En pantalla

El infortunio de “Las Herederas” brilla en este film triunfador de la Berlinale
Las Herederas

La película paraguaya que sorprendió llevándose los premios FIPRESCI, Albert Bauer, y Mejor Actriz en el Festival de Cine de Berlín, 2018, lo espera en Netflix.

Chela (Ana Brun) y Chiquita (Margarita Irun) son una pareja en la tercera edad, viviendo de los vestigios cada vez más escasos de una fortuna familiar. En Las Herederas, hay nuevos ricos buscando gangas entre los tesoros de la burguesía venida a menos desfilan por la espaciosa y anticuada casa que habitan en el corazón de Asunción. Y ese no es el único de los problemas. Chiquita está a punto de ingresar a la cárcel por un tiempo indefinido.

No hay muchos detalles de su crimen, pero es tipificado como “estafa” en detrimento de un banco —ecos del “boom” de las tarjetas de crédito que también formó a un ejército de deudores solidarios en los 2000—. No hay mucho drama alrededor de este giro de los acontecimientos, pero sí reverbera la incógnita sobre cómo Chela, depresiva e introvertida, podrá lidiar con los asuntos prácticos del día a día, provincia exclusiva de la futura presidiaria.

El director y guionista Alfredo Martinessi no anuncia sus intereses con bombo y platillo, pero aplica un prodigioso sentido de observación a la realidad que sus personajes habitan, iluminando las particularidades del entorno social y las actitudes ante la sexualidad. La unión de Chela y Chiquita se presenta con normalidad. Pero también se percibe como fuera del círculo íntimo, apenas se tolera, delineándola a punto de eufemismos y silencios. Vecinas y conocidas hablan de sus esposos, parejas y maridos, con el desenfado que confirma que las protagonistas experimentan su cuota de marginación en un mundo heteronormativo. Quizás no viven en el clóset, pero sí en un estante cubierto con una cortina de encaje.

Un circuito de cine artístico

Martinessi se inscribe dentro de tendencias imperantes en circuito de cine artístico. Tenemos la contemplación lánguida del “cinema lento”, así como destellos de la mordaz comedia de humillación —la elegante Chela se convierte, accidentalmente, en una especie de taxista de damas de alcurnia—. Sin embargo, a pesar del predicamento de las protagonistas, la película Las Herederas, no se regodea en la miseria, ni en las ignominias pequeñas y grandes que ella sufre. El tratamiento es eminentemente humanista.

Uno no puede hacer más que agradecer el ritmo deliberado de las tomas largas, porque nos permite apreciar el magnífico trabajo de Ana Brun. Chela es una criatura fascinante, transparente en su vulnerabilidad. Capaz de revelar en una mirada el daño que años de represión y homofobia internalizada pueden causar. Es eminentemente pasiva, pero la actuación de Brun es eléctrica. Que la pantalla plana del televisor pueda contenerla, es una especie de milagro.

Las Herederas va más allá

Décadas de marginación encierran a las narrativas sobre parejas del mismo género en una misión de reivindicación. Las Herederas va más allá. Contempla cómo la dinámica de poderes puede tener las mismas variaciones de las parejas heterosexuales, y con la variable del machismo anulada, quizás aún más complicadas. Chela puede tener más alcurnia y haberes que vender, pero Chiqui comanda la relación. La sumisión se siente como una extensión de la represión personal, de tal manera que cuando la “alpha” desaparece físicamente, la “beta” experimenta una especia de liberación. Comienza a manejar para Angy (Ana Ivanova), una mujer joven y sin inhibiciones, que puede ser un modelo a seguir, o un objeto de deseo.

Demasiadas películas latinoamericanas duplican el utópico imperio de la clase media visible en el cine popular norteamericano. Martinessi retrata con sutileza una sociedad donde las diferencias de clase matizan el día a día, —tomen nota de la deferencia de las vigilantes de la prisión hacia Chela, permitiéndole saltarse la cola para entrar a ver a Chiqui en el día de visita—. Y la raíz del predicamento de las protagonistas tiene que ver con su incapacidad para mantener su estatus, tácitamente conectado con la marginación de los estándares de la sociedad conservadora —tomen nota de como Pituca (María Martins), la vecina que inicia a Chela en el mágico mundo del Uber para señoras, chismea sobre la amiga que aguantó a un mal marido “por interés”—.

Las Herederas dibuja un universo eminentemente femenino —los pocos hombres que aparecen apenas entran el rango de la cámara—. Susurra su texto en vez de gritarlo, y termina con una contundente imagen que sugiere escape y liberación. Puede ser efímero, pero es lo que hay.

Las Herederas
Dirección: Marcelo Martinessi
Duración: 1 hora, 38 minutos
Clasificación: ⭐⭐ ⭐⭐ (Muy Buena)
*Disponible en Netflix