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“Private Life”: la comedia dramática que tenés que ver en Netflix
Netflix

Más allá de la odisea de procrear, la película explora un amplio abanico de dinámicas sociales y generacionales.

Es una especie de crimen cultural que Tamara Jenkins solo tenga tres largometrajes en su haber, y que un lapso de 11 años separe a “The Savages” (2007) de “Private Life”, la nueva película que Netflix estrenó recientemente. Su perspicacia a la hora de observar la dinámica familiar hace gala de un nivel de empatía inusual.

Rachel (Kathryn Hahn) y Richard Grimes (Paul Giamatti), en plena mediana edad, luchan por convertirse en padres. Ambos pertenecen a la clase creativa – ella es una escritora, él es un director de teatro – e invirtieron sus años de fertilidad segura en sus carreras. Ahora, tienen que someterse a entrevistas con burócratas de agencias de adopción, rastrear madres adolescentes con intenciones de ceder al bebé por venir, y finalmente, intensos tratamientos de fertilidad. Los intelectuales terminan sucumbiendo ante los imperativos biológicos y sociales. Cueste lo que cueste, tienen que ser padres.

De alguna manera, tienen la experiencia. La pareja tiene un vínculo especial con su sobrina Sadie (Kayli Carter), una joven universitaria al borde de una crisis depresiva. Por afinidad y temperamento, ella tiene más en común con sus tíos bohemios que con su familia, un modelo suburbano de comodidad, conformado por el próspero padrastro Charlie (John Carroll Lynch) y la madre, Cynthia (una tensa y nerviosa Molly Shannon). Jenkins tiene un ojo antropológico para retratar el modo de vida de sus personajes, y la empatía de un humanista para medir las limitaciones de ellos sin dividirlos en estereotipos buenos y malos. Ni los artistas son eminentemente nobles, ni los profesionales son superficiales. Simplemente, existen.

Cuando Sadie, al borde de la depresión, abandona la universidad y acepta la oferta de alojarse con Rachel y Richard, la posibilidad de que se convierta en donante de óvulos para la pareja se manifiesta forzosamente. La noticia cae como una bomba en la familia extendida. En una película menor, la confrontación y su resolución serían la preocupación principal de filme. Jenkins usa el conflicto como una excusa para desentrañar el concepto de familia, y la tensión que surge de la confluencia de muchas individualidades que tratan de fundirse en una sola construcción. Tome nota de las crecientes discusiones entre los protagonistas, una vez que las convenciones de género surgen en un destructivo proceso de asignación de culpa.

La acción se desarrolla en un Nueva York otoñal e invernal, eminentemente realista. Los personajes tienen trabajos y pagan sus cuentas. Richard ha dejado el teatro a un lado, motivado por la caída de los subsidios gubernamentales al arte. Se mantiene gracias a un pequeño negocio de fabricación de encurtidos artesanales. Viven en el límite del aburguesado Brooklyn, gracias a que habitan un apartamento de renta controlada. El costo de los tratamientos, exiliados de la cobertura de los seguros, es una preocupación constante – la búsqueda relámpago de diez mil dólares sirve, simbólicamente,  para introducir el personaje de Charlie.

Más allá de la odisea de procrear, la película explora un amplio abanico de dinámicas sociales y generacionales. Pareciera que Jenkins infunden en su guion diez años de contemplación y preocupación. El magnífico trabajo de todo el reparto infunde soplo vital en las abstracciones. Hahn, quien se ha hecho notar en comedias eminentemente comerciales como “Bad Moms” (Lucas y Moore, 2016) y su secuela, “A Bad Moms Christmas” (Lucas y Moore, 2017); así como en series más adultas y complejas – “Transparent” (2014-2016) y “I Love Dick” (2016-2017), se eleva a un plano superior. Ojalá que el hecho de que “Private Life” sea un estreno de Netflix no la prive de la nominación al Óscar que tanto merece.

Carter es todo un hallazgo, y ofrece una elocuente invocación del ser en formación. Sadie se debate en ese momento intangible donde uno debe descubrirse a sí mismo, para definir los parámetros de la vida adulta. Vulnerable y errática en partes iguales, no es casualidad que active los instintos protectores en los que la rodean. Si en algo flaquea la película, es en asignarle una subtrama romántica que simplemente, no tiene tiempo para resolver – mientras trabaja en la empresa de Richard, flirtea con Sam (Desmin Borges), el único, otro empleado -. Pero esta es una queja menor para una película brillante y generosa. En la expansiva oferta de Netflix, es vigorizante ver cine de calidad, que no encuentra contradicción entre las preocupaciones adultas y el valor de entretenimiento. Véala pronto, para que tenga buen índice de audiencia y Netflix no deje que pasen 10 años para que veamos otra película de Jenkins.

 

⭐️⭐️⭐️⭐️ Muy buena
«Private Life»
(Vida Privada)
Dirección: Tamara Jenkins
Duración: 2 horas, 3 minutos