En pantalla
El guión de Liz Hannah y Josh Singer funciona como una reflexión sobre la inconveniencia de hacer lo correcto.
Steven Spielberg recrea minuciosamente el legendario duelo entre los periódicos más poderosos de EE.UU. y la administración de Richard Nixon, pero “The Post” va más allá de ser un elogio a esta profesión asediada por todos los flancos. También es una exploración del machismo de la sociedad moderna. No todos los días aparece un thriller ético que defiende la libertad de expresión y reivindica la igualdad entre géneros. El personaje principal es Katharine Graham (Meryl Streep), la directora del Washington Post. En 1972, el periódico enfrenta una crisis económica, mientras la filtración de unos documentos secretos revela las razones del conflicto bélico en Vietnam.
Katharine habita una especie de “tierra de nadie” entre los roles tradicionales. Su liderazgo al frente de una influyente empresa periodística es un accidente precipitado por el suicidio de su marido. Los hombres toleran su presencia en las juntas directivas, pero uno puede ver en el lenguaje físico de Streep, su empeño por desaparecer. Ella misma cree que no está “en su lugar”. En su vida social, podemos ver como se plega con facilidad al rol tradicional. Durante una cena en casa, después de la comida, los esposos se quedan en el comedor para fumar puros y hablar de política. Kay se retira al salón con las mujeres, para hablar de modas.
Arthur Parsons (Bradley Whitford), abogado miembro de su junta directiva, no oculta su impaciencia con ella. Cada vez que puede, le dice qué hacer. Resiente tener que tratar con una mujer. Es lo más cerca que tenemos a un villano – exceptuando la silueta de Nixon, que vemos ocasionalmente a través de una ventana del despacho oval -. Incluso el iluminado Ben Bradlee (Tom Hanks), editor y subalterno, es en ocasiones condescendiente e irrespetuoso. Pretende proteger sus principios ante los intereses patronales, pero también expresa su poder masculino.
Katherine ha internalizado los condicionamientos sociales. Las circunstancias la han empujado a una posición de poder, pero eso no quiere decir que ella quiera ejercerlo, o siquiera que se imagine capaz de hacerlo. Para sí misma, es una especie de impostora. El arco narrativo principal tiene que ver con el paulatino desmantelamiento de esa certeza. Gradualmente, toma consciencia de sus habilidades, y se despoja del lastre cultural que la frena. La transformación culmina en una escena cargada de simbolismo: el pequeño ejército de hombres que la asesoran invade una fiesta en su casa, apartándola de sus “deberes” femeninos. Ella debe decidir si publicarán un artículo, desafiando la prohibición de un juez. Los hombres, todos vestidos de traje oscuro, rodean a la mujer sentada en la cabecera de un comedor. Ella viste un luminoso caftán de color crema, contrastando con el oscuro uniforme masculino.
Spielberg compone la estampa como si fuera uno de los maestros de la pintura holandesa. Cuando el conflicto central conduce a la mujer a los corrillos de la Corte Suprema de Justicia, la cámara la sigue registrando paulatinamente a un grupo de mujeres, cada vez más nutrido, que se agolpa para verla, tácitamente proyectándose en ella. La película puede sentirse didáctica, ¿pero es eso necesariamente malo?
El guión de Liz Hannah y Josh Singer funciona como una reflexión sobre la inconveniencia de hacer lo correcto. El dilema de Kay tiene eco en los conflictos de consciencia de personajes secundarios. Daniel Ellsberg (Matthew Rhys) arriesga su propia libertad para filtrar la información. Robert McNamara (Bruce Greenwood), a pesar de ser uno de los arquitectos de la guerra, opera en contra de sus propios intereses al comisionar los recuentos históricos que salen a la luz. Es su propia versión, trágicamente insuficiente, de hacer el bien.
Es claro que los realizadores de “The Post” tienen la agenda de ensalzar el ejercicio del periodismo. Secuencias amorosamente filmadas por Janusz Kaminski reproducen el proceso artesanal de imprimir un periódico en la era predigital, pero su dramatización del proceso es más realista que idealizada. Desde la redacción hasta la gerencia, entre las fuentes y los reporteros, de la oficina a la calle… es un proceso que nunca termina. Las herramientas cambian, los gobiernos amenazan, pero esta máquina nunca se detiene.
“Los Oscuros Secretos del Pentágono”
(The Post)
Dirección: Steven Spielberg
Duración: 1 hora, 52 minutos
Clasificación: * * * * (Muy Buena)