En pantalla
La nueva encarnación de “El Hombre Invisible” tiene poco o nada que ver con la novela de H.G. Wells
La nueva encarnación de “El Hombre Invisible” que ahora podemos ver —o más más bien, no ver— en pantalla, tiene poco o nada que ver con la novela de H.G. Wells; o el clásico filme de (James Whale, 1933) que marcó su apariencia en la cultura popular.
Tampoco se inscribe en el abandonado “Dark Universe” que los estudios Universal trataron activar con una nueva versión de “La Momia” (Alex Kurtzman, 2017), en afán por competir con las expansivas franquicias de Marvel. Nada de esto es necesariamente malo.
El concepto básico del «Hombre invisible» —un hombre de ciencia se hace invisible y enloquece— sirve de catalizador para mezclar el cine de problema social con el horror. En este caso, la agenda no es advertirnos sobre los peligros de retar a Dios y tratar de tomar las riendas del mundo natural. El horror se mina en una esfera doméstica y personal.
Una mujer atrapada en una relación abusiva
Cecilia Kass (Elizabeth Moss) es una mujer atrapada en una relación abusiva. Tanto así podemos discernir en la tensa escena inicial. En la oscuridad de la madrugada, trata de abandonar la casa que comparte con Adrian (Oliver Jackson-Cohen), el hombre que duerme a su lado a pierna suelta, gracias a los somníferos que ella le ha dado secretamente.
Sabemos que es un villano no solo por el sigilo de la mujer, sino también por la lujosa mansión que comparten —todos los psicópatas del cine favorecen la arquitectura modernista—. El silencioso escape culmina con un sobresalto clásico. El director Leigh Whannell recurre a las convenciones del género, pero tiene la habilidad de emplearlas como si acabara de inventarlas.
Lo que sigue no es un spoiler, porque se revela en las escenas promocionales: refugiada en la casa de James (Aldis Hodge), un amigo policía, Cecilia recibe la noticia de que Adrian se ha suicidado. Además de ser la prototípica pareja abusadora, Adrian era un acaudalado científico, que extiende su afán de control desde la tumba. Deja una herencia millonaria, como gesto final para gobernar la vida de la mujer que victimizaba.
Una dramatización de violencia doméstica
En «El hombre invisible» el dinero es un caramelo envenenado. Pronto, ella empieza a notar señales de que Adrian no está muerto. Porque la película se narra desde su punto de vista, sabemos que es una realidad objetiva —ese cuchillo no se cayó al suelo solo—. Pero todo el mundo a su lado cree que es su imaginación. Que no pasa nada. Que está loca.
Cualquier persona que haya sobrevivido a una relación abusiva encontrará esa situación familiar. De esta manera, Whannell convierte su ejercicio de horror en una dramatización de violencia doméstica y sus efectos. El virtual aislamiento que Cecilia sufre es similar al de las víctimas, a la deriva en una sociedad donde el machismo milenario ha normalizado la dominación. Es más fácil asumir que la persona está loca, antes que lidiar con las raíces del problema. O confrontar al hechor.
A medida que la situación escala, la película de «El hombre invisible» rinde su cuota de atención a los amantes del horror. El director se luce a la hora de crear momentos aterradores en espacios banales: una casa suburbana, un restaurante abarrotado de gente, los pasillos de un centro de detención.
La brillante actuación de Elizabeth Moss
Los shocks no solo sirven para darle los sobresaltos de rigor al espectador. También invocan el carácter disruptivo que tiene la violencia en la vida real. En apenas su segunda película, el joven director confirma que su talento en «El hombre invisible» para infundir sustancia en géneros eminentemente populares —véase su ópera prima, “Upgrade” (2018), una malsana fusión de “El Vengador Anónimo” y ciencia ficción especulativa—. El único punto flaco es el uso y abuso de la música, imponiendo golpes de orquesta cuando la quietud bastaría.
En el centro de todo se encuentra la brillante actuación de Elizabeth Moss. Como Lupita Nyongo, su compañera de reparto en la reciente “Us” (Jordan Peele, 2019), infunde lacerante humanidad en una premisa fantástica, que podría perderse fácilmente en complicaciones dramáticas y símbolos.
Moss se reveló como una actriz sustancial en las series de TV “Mad Men” (2007-2015) y “The Handmaid’s Tale” (2012-2020) la serie basada en la novela de Margaret Atwood, que pronto estrena su cuarta y última temporada. Gracias al éxito de taquilla de “El hombre invisible”, y su efectividad como pieza de entretenimiento y activismo, el mercado la elevará al estatus de estrella.
“El Hombre Invisible”
(The Invisible Man)
Dirección: Leigh Whannell
Duración: 2 horas, 4 minutos.
Clasificación: (Buena)