Presos políticos
A ella todo le ha costado dos veces más por ser una mujer transgénero. Ha sufrido discriminación y antes de convertirse en presa política recibió varias amenazas de muerte.
Parecía que nadie podía detenerla. Se levantó de la silla, tomó el micrófono y alzó su voz. “Tenemos derecho a vivir. Sin vida no tenemos nada. Me duele Nicaragua», dijo tajante. Muchos aplaudieron y otros gritaron, ella con más bravura siguió hablando. Era su momento. Nadie podía callarla. Había viajado desde Nicaragua hasta Argentina para denunciar al Gobierno de Daniel Ortega y así lo hizo. Victoria Obando, alzó su voz por todos sus compañeros de lucha.
Horas después, le dijo a un periodista argentino, que tenía miedo. En Nicaragua las amenazas hacia ella y su familia la habían obligado a mudarse varias veces, pero aun así seguiría luchando. «Me toca andar escondiéndome, me toca andar huyendo (…) quieren desaparecer a las voces que estamos demandando su salida”, lamentó.
Pero cumplió su promesa de seguir luchando al volver al país. Así es ella, según los que la conocen. Desde pequeña aprendió a ganarse el respeto, ha luchado contra la discriminación por ser una mujer transgénero y pronto se involucró en movimientos que defendían los derechos de las personas de la comunidad LGBTI.
Vicky, como le dicen sus amigos cercanos, es de Bluefields. Nació siendo Víctor Manuel Obando Valverde. Ama la cocina, le gusta bailar y este año comenzó a estudiar Tecnología de la Información en la Universidad Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua). Desde finales de abril de este año, se unió a las manifestaciones contra el Gobierno de Daniel Ortega. Estuvo atrincherada en su alma mater y desde el 25 de agosto está presa junto a Byron Corea, Nahiroby Olivas, Yaritza Rostrán, Luis Hernández, Levis Artola y Juan Alvarado. Todos están siendo acusados de ser terroristas.
Victoria y su mamá
La mamá de Victoria, Yolanda Valverde, es muy parecida a ella. Tiene el pelo liso, la frente ancha y la mandíbula marcada. A simple vista se ve fuerte, pero cada vez que habla de su hija, se quiebra. La última vez que la vio fue hace un mes, en la cárcel La Modelo. La abrazó y le dijo: “tené fuerza”. Victoria lloró y ella se aguantó para no hacer lo mismo.
Victoria es la menor de sus cinco hijos y aunque se mudó de Bluefields hace varios años, es muy unida a su mamá. Siempre están hablando por teléfono o escribiéndole por Whatsapp. Cada vez que llegaba a ver a su familia, a su mamá era a quien consentía. Le preparaba el desayuno y se lo llevaba hasta la cama. Cuando salían a pasear siempre la tomada de la mano o la abrazaba, recuerda Valverde entre lágrimas.
En Bluefields, sus amigos y familiares la conocen con el mote de “Pibe”. Le dicen así porque cuando nació, su mamá no sabía qué nombre ponerle y sin razonarlo comenzó a llamarla así, pues a los niños los argentinos le dicen “pibes”. Pronto todos en el vecindario también le decía así.
Cuando Victoria terminó el tercer año de secundaria, le dijo a su mamá que quería estudiar una carrera técnica y así fue como se mudó a Granada. Allí vivió por tres años en un internado. Estudió para ser guía turística bilingüe y cuando regresó a Bluefields trabajó por dos años en un hotel casino. Después inició la carrera de derecho y comenzó a trabajar en un bufete jurídico. Hasta que hace unos años se mudó a Estelí.
“A ella no le gustaba vivir allí, desde chiquita decía que la gente siempre la quedaba viendo, mucho la señalaban y como tengo familia en Estelí, se fue para allá (…) en el colegio los compañeros de clase la discriminaban. Yo creo que más por eso ella decidió irse para estos lados. Siempre le decía ‘la niña’ porque siempre su carita ha sido bonita y ella es delicada, le gustaba andar mucho con las muchachas”, cuenta Valverde.
De Víctor a Victoria
El cambio le dio el valor que le faltaba para cambiar de Víctor a Victoria, dice su mamá. Ella siempre usaba accesorios femeninos, pero fue hasta que llegó a Estelí que comenzó a presentarse como Victoria. Se integró en la Mesa Nacional LGBTI de Nicaragua.
“Ella era del pensar que la gente de la diversidad tenía que estar incluida en programas políticos. También estuvo involucrada en diferentes organizaciones que velaban por los derechos humanos en Estelí. Ella es una chavala bastante luchadora, nunca se da por vencida”, dice su amigo, Luis Blandón.
En la Mesa Nacional LGBTI se encargaba de conseguir capacitaciones sobre derechos humanos, estaba pendiente de las nuevas legislaciones y se interesaba mucho por la educación inclusiva. Alexa Zamora, amiga y activista, dice que una de las peculiaridades de Victoria es que a modo de gracia suele feminizar el lenguaje.
“Ella tenía frases muy peculiares y cualquiera que la conozca lo sabe. Si algo iba a salir muy bien te decía ‘gananda’, ‘empoderada’, ‘la cuerpa’. Era muy gracioso, la verdad. Ella era más femenina que nadie que conozca”, asegura.
Por su personalidad extrovertida se le hace fácil hacer amistades. Es buena conversadora y casi siempre se le ve animada, dicen sus amigos, pero reconocen que por su orientación sexual ha sido discriminada y sus relaciones amorosas han sido complicadas.
La lucha universitaria
Desde la primera semana que iniciaron las protestas en contra del Gobierno de Ortega, Victoria no dudó en salir a protestar. Semanas después los estudiantes de la UNAN-Managua decidieron atrincherarse; y ella sin pensarlo se unió. Allí se ganó el respeto de los demás compañeros y pronto, por su liderazgo y trayectoria como activista, se integró a la Coordinadora Universitaria.
“Su condición de mujer trans nunca la ha limitado de hacer absolutamente nada. Su personalidad no daba cabida para eso. Ella era muy importante en su ala de atrincheramiento, siempre tomó un papel muy beligerante. Los muchachos tenían mucho respeto hacia ella, la trataban como tratarían a cualquier compa atrincherado”, afirma Zamora.
Durante el tiempo que estuvo atrincherada, su mamá Yolanda Valverde, no estaba enterada. Fue por las redes sociales que se dio cuenta que ella estaba participando activamente en las marchas. Y su preocupación fue tal que decidió venir de Bluefields a Managua a tratar de convencerla de retirarse, pero no tuvo éxito.
En junio viajó a Argentina a la Conferencia Regional de Educación Superior de América Latina y el Caribe (CRES) 2018. Allí denunció las violaciones a derechos humanos que se están cometiendo en Nicaragua.
«Estoy consciente que la lucha universitaria cuesta. Tenemos leyes, autonomía universitaria que se nos fue secuestrada, nuestro sandinismo se nos han secuestrado también. Esto nos ha costado mucho», dijo en la conferencia.
Según su amigo, Luis Blandón, después de esa conferencia ella viajó a Panamá y por las amenazas que venía recibiendo desde que inició en las manifestaciones, le aconsejaron refugiarse en ese país, pero ella siempre decía: “yo voy a regresar a mi país porque mi conciencia y mi deber me llaman”.
La captura
Antes de ser arrestada, Victoria recibió muchas amenazas. Le escribían en las redes sociales que la iban a matar, le mandaban ofensas por mensajes en Facebook y en Estelí, personas afines al Gobierno llegaron a amenazar a su familia. Por eso mismo, ella decidió venirse a Managua, dice Blandón.
De hecho, el día que fue capturada en León, había salido de una casa de seguridad para reunirse con otros universitarios de la UNAN-León. Dos días después la Policía Nacional los acusó públicamente de terrorismo, homicidio, incendio, secuestro, robo con intimidación y amenaza de muerte. Después fue trasladada a la cárcel La Modelo, junto a los demás reos varones, a pesar de ser mujer transexual.
Desde entonces, de su familia, quien más ha sufrido ha sido su mamá. Tuvo que dejar su trabajo en Bluefields y se vino temporalmente a Managua. Duerme solo tres horas y casi no come. Cuando ha visto a su hija se muestra fuerte. Ella le dice que no la están torturando, pero cuando la ve se suelta en llanto porque se imagina todo lo que está pasando su mamá. El juicio de Victoria será hasta el cuatro de diciembre. Su mamá ya tiene tachado en un calendario los días que tendrá que viajar para verla.