En pantalla
Una producción de doce capítulos grabados en España, Francia, Inglaterra y Alemania que transcurren en una sala de interrogatorios.
Cuando se comete un crimen y se trata de resolver, siempre hay dudas sobre quién será el asesino o el delincuente. Pero en la serie «Criminal» esto nos lo dan servido. La producción transcurre en una sala de interrogatorios y ya sabemos quién es el sospechoso. Sin embargo, muchas veces nada es lo que parece. En cada capítulo iremos tratando de averiguar qué pasó en cada crimen.
Un duelo psicológico. Así se vive cada uno de los capítulos de esta producción europea que está divida en cuatro partes grabadas en España, Inglaterra, Francia y Alemania. El objetivo de los interrogatorios no es otro que lograr que el sospechoso se derrumbe y termine confesando.
La serie deja de un lado la acción y se centra en la tensión, en las respuestas esquivas de los sospechosos, en los silencios de los acusados y en las pesquisas de los policías al otro lado del cristal.
Jim Field Smith y George Kay han ideado «Criminal», este ambicioso proyecto de Netflix de doce episodios.
Lo novedoso
La premisa es sencilla: en cada episodio, un equipo policial de uno de esos cuatro países se enfrenta a un sospechoso de un delito y trata de llegar a la verdad del caso a partir de las preguntas que le formulan en una sala cerrada.
Cada versión cuenta con directores, reparto y guionistas de sus propios países y tratan de introducir elementos particulares de sus respectivas culturas en el juego del gato y el ratón entre agentes y presuntos delincuentes.
Los agentes recurren a toda clase de técnicas, algunas de ellas más bien sucias, con tal de conseguir la confesión del interrogado. Incluso, eso genera tensión y conflictos entre los mismos investigadores. Pero todo vale con tal de saber la verdad.
Así surgió la serie
El ideólogo de «Criminal», George Kay, reconoce que la idea para la serie se le ocurrió mientras veía en la televisión británica una entrevista a un individuo que supuestamente había asesinado a su hijastra.
«Lo único que veías durante ese programa era una entrevista. Me di cuenta tras estar veinte minutos viendo a este periodista entrevistando al sospechoso de que realmente no había echado en falta estar fuera de esta entrevista», explica Kay, para a continuación admitir que continuamente cambiaba de opinión sobre si el acusado era culpable o inocente.
Asimismo, señala que también le atrajo la idea de un espacio reducido.
«Tanta televisión es tan grande y ves estas secuencias grandes de acción, que quizá podíamos hacer algo realmente pequeño», indica, y afirma que tras hablar con Netflix, deseosa de producir más contenido en Europa, surgió la posibilidad de rodar cuatro versiones diferentes.
Pese a la atmósfera cargada de la sala de interrogatorios, la serie también muestra escenas en los pasillos de la Policía en las que los investigadores intercambian sus impresiones sobre el acusado.
Variedad de personajes
Aunque en la serie no hay necesidad de salir de la comisaría, uno se puede imaginar cada uno de los crímenes con los diálogos y los rostros de los personajes.
La serie aborda crímenes tan variados y escabrosos como los abusos sexuales, el tráfico de migrantes, la violación de menores, los malos tratos sufridos por un hombre, el secuestro y asesinato de unas niñas; hasta el terrible atentando en la sala Bataclán (París), a través de una falsa víctima de aquel atentado.
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España brilla
En cuanto a los episodios españoles, tanto la interpretación como el guion de las tres historias son superiores a la del resto de países.
El actor Eduard Fernández da vida a un conocido narcotraficante acostumbrado a los problemas con las autoridades, mientras la famosa actriz cómica, Carmen Machi, da vida a una mujer que vive de las apariencias y que intenta ocultar el paradero de su hermano.
Mención especial merece la actriz Inma Cuesta, que revela un verdadero drama al representar a una joven acusada del asesinato de su hermana autista.