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El movimiento universitario en el exilio

Madeleine Caracas en una protesta en las afueras de la Embajada de Nicaragua en San José (Costa Rica) para exigir la liberación de los presos políticos. EFE | Niú

“¿Y qué es el exilio para vos?”. La pregunta conmueve a Madeleine Caracas. Las lágrimas corren por sus mejillas. Es la misma joven que con voz fuerte y sin titubear leyó, uno a uno, los nombres de los primeros asesinados por la represión orteguista el 16 de mayo de 2018, cuando inició el Diálogo Nacional, suspendido dos meses más tarde.

Hoy, desde San José, Costa Rica, la estudiante y vocera de la Coordinadora Universitaria por la Democracia y la Justicia (CUDJ), asegura que persiste en su determinación: construir la Nicaragua que sueña. Y no está sola. En ese país están bajo el mismo objetivo otros jóvenes como Heyling Marenco y Alejandro Donaire. Los tres tuvieron que salir de Nicaragua después de involucrarse en la protesta pacífica de sus ciudades. El asedio y las amenazas de cárcel y muerte los obligaron al exilio y ahora cuentan sobre su abrupta llegada, las dificultades que enfrentan y su papel en medio de la crisis.

“Todos los días me levanto deseando estar en Nicaragua, estar en mi vida, terminar mi carrera, estar con quienes amo, ver crecer a mi sobrino… Enfrentarte a eso, sentirte ajena todos los días en un país, es tan complicado. Es reencontrarte de alguna forma, y no fue una elección, nos forzaron a tomarla para resguardar nuestra vida”, contesta Caracas.

Ella salió una semana después de esa primera sesión del Diálogo Nacional, cuando un grupo de activistas le propusieron sumarse a una gira internacional para informar y denunciar lo que estaba sucediendo en el país. La exposición trajo consecuencias: “En cada aparición pública que tenía fuera del país, por ejemplo, mi aparición pública en el Parlamento Europeo, tuvo represalias directas a mi familia. Mi familia tuvo que salir de su casa, de nuestra casa, abandonarla para resguardarse… En ese momento ya era insostenible, tanto para mi seguridad, pisar el aeropuerto o cualquier línea fronteriza iba a significar mi captura y también por las represalias que vendrían para mis padres”, explica.

Una manifestación recorrió varias calles de San José hasta llegar a la Plaza de la Democracia. EFE | Niú.

La única salida

Alejandro Donaire, dirigente del Movimiento Estudiantil 19 de Abril de la UNAN- León, aguantó asedio y persecución desde agosto. “El Gobierno nos comenzó a perseguir. Teníamos todos los días una nueva ofensa o la Policía siempre rodeaba nuestras manifestaciones. Después fue cuando capturaron a los muchachos, a Byron Estrada, Luis Quirós, Nahiroby Olivas y luego a Amaya Coppens… A finales de año, ya mi mente no daba y estaba un poco mal de salud, bastante, mejor dicho, y salí ya a finales del mes”.

Heyling Marenco, vocera del capítulo de la Coordinadora en Costa Rica, salió de Nicaragua por punto ciego y sin ningún documento. “Entré a este país solo con dos compañeros más. No tengo familia aquí, no conocía a nadie, tampoco. Lo que me obliga a salir de Nicaragua es que ya no era sostenible para mí. Salí de mi ciudad de origen porque tuve persecución, amenazas a mi familia, a mi persona y también me expulsaron de la universidad”. Antes de dejar el país, Marenco se movió a cinco ciudades distintas para evitar ser capturada.

“Circularon una foto donde se me acusa de terrorismo, de crímenes que por ser defensora de derechos humanos jamás iba a cometer… Supe que no tenía otra salida. Las casas de seguridad ya no eran sostenibles tampoco y por eso decidí salir”.

Durante el recorrido de una marcha en Costa Rica, diversas personas leyeron pronunciamientos de las organizaciones de exiliados. EFE | Niú.

No hay vida “normal”

“En el exilio te encontrás con varias dificultades, con varios retos… la economía, el estado psicológico, la falta de información… En Nicaragua, por estarte escondiendo o por estar huyendo o estar en las manifestaciones, la inserción en la sociedad se olvida, y cuando venís al exilio, seguís con el trauma en la cabeza y necesitás un lugar donde volver a insertarte, sentirte que otra vez sos parte de la sociedad y tener una vida normal”, dice Donaire, quien se siente ajeno en un país que no conoce, y teme por la xenofobia, la discriminación y las violaciones a los derechos de los exiliados que puedan ocurrir.

Caracas aclara que las críticas por supuestos financiamientos, comodidades y lujos en el exilio son “absurdas”. Marenco agrega que los estudiantes instalados en San José dependen de la solidaridad, de “compartir lo poco que tenemos” y tejer “redes de hermandad”.

Pero subsistir no es su única misión. La incidencia política, ayuda humanitaria y organización interna, resume su trabajo. Y los tres jóvenes aseguran que continúan con la misma determinación que les motivó a protestar desde abril de 2018.

“Nos entendemos como actores políticos fundamentales para el desarrollo de la sociedad”, afirma Caracas. Mientras, Marenco celebra que al menos tienen la libertad de reunirse y aprovechar los espacios para denunciar lo que pasa en Nicaragua. Donaire sostiene que son soñadores y no se pueden rendir.

Muchos de los exiliados en Costa Rica expresan que les duele haber dejado el país y sufrir por el terror que viven miles de nicaragüenses que permanecen en el país. EFE | Niú.

Volver a Nicaragua

Caracas asegura que el compromiso no solo es porque anhelan volver a Nicaragua; también es porque quieren construir la Nicaragua que sueñan, “que pasa por transformaciones profundas y no solo pasa por la salida de Ortega… para poder erradicar autoritarismos, machismos, caudillismo y demás males que han penetrado en la cultura política del país”.

“Creo que ahora, más que nunca, estamos seguros de que Ortega se va este año. Yo sí tengo esa seguridad, tengo la seguridad de que este año estaré en Nicaragua y la tengo porque (Ortega) está ahogado internacionalmente, está ahogado económicamente y también porque la parte insurreccionada que se levantó en abril está hoy, más que nunca, más organizada. Entre sectores estamos más organizados, más coordinados y yo creo que eso es algo que estos diez meses nos han permitido, comenzar a trabajar (un) diálogo verdadero entre cada sector y comenzar a ver un poco más la luz en cuanto a la transición política que va a haber en el país”, sostiene la estudiante.

Donaire concluye que el exilio ha significado más que solo el destierro. “Para mí es una nueva etapa de la lucha, porque ya estoy aquí, nunca planifiqué salir y a seguir haciendo lo que sabemos hacer, formarnos, seguir adelante, superar cualquier adversidad que se nos presente, como las circunstancias que el asilo provoca, y seguir adelante”.