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El infierno que vivió Julio César Espinoza
Julio César Espinoza Gallegos perteneció a la Policía Nacional durante cinco años. Carlos Herrera | Niú
Julio César Espinoza Gallegos perteneció a la Policía Nacional durante cinco años. Carlos Herrera | Niú

Este expolicía, que fue apresado por negarse a reprimir, cuenta las terribles torturas y malos tratos que vivió en la cárcel.

Julio César Espinoza pasó siete meses en las celdas del Sistema Penitenciario Nacional. Durmió sobre cartones, convivió con cucarachas, ratones; tomó frescos mosqueados e ingirió comidas mal cocinadas con patas de cucarachas y gorgojos. Vivió un infierno que no pensó le tocaría, pues hasta antes de abril estaba cumpliendo su sueño de ser parte de la Policía Nacional como antimotín. Su delito fue negarse a reprimir en las protestas y por eso fue condenado a 15 años de cárcel, acusado, entre otros delitos, de “terrorismo”.

El sábado dos de marzo, le dijeron que agarrara sus pertenencias de la cárcel porque lo llevarían a casa. Julio César aún confundido sintió como la alegría se apoderaba de él, pero a la vez se entristeció porque su padrastro, Alejandro Bermúdez, su cuñado, Reymundo López y un vecino que fue arrestado con él se quedarían en prisión.

“Yo no esperaba salir en ese momento porque yo pensaba que iban a sacar a mis otros compañeros que vamos en el mismo caso, porque yo era el caso más sonado. Cuando me llegaron a sacar yo me despedí de ellos y les dije que tuvieran fuerza que pronto saldrían. Ellos se quedaron llorando”, cuenta el exantimotín.

Cuando salió de la cárcel La Modelo le dijeron que iba libre, sin embargo, al llegar a su casa a su esposa, Mildred Quintero, le pidieron que firmara un documento en el que indicaban que estaba bajo el régimen carcelario de convivencia familiar.

Decepción a la Policía

En los primeros meses de protestas cívica, Julio César Espinoza estuvo de reposo en su casa porque el 20 de abril le dieron una pedrada en la cabeza durante un enfrentamiento en Masaya. A finales de julio, sin aviso, fue dado de baja. Él fue a preguntar por qué no le habían pagado como hasta entonces y le dieron la noticia. Según cuenta, iba dispuesto a renunciar porque conocía los abusos que se estaban cometiendo en la Policía y sabía que algunos compañeros habían sido arrestados por negarse a reprimir.

“Cuando yo llegué a ver qué pasaba con mi caso a Plaza El Sol, el comisionado mayor, Julio Zamora, me atendió y me dijo que estaba de baja. Yo le expliqué que nadie me notificó y él me dice si querés seguir en la institución te ofrezco otro puesto, salirte de la brigada, asignarte armas, vehículo, pero yo estaba firme en que no iba a seguir», relata.

El expolicia, Julio César Espinoza estuvo detenido junto a su padrastro y su cuñado. Cortesía | Niú
El expolicía, Julio César Espinoza estuvo detenido junto a su padrastro y su cuñado. Cortesía | Niú

Seis días después un operativo en el que iban policías y civiles allanó su casa y se llevó arrestados a todos sus familiares, incluyendo a su mamá y a una hermana.

“Sinceramente nunca esperé que después de trabajarle tantos años a la institución, yo pensé que ellos me darían el apoyo. Recuerdo que uno de civiles me dijo: ‘vos sos el hijo de puta que le tiras a la Policía’. Fui condenado porque no quise seguir en las filas de la Policía”, dice.

Primero estuvo detenido en la cárcel de Jinotepe, después fue llevado a la Dirección de Auxilio Judicial, conocida como El Chipote, y posteriormente fue trasladado a la cárcel La Modelo. Allí empezó su calvario, afirma.

“Estuve durante un mes y tres días en régimen. Allí meten hasta quince personas. Recuerdo que era aquel sufrimiento porque dormíamos en el suelo, hacíamos las necesidades en frente del otro, el agua era regulada. Allí nos sacaron solo dos veces a tomar sol (…) después nos llevaron a la Galería 16-1 y allí nunca me pegaron, pero eran aquellas torturas. Nos decían los tranquistas aquí, los tranquistas allá, la comida la tiraban como si era a perros, cuando nos contaban nos exigían que les rindiéramos reverencia y cada vez que nos contaban teníamos que agachar la cabeza», explica.

Julio César Espinoza junto a su esposa Mildred Quintero, quien ha luchado por su liberación desde agosto del año pasado. Carlos Herrera | Niú
Julio César Espinoza junto a su esposa Mildred Quintero, quien ha luchado por su liberación desde agosto del año pasado. Carlos Herrera | Niú

En prisión compartió celda con Alex Pérez, Chester Membreño, Carlos Silva, Byron Estrada, Nahiroby Olivas, Levis Artola, entre otros. Fue testigo de cómo los golpeaban por cantar el himno o les restringían el ingreso de bolsas azul y blanco que llevaban sus familiares y con las cuales ellos elaboraban pulseras y bolsos en sus celdas. El 31 de diciembre pasado, por ejemplo, recibieron una golpiza porque cantaron el Himno Nacional.

“Eso fue duro porque entraron con armas de fuego a amenazarnos adentro y decía uno de apellido, Chávez Chávez, el primero que aquí se levante le voy arrancar la cabeza. Ese día golpearon a algunos compañeros y como tocaba una visita especial, ellos estaban esperando a nuestros familiares para decirles que nosotros estábamos ebrios, que habíamos hecho una chicha y que entre nosotros mismos nos golpeamos”, denuncia.

A él también, denuncia, le hicieron una entrevista con un supuesto eurodiputado que resultó ser falso. “Ese video nunca lo sacaron, más bien lo compusieron diciendo que yo dije que allí era el reino, que era mentira todo lo que se decía. No eran eurodiputados”.

Traumas psicológicos

Julio César Espinoza (derecha) en el juicio de este cinco de noviembre. Cortesía | Niú
Julio César Espinoza (derecha) en el juicio de este cinco de noviembre. Cortesía | Niú

Aunque Julio César Espinoza está en su casa y tiene permitido salir sabe que todavía es un preso político más. Es más, se confiesa feliz, pero en algunas ocasiones no aguanta más y se suelta a llorar al recordar todo lo que pasó.

“Aunque yo este afuera, mi corazón se quedó dentro de esa celda porque hay tantos compañeros que deseo salgan pronto por el trato que se les da allí”, dice.

El primer día que durmió en su cama, después de siete meses, sentía como si estaba soñando. Se daba vuelta de un lado a otro y no conciliaba el sueño. En él aún hay un vacío que quizás será llenado cuando sepa que sus otros familiares detenidos también están en casa. El viernes pasado su padrastro fue llevado a casa bajo el régimen de convivencia familiar.

Los traumas psicológicos también los ha sufrido su familia, su esposa llora cada vez que lo ve descompuesto. “Es algo duro. Yo recuerdo que incluso el día que me fueron a capturar yo le pedía agua a mi hijo, yo estaba enchachado y vi que él me daba el agua temblando y eso es algo que nunca se me va a olvidar”, afirma.

Y aunque su sueño desde niño fue ser policía, dice que regresaría a esta institución solo si hubiera un cambio en las bases.