. Es organizado, limpio y profesional”, expresa Gustavo.

Danilo tenía 18 años cuando hizo una cita en el estudio AK47, uno de los primeros estudios de tatuaje en Managua. Su dueño, Dorian Serpa, se convirtió en su maestro.

“Me impresionó ver en su piel tatuajes profesionales. Me impresionó también la responsabilidad, el profesionalismo con que trabajaban en el estudio y me quedé”, recuerda Danilo.

De izquierda a derecha: Dorian Serpa, Juan Rivera y Danilo Espinoza, en estudio AK47, Managua./Cortesía

Su hermana biológica se mudó a Estados Unidos y Danilo le pidió que le mandara un kit de tatuaje. Su primera máquina para tatuar fue china, y venía en un estuche de 80 dólares.

“Quería llevar mi lienzo a otro nivel. Mis grafitis se dañaban con el tiempo. Pero en la piel duran toda la vida. Es como un arte móvil”, manifiesta Espinoza.

Su hermano José Luis opina que aún le falta mucho por aprender. Pero admira su pasión y las ganas de superarse. “Yo le dije un día: Siempre tenemos que reinventarnos. Siempre. Para jamás perder el horizonte”, expresa José Luis.

Para él, algo importante para la carrera de Dans son los valores aprendidos en la familia. “Es lo que te hace alguien. Es lo que te lleva largo. Y Dans tiene sus valores bien puestos”, puntualiza.

“Mi mayor miedo es estancarme. Tampoco quiero que me gane el ego como artista, porque eso impide que crezcás más”, concluye Danilo.

Dans en la Expo Tatuaje Nicaragua 2017 /Claudia Tijerino

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