Presos políticos
Creció en las filas del Frente Sandinista, fue militar y hasta hace un par de años pensaba que Daniel Ortega se iría como el mejor presidente de Nicaragua. Hoy enfrenta tres procesos judiciales.
Para los sandinistas Roberto Cruz se convirtió en un traidor. Y ese es un delito que quienes están dentro de ese partido, saben que se paga con creces. Roberto lo sabía, pero, aun así, estuvo dispuesto a pagar con cárcel su rebeldía.
Él siempre había sido sandinista. Todavía un mes antes de que lo arrestaran, le dijo a su esposa: “(Daniel Ortega) pudo haberse ido como el mejor presidente”. Y de verdad lo creía, pues creció siguiendo los ideales de su padre, quien murió peleando por la Revolución en los años ochenta. Por ello, acompañó al Frente Sandinista en todas sus actividades políticas y campañas electorales. Nunca recibió nada, todo lo hizo por convicción.
Cuando Roberto se divorció completamente del partido tuvo problemas con su familia, históricamente sandinista. Fueron tantos problemas que en una ocasión hasta se cruzó en una contramarcha con su mamá. Ella iba en la sandinista y él en la autoconvocada. Después él le mandó un mensaje en el que, entre otras cosas, le reprochaba: “madre no es posible que vos andés con un partido que está matando al pueblo”.
Roberto Cruz, es matagalpino, tiene 35 años y es uno, de los 767 presos políticos, según datos del Comité de Presas y Presos Políticos, que enfrenta tres procesos judiciales. Él fue secuestrado junto a Francisco Castro, Nelly Roque, Solange Centeno y Eduardo Manuel Tijerino por paramilitares el 26 de junio de 2018. Ese día escuchó que los iban a matar, pero como entre los capturados iba el sobrino nieto de Doris Tijerino, desistieron, le contó a su madre después.
A la fecha, ya ha sido condenado a 43 años en total por los primeros dos juicios. Él antes de la rebelión de abril, estudiaba derecho, tenía un negocio de venta de huevos y pollo, también hacia recorridos en su vehículo. Pero su gran amor eran sus dos hijos: una niña y un niño.
El sueño de ser militar
Desde pequeño, Roberto Cruz, soñaba con convertirse en militar, a pesar que su mamá, Jaqueline Altamirano, no estaba de acuerdo. “Cuando él se fue a meter al Ejército yo le dije: ‘Roberto vos tenés que estudiar’ y él me dijo: ‘yo quiero seguir con los ideales de mi papa’, cuenta Altamirano.
En el Ejército estuvo por doce años, pero en distintos momentos. La primera vez que se apuntó en las filas tendría 18 años y no había terminado el bachillerato. En esa ocasión estuvo solo cinco años porque se lesionó la rodilla y esto le impidió hacer carrera militar. Entonces, decidió salirse para sanar, terminar la secundaria y después volver intentarlo.
- Lee también: #PresosPolíticos: El antimotín acusado de terrorismo
- #PresosPolíticos: Hansell Vásquez, comunicador de sueños rotos.
Cuatro años después regresó y en esa ocasión le fue mejor, se ganó el grado de sargento III, lo promovieron a Managua para dar cursos en la Escuela Nacional de Sargentos “Sargento Andrés Castro”. Hasta que el 2015 decidió renunciar porque no le dieron permiso para ir a ver a su hija que estaba enferma.
“Salirse del Ejército para él fue duro porque el hecho de que no quisieron respetar sus derechos como persona, como padre porque él pidió los días a cuenta de vacaciones para poder ir a ver a mi hija y no lo dejaron ir”, cuenta su esposa Maskiel Hernández.
Después de eso ya no renovó el contrato, a pesar que un par de veces le pidieron que regresara. Allí terminó su historia en el Ejército, pero no en el Frente Sandinista.
Amor al sandinismo
Maskiel Hérnandez y Roberto Cruz se conocieron en el colegio. En ese tiempo se hablaban, pero no eran novios. Después se dejaron de ver cuando él se unió al Ejército y recuperaron contacto hasta que regresó. Él llegaba a la panadería de su familia por las madrugadas para salir a vender por las calles de Matagalpa. Allí nació el amor para ambos.
En su relación la política siempre los separaba. Roberto nunca ocultó su afinidad hacia el sandinismo ni ella el rechazo a ese partido. Él se integró a la Juventud Sandinista, anduvo en las campañas electorales, en las marchas sandinistas junto a su mamá, fue parte de las mesas electorales. Incluso, cuando ya se había unido al Movimiento 19 de abril de Matagalpa, le dijo a su esposa:
― Me duele que estén quemando la bandera rojinegra como lo están haciendo.
― Es solo una bandera, ― alcanzó a decirle Maskiel.
― Si, pero es la bandera con la que yo me crié. Es la bandera con la que a mí me enseñaron que esto es Revolución. Que esto era lo que iba a sacar a Nicaragua. Yo él día que ganó Ortega, yo dije: Nicaragua va a ser diferente. Y si fue diferente, pero no para mejor, ― respondió.
Maskiel se quedó callada, pero comprendió el peso de aquellas palabras. El divorcio entre Roberto y el partido que había amado era un hecho.
Para ella la brutal represión terminó de abrirle los ojos. Recuerda que en algún momento le dijo: «no hay nada que rescatarle, no hay nada que hacer».
La indignación al ver cómo unas turbas golpearon viejitos, que reclamaban por las reformas al INSS en León, lo llenaron de enojo y le dijo: «yo me voy a unir a los chavalos».
Disputas familiares
Después de eso tuvo disputas con su mamá y con su familia paterna porque ellos no estaban de acuerdo con que él se “cambiara de acera”.
Para mayo del año pasado, Roberto Cruz comenzó a ser tachado de traidor. Contra él se inició una campaña de desprestigio en redes sociales y hasta le pusieron precio a su cabeza.
“El me vino diciendo ‘mirá amor andan ofrecieron tres mil dólares por mi cabeza, es muy barato. Ni un solarcito se compra la persona’. Quince días después le contó que ya le habían subido el precio a cinco mil dólares.
En un intento por evitar que lo mataran, su mamá se reunió con Sadrach Zeledón, alcalde sandinista de Matagalpa, y él le dijo: “no chelona, no te preocupes”. Pero el preludio de que algo malo iba a suceder era inminente. Dos semanas antes que los secuestraran, una persona cercana a él que pertenece al FSLN, le ofreció lo que él quisiera para desistir de su lucha y él le respondió: “mi dignidad no se compra”.
“Diosito me mandó a este niño para que fuera mi escudo porque si no yo estuviera donde está mi esposo. Porque es una barriga grande y a la mayoría de mujeres que las han hecho abortar no se les ha visto su vientre y a mi desde el inicio se me ha sido”, dice Maskiel Hernández, esposa de Roberto Cruz.
“Por mi culpa ese hombre (Ortega) está sentado allí”
Roberto Cruz es uno de los primeros presos políticos que fue arrestado. Él día de su detención él le dijo a su esposa que iría a dejar una ayuda a Managua y que cuando regresara la acompañaría a hacerse un ultrasonido porque tenían sospechas de que ella estaba embarazada, pero ya no pudieron ir. Pues, a eso de las tres de la tarde del 26 de junio de 2018, a su esposa Maskiel Hernández, le avisaron que lo habían agarrado.
Ese mismo día, doña Jaqueline Altamirano se había conmovido porque vio en televisión a la madre de un preso político de Nagarote y dijo “no es posible que este partido por el cual yo he luchado, este haciendo todo esto”. Sin pensar, que al día siguiente sería ella quien lloraría por su hijo en la entrada de la Dirección de Auxilio Judicial, conocida como El Chipote.
“El día que atraparon a Roberto yo quería morirme porque por mi culpa mi hijo está preso. Porque yo trabajé en las campañas, yo trabajé en las mesas electorales para que ese hombre hoy este sentado allí”, dice entre lágrimas. “Y el día que yo llegué al Chipote lo primero que hice fue ir abrazar a esa señora que miré en televisión y me acuerdo que ella me dijo: ‘¿Usted por qué me está abrazando, me conoce?’, y le dije: ‘no, ayer yo la miré por televisión y nunca me imaginé que hoy yo estaría aquí por mi hijo’, dice sin contener el llanto.
A Roberto lo vieron por primera vez hasta el 30 de junio. Estaba golpeado, usaba una ropa que no era suya y en el pequeño intercambio de palabras que tuvo con su mamá alcanzó a decirle: “solo sé decirte que hallé un padre aquí, uno que me tocó hasta los huevos».
Salud en prisión
Desde que Roberto Cruz fue secuestrado fue gravemente golpeado. Le dieron una golpiza que lo dejó casi inconsciente por varias horas. Le provocaron una fractura en la costilla y el hombro le quedó dislocado. Semanas después fue traslado a la cárcel La Modelo y allí su salud empeoró.
“Justo antes de cumplir un mes de que le diera el infarto, el 16 de octubre a él lo pasan a una celda de castigo de la galería cuatro que le llaman Régimen. Lo llevan allí porque pidió ayuda médica para Dilon Zeledón (preso político que perdió la audición por una golpiza). En esa celda no le entra luz, es una celda para cuatro personas y hay doce, están durmiendo en el suelo, no entra casi ventilación, y los sacan al sol solo una o dos veces al mes”, denuncia su esposa.
Roberto ha tenido también ha tenido problemas de presión, que no tenía antes de estar en prisión. Según cuenta su esposa, hace unos meses le dio parálisis en la mitad del cuerpo y a pesar de todo ese padecimiento fue hasta principios de este año que fue visto por un médico.
Familia rota
De toda la familia de Roberto Cruz, quienes más han sufrido son sus dos hijos. A ella le ha tocado explicarles porqué su papá ya no está con ellos y ha tenido que pasar todo su embarazo sola, yendo y viniendo desde Matagalpa hasta Managua para verlo.
“¿Cómo le explicas a un niño que su papá, siendo su héroe, está preso porque lo catalogan como terrorista? ¿Cómo le explicas a una niña que su papá es el amor de su vida? Mis hijos están tan mal que ahora se duermen de madrugada preguntando por su papá, tuvieron que dejar la escuela», cuenta.
«Tuve que contarles porque no son niños tontos. Mi niña de siete años me dice “si mi papi anda trabajando entonces por qué dos policías lo llevan allí (en televisión). Si mi papi anda trabajando por qué no me llama”, dice entre lágrimas Maskiel.
Lo mismo ocurre cuando van a visitarlo a la cárcel La Modelo. La niña no quiere irse sin su papá. “A mí todo me puede tener fuerte, pero hablo del daño a mis hijos, es lo único que podés esperar que se me quiebre la voz, que me de tristeza, que no pueda dormir muchas noches por todo lo que están pasando mis hijos y no es justo. Le podés preguntar a ellos y lo que ellos dicen ‘mi papi lo que quiere es una patria libre para Nicaragua. Mi papá es un héroe y está allí por eso mismo’”, sentencia.
Tres procesos judiciales
Roberto Cruz es uno de los pocos presos políticos de la dictadura que tiene tres procesos judiciales.
Primer caso es por crimen organizado, robo agravado con intimidación, secuestro extorsivo, tenencia y uso ilegal de armas y portación ilegal de armas de fuego y municiones. Por esto fue condenado a 23 años.
Segundo caso: terrorismo, entorpecimiento de servicios público, robo agravado con violencia e intimidación, secuestro extorsivo, torturas, lesiones psicológicas leves y amenazas con armas. Por esto fue condenado a 20 años.
Tercer caso: robo agravado, fabricación, tráfico y tenencia de uso ilegal de armas restringidas y artefactos restringidos. No ha comenzado el juicio.